Así está 'La Catedral' de Pablo Escobar

Dom, 18/12/2011 - 14:30
Aún se conserva la garita que hacía las veces del primer retén. Por allí entraban los camiones de doble fondo con los visitantes autorizados por Pablo Escobar. Lleg

Aún se conserva la garita que hacía las veces del primer retén. Por allí entraban los camiones de doble fondo con los visitantes autorizados por Pablo Escobar. Llegaban socios narcotraficantes, subalternos, familiares y prostitutas para entretener al ‘Patrón’ y a los ocho mantones que se entregaron con él, el 19 de junio de 1991. El sacerdote eudista Rafael García Herreros, el Procurador Carlos Gustavo Arrieta, el director de Instrucción criminal Carlos Eduardo Mejía, el congresista Alberto Villamizar y el periodista Luis Alirio Calle no escondieron su sorpresa con la construcción que encontraron, en medio de los árboles y la neblina del cerro La Paz, cuando llegaron a las 5 de la tarde a la cárcel de La Catedral.

La garita donde se hacía el primer retén para acceder a Pablo Escobar en La Catedral, en 1991, aún se conserva intacta.

Escobar calculó todo para su entrega. En 1989, dos años antes, pensando en una posible negociación con el Estado, el capo instruyó a su abogado, Guido Parra, para que acordara con el alcalde de Envigado la construcción de la cárcel en un terreno adquirido por él en el cerro de la Paz. El cerro formaba parte de la geografía de su infancia. Aledaño al barrio del mismo nombre en Envigado, a donde llegó la familia en 1961 después de haber vivido en El Tablazo y Titiribí, Pablo Escobar lo conocía de memoria por aquellos paseos juveniles que no olvidaba y que le sirvió de escondite en muchos momentos de la guerra contra el gobierno. Allí quedaba la tradicional finca La Catedral, enclavada en un terreno quebrado cubierto de bosques en donde nacían viejos caminos coloniales que por el oriente conducían al municipio del Retiro, por el sur hacia Sabaneta y Caldas y por cuya ruta llevaba a Itagüí y la Estrella. Eran vías de escape que necesitarían ante cualquier eventualidad, tal como sucedió. El 22 de julio de 1992, cuando el general Pardo Ariza llegó con tropas desde Bogotá para tomar el control de La Catedral, no encontró sino el rastro de la huida por uno de los caminos que aún se conservan intactos entre las ruinas de La Catedral. Con él habían huido ‘Popeye’, ‘Arcángel’, ‘Angelito’, ‘Valentín’, ‘Palomo’, ‘Juan Garra’, ‘Juan Urquijo’, ‘Otoniel’ y ‘el Osito’. En el penal se quedaron ‘El Mugre’, ‘Tato Avendaño’ y ‘El Arete’.

Por este camino que lo llevaba a El Retiro, se escapó el capo en julio de 1992.

El camino nacía en la parte alta de la finca donde terminaba el bunker subterráneo que edificó para defenderse de posibles ataques aéreos y al que solo entraban sus dos hombres de confianza: ‘el Limón’ y ‘Papocho’, los mismos que lo atendían en su habitación. En la entrada se conserva el ‘ojo’, un pequeño orificio porque vigilaban desde el interior a quienes se acercaban, así como el puente de acceso que atravesaba la quebrada que los proveía de agua.

Al búnker sólo tenía acceso el círculo inmediato de Escobar.

La activa vida del penal ocurría alrededor de las oficinas y la cancha de futbol donde aterrizo el helicóptero que lo trajo junto con ‘el Mugre’ y ‘Otoniel’, con el Padre García Herreros como garante. Las oficinas estaban junto a la celda circular de Pablo Escobar, de la que se conserva el piso, con una amplia vista sobre la cordillera, el Valle de Aburrá y Medellín. A menos de trescientos metros corre aún el agua cristalina de una quebrada entre cerros, que se nutre de un grueso chorro que aprovechaban para bañarse, pero dicen, en los recuerdos fatídicos, que allí se lavaban ropas, utensilios y hasta armas para borrar las huellas de la sangre.

Desde su celda se divisaba el Valle de Aburrá. La garita que protegía esta parte de la cárcel también se conserva, aunque su techo fue reparado recientemente.

En la cancha se realizaban los juicios que condujeron a decenas de asesinatos como el de sus socios Kico Moncada y el Negro Galeano que ocurrió en vísperas de la huida de Escobar y que significó el comienzo del fin del capo.

En la cancha aterrizó el helicóptero con el padre Rafael García Herreros. Allí se realizaban los juicios que terminaban en torturas y asesinatos.

Esta sección de La Catedral estaba flanqueada por las celdas en las que permanecía la guardia personal de Escobar. Entre los acuerdos que hizo para su entrega fue la de lograr seleccionar con el alcalde de Envigado la mitad de los cuarenta guardianes. Debían ser antioqueños y generarle la confianza para que el capo y su gente pudieran moverse a su antojo.

Alrededor de La Catedral y de la vida de Pablo Escobar allí se tejen todo tipo de leyendas, que repiten los nuevos ocupantes, un grupo de sacerdotes de la comunidad Benedictina Fraternidad Monástica Santa Gertrudis, a la cual el municipio de Envigado le cedió el terreno en comodato.

El municipio de Envigado le entregó a la comunidad Dominica el terreno para construir el Monasterio de Santa Gertrudis.

Cuentan que se oyen gritos desesperados y voces nocturnas, de dolor, cuando el camino se acerca al que fuera el territorio del capo más buscado del mundo. Son capaces de reconstruir a partir de los cimientos y escasas hileras de ladrillos que se conservan la vida del capo en esos intensos catorce meses en los que mantuvo el negocio del narcotráfico a sus anchas y sin las restricciones de la guerra. En diciembre de 1991 celebró el cumpleaños 42, junto a su esposa María Victoria Henao, entre música y comida típica y la navidad corrió por cuenta de su madre, doña Hermilda, quien le llevó de regalo un gorro ruso que había traído de Moscú en un viaje con sus amigas, para que soportara las frías noches del penal.

Para las navidades de 1992, doña Hernilda, la madre del capo, le llevó este gorro ruso que utilizó para la única foto que se conoce de su tiempo en La Catedral.

Cuando Pablo Escobar se entregó, estaba preparado para permanecer, cómodo, al menos dos gobiernos, tal como se había comprometido con Alberto Villamizar en la última visita que le hizo a La Catedral antes de viajar como embajador a Holanda. Pero todo terminó por cuenta de la información que Rodolfo Ospina, alias ‘Chapulín’ y los llamados 12 del Patíbulo le entregaron a l Fiscal Gustavo De Greiff sobre las irregularidades de La Catedral a raíz del asesinato de Mocada y Galeano. Pero Escobar no estaba dispuesto a dejarse controlar y el fantasma de la extradición apresuró aún más su fuga. El capo huyó con su familia, de escondite en escondite, durante catorce meses. El gobierno Gaviria no tenía opción distinta a recapturarlo o asesinarlo y armó con tal propósito un frente común con la policía nacional, el servicio de inteligencia de los Estados Unidos y el grupo irregular de Los Pepes comandados por Carlos Castaño y Don Berna. El 2 de diciembre de 1993 cayó muerto de varios disparos, con alias ‘Limón’ como único escudero, en una casa en el barrio Los Olivos, un día después el que el capo cumplía 44 años de edad.

Pablo Escobar está enterrado en el cementerio Jardines de Montesacro, en Medellín.

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