Cuando se habla de Cali con lo primero que se la identifica es con salsa, ese ritmo pegajoso, bailable y compuesto por la clave de 3 y 2 golpes que cada uno sigue con sus palmas. Sin contar, además, con el champús, los aborrajados, los cañaverales, ‘Oiga, mire, vea’ o ‘Cali Pachanguero’.
Además de todo esto, Cali es una ciudad singular por ser la única ciudad en el mundo que celebra por todo lo alto el día de los ahijados. Cada 29 de junio la capital del Valle del Cauca se viste de color para alertar a los padrinos y madrinas el deber de agasajar a sus ahijados, con quienes se comprometieron, al nacer o antes de ello, a cuidar, consentir y apadrinar.
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Y aunque el festejo se hace cada 29 de junio, siempre se le dedica un fin de semana largo, por lo que en realidad puede durar hasta cinco días. Este 2022 la celebración se mantuvo hasta el 4 de julio.
Pero no solo celebrar el día del ahijado hace singular a la sucursal del cielo, también lo es, y aún más, el regalo exclusivo destinado para dicho festejo. Cada padrino que quiera ser parte de la festividad debe regalar a su ahijado una Maceta.
No se trata del típico recipiente utilizado para criar plantas, sino de un tronco de maguey adornado con papeles de colores; muñecos hechos manualmente; ringletes que se mueven con el viento; y no pocos alfeñiques, dulces artesanales hechos de la mezcla de azúcar, agua y limón.
De este particular y colorido regalo para los ahijados nace el Festival de Macetas, una celebración que reúne anualmente a padrinos, ahijados, artesanos de macetas y a todos los caleños desde hace 22 años.
Precisamente, en el año 2013 fueron declaradas las Macetas como Patrimonio Inmaterial de la Nación, por su importancia para la cultura vallecaucana y el legado de sus artesanos para que la tradición perdure de generación en generación.
Doña Dorotea y las macetas
La leyenda cuenta que Dorotea Sánchez, una mujer afrodescendiente que vivía en el barrio el Peñón de San Antonio, un 29 de junio, se encontraba en apuros porque no tenía nada para regalarles a sus hijos gemelos Pedro y Pablo, a quienes llamó así por haber nacido justo el día de la celebración de esos santos. Entonces, invocó a los santos para pedir ayuda y luego se le aparecieron en la puerta de su casa.
Ellos entraron, pidieron un vaso de agua y muy preocupada Dorotea explicó su preocupación por sus hijos. De inmediato, los santos le pidieron azúcar, agua y limón, y le enseñaron la receta para hacer los dulces de alfeñique con el único propósito de agasajar a sus hijos. Dorotea, además, elaboró la maceta para colocar cada uno de los dulces, y la adornó con papeles de colores y ringletes. Así fue como Pedro y Pablo se convirtieron en los padrinos de los hijos de Dorotea y este milagro posibilitó la celebración del día de los ahijados que hasta hoy perdura.
En diálogo con KienyKe.com, Katherine Ayala, artesana, gestora cultural y consejera de Patrimonio Distrital, destaca la caleñidad de las macetas.
“El colorido de las macetas es muy caleño, y que sea de azúcar, eso muestra como los caleños somos: alegres, salseros. Tener la manifestación de celebrar a los ahijados con macetas de alfeñique lo que nos da es una identidad a nosotros como caleños”.
Es por eso que ella y varias mujeres más organizaron desde hace 20 años la Asociación de Mujeres Artesanas de Macetas de Alfeñique de Cali (ASOMACETAS), con el objetivo de salvaguardar la tradición y fomentar la celebración del festival.
Son más de 300 mujeres artesanas las que dedican gran parte del año a elaborar macetas, las mismas que durante finales de junio y principios de julio llenan la ciudad de colores, dulces y alegría en los parques, centros comerciales y calles más emblemáticas de la ciudad. La mayoría de ellas son mujeres cabeza de familia que han dedicado gran parte de su vida a la elaboración de estos regalos para los ahijados y con ello han sacado a sus hijos adelante. Incluso, muchas de ellas aprendieron a elaborarlas por el legado que les dejaron sus madres y sus abuelas.
Este es el caso de Katherine Ayala, quien es nieta de Griseida Rodríguez, una de las primeras mujeres que comenzó a vender macetas en el barrio San Antonio, al noroccidente de Cali, desde hace más de 30 años.
“Hemos reunido a un grupo grande de artesanas que participamos de este evento para que la gente lo conozca, para que la gente sepa que son las macetas”, asegura Ayala.
La celebración se ha extendido más allá de los ahijados, las macetas también son el regalo perfecto para los hijos, nietos e incluso padres. Además, la tradición de las macetas también la han apropiado otros municipios del Valle del Cauca. Sin duda, una dulce tradición digna de ser conocida e imitada.