No hay derecho a que Andrés Uriel Gallego, a José Obdulio, a Fernando Londoño, al presidente Uribe (hincaos sarracenos) y a mí, amanuense de derecha extremidad superior y de inconvertible fe, nos vengan ahora a echar la culpa de los problemas del invierno y de las carreteras.
A nosotros los uribistas, que con inteligencia superior si supimos desarrollar el país y meterle la mano a la mezcla y al asfalto, para abrir las vías de la prosperidad y las meteóricas carreteras del TLC, sobre las cuales hoy brillan los dólares. Nosotros los cruzados, los caballeros de malta y de lúpulo, re fundadores de la patria, re constructores de la religiosidad y del camino hacia la excelencia salvaje del capitalismo místico.
Las carreteras se le caen a Santos (qué dicha tan grande, casi como el paso del América a la B) por incapaz y por tener un ministro del transporte que parece más bien un cantante de arrabaleros tangos en la calle de la mala vida de Manizales. Y no –óigase clarito– porque nosotros le hubiéramos dejado mal digamos que…el peralte.
Aunque hablando de mezcla, justamente la dejamos bajita en cemento y grande en arena, para que las bancas se inclinaran hacia el abismo Liberal, para que Santos se fuera de jeta y cayera con todo y lluvias y fango y carreteras en la desgracia pública, y que no pudiera transitar su marrulla por nuestras esplendidas autopistas de la productividad.
Que se caigan las carreteras como la de La Línea, no tiene nada que ver con las obras espléndidas, faraónicas, ciclópeas que hiciera el simpar Andrés Uriel Gallego, obispo de los túneles, cofundador del nulismo, cimiento y cemento del porvenir. Andrés Uriel, el Caterpillar del Opus Dei, la aplanadora de la U, el topo del presupuesto, monaguillo de las curvas y retro excavadora del contrato.
Andrés Uriel, presidenciable claro está, sucesor del Mesías, un hombre tan casto, probo y bueno que en lugar de ideología ha construido una geográfica y nacional coreografía de esquina a esquina, con camiones en colas llenando de productos las bermas, y flotas alegremente pitando por los corredores de la competitividad, en el bucólico y pastoril marco de un feliz campesinado que en una acuarela interminable es paisaje de fondo del triunfo del progreso que se encarna inmaculado en la Virgen uribista de los caminos.
Camiones y flotas y campesinos saludando desde la vereda y las veredas el paso de la civilización cristiana, del grial, del santísimo, al son de torbellinos y bullarengues. ¡Si, señores! A mí la patria orgullosa de sí misma me pone epidérmico, se me pone la piel de gallina y el cuero de marrano, resulto arrozudo del Saldaña, pensando en esta idílica imagen del país que nos dejó Uribe, bien cimentado, lleno de erectas varillas y cruces… de caminos, claro está.
Nosotros hicimos todo lo necesario por ampliar lo de La Línea, hacer el túnel, pero que íbamos a saber que el patán del Santos invocaría a los demonios del invierno; y todo solamente para hacer ver al uribismo como culpable de una supuesta imprevisión en materia de desarrollo vial y de infraestructura, cuando hicimos de todo en tan poco tiempo, favoreciendo a nuestros amigos los consultores, contratistas y constructores. Haciendo país y empresa.
Y digo de todo porque miren no más la envergadura de lo hecho en esta lista de cosas realizadas y chuleadas: tres cunetas en la vía a Villavicencio, 43 metros de pavimento en la vía Pasto Tumaco, dos y medio caminos vecinales en Soatá, repavimentación de 236 metros de la Panamericana entre Jamundí y Santander de Quilichao, un octavo de calzada a Tunja, el retén peaje del Vichada, tres semáforos en el Guainía, 637 árboles talados para abrir la marginal de la selva...
Inconmensurables y titánicas obras que dejara el Presidente Uribe, con su magna generosidad que la posteridad celebrará como el tiempo de la Mezcladora Democrática. Dejamos los pilotes y cimientos hundidos, que es lo que más plata da.
Y fíjense ustedes que la estación de lluvias, además, es como los indios, terca, pétrea impenetrable. Lo que da la tierrita son desgracias por no rezar, por pecar, terremotos producto de la masturbación colectiva, castigos de mi Dios. Deslizamientos punitivos contra Santos, por haberse alejado del redil, por haber roto el corral y ponerse a traicionar a Nuestro Amo Uribe.
Además la gente de bien –aún la de tierra caliente– y la clase dirigente, no se van a poner a perder tiempo en prever catástrofes que afectan a las capas innecesarias de las sociedad, a los parias y al ñeramen, a la maraña de desechables en que se ha convertido la mayoría de este país.
Lo hecho por Andrés Uriel, con línea y todo, es un trabajo colosal. Que se caigan las carreteras son vainas de la brujería y del destino que es pecaminosamente liberal. Además, lo importante es que a la gente de bien se le abastece por aire. La gente que vale la pena tiene platica con que pagar las vainas y si es necesario pues compramos o alquilamos helicópteros (o nos los presta el general Navas) para que nos surtan de productos nativos y de ultramarinos. Los demás están acostumbrados a tirar filo, de tal modo que el bloqueo de las vías no es nada grave para el destino nacional. La nación, señores, no es ni el constituyente primario (o sea el que no ha pasado de primaria) ni mucho menos la gleba o el Estado Llano. La Nación es el sector privado, la palma africana, el bio combustible, la nación es Nuestra Tele, la autodefensa y la católica mitra.
Dejen que las vías se arreglen con el tiempo (saludos a su eminencia doctor Luis Carlos Sarmiento benefactor de los ahorradores) y no se me pongan soberbios. No crean ni vayan a pretender que mientras acabábamos con la FAR y con el terrorismo de las ONG y del Polo, nos iba a quedar horario y espacio en el cronograma para pensar en pendejadas como las vías.
Militaricen esas vainas y se acaba el problema. Dinamiten las lomas, bombardeen los derrumbes y reabran las tercas vías a punta de Fuerza Pública, de Esmad ¡carajo! Que las mulas se vayan por las trochas, ¿o es que este país no lo construimos a punta de cascos y finos caballos de paso? A los que piden autopistas les decimos categóricamente: nada que cueste mucho puede ser buen negocio.
Señores contratistas y empresarios: no seme vayan a achicopalar o a dejar presionar por el Santos y los medios comunistas como El Espectador. Háganle a la vaina, pero lentamente, con mañita, fieles a nuestra máxima gran máxima “se le hace pero se le demora”. No se les ocurra solucionar esto rápido, porque además de que en la lentitud está la ganancia grande, se nos envalentona el Santos. Poquitos obreros, maquinaria restringida, más bien pico y pala. Lento y con buena letra. Que se sepa quién es el que manda, carachas.
De este modo y con este lindo paso, surgirán nuevos cerebros, nuevos genios como los muchachos Nule, que de una vez por todas desbarranquen lo público, para que este país entienda que solo lo privado debe y puede ser, y que lo demás es social democracia, chusma igualada y resentida o planes quinquenales cubanos.
¡Ministro pendejo, que dice que el problema no son las vías sino los terrenos aledaños! Aprenda además que el único camino que lleva a la felicidad es el de la fe. Y que sobretodo en invierno, ¡la fe mueve montañas!