Todo era alegría y emoción, a las 5 de la tarde hora local, en el Estadio Corregidora de la ciudad de Queretaro. Sin embargo, dicha tarde, en la que acudieron aficionados de ambos equipos, incluidos niños, se convertiría en una jornada de terror.
Beto Valdivia, fiel hincha de Atlas, fue testigo directo de lo que pasó aquella tarde. A través de sus redes sociales contó la angustia vivida el pasado sábado junto a su esposa.
Paradójicamente, ese mismo día celebraban su aniversario, y hasta comentaban el buen lugar que les había tocado adentro del estadio. “Le decía a mi esposa: de todos los partidos de visitante que he vivido es en el que he visto a más familias y niños de Atlas”, detalló.
La rivalidad entre estos dos equipos comenzó en el año 2007, cuando Atlas derrotó al Queretaro en Guadalajara y lo destinó al descenso en esa temporada. Y aunque desde ese entonces los conflictos entre sus hinchadas han sido el común denominador, nunca antes se habían enfrentado con tanta crueldad.
Según contó Valdivia, mientras transcurrían los minutos del encuentro comenzaron a registrarse los primeros enfrentamientos en las gradas. A él le pareció raro que no hubiera un sistema de seguridad robusto que contuviera las peleas.
“Volteando hacia la barra de Gallos (Queretaro) veíamos como empezaba a moverse una masa hacia los pasillos al no poder cruzarse por las butacas; en ese momento supe que ya estábamos en alto riesgo”, contó.
Cuando había transcurrido más de una hora de juego y con el marcador a favor de Atlas por la mínima diferencia, los enfrentamientos se trasladaron al campo de juego, por lo que los jugadores y cuerpos técnicos ingresaron de inmediato a los camerinos para resguardarse.
Al mismo tiempo, en las tribunas se desataba una batalla campal, por esa razón las familias también invadieron la cancha buscando seguridad para sus hijos pequeños.
“Toda la gente de atlas que estaba en la zona oriente brincó a la cancha para buscar resguardo bajo el estadio”, narró.
“Por mi mente solo pasaban dos cosas, brincarnos a la cancha o buscar apoyo con la gente de Queretaro. Jamás olvidaré la imagen de ver de frente a todas las personas de Atlas que estaban en la cancha desesperados buscando auxilio, jóvenes, mujeres, niños y adultos mayores”, agregó.
En medio de la violencia Beto Valdivia debía tomar una decisión junto a su esposa, saltar al campo de juego o salir por los pasillos. El riesgo era inminente, el solo hecho de vestir una camiseta rojiblanca ponía en peligro sus vidas.
Se la jugaron por ir a los pasillos para buscar una salida, pero se toparon de frente con un hincha de Queretaro.
“Antes de salir al pasillo una persona de Queretaro nos frenó y dijo: ¡No salgan! ¡Quítense ya sus playeras! A la par un grupo de personas nos rodearon cubriéndonos. En lo que me quitaba mi playera, un chavo de Queretaro desesperado le entregaba su playera a mi esposa para que se la pusiera encima”, aseguró.
Él pensó en seguir sin camiseta, pero sería más riesgoso aún; tener camiseta de Atlas, andar con camiseta de otro color o simplemente sin nada, sería una evidencia más que suficiente para ser violentados por las barras del equipo local. “Mi esposa imploraba porque alguien me diera alguna sudadera”.
“Un señor de la tercera edad y su hijo se pusieron a nuestro lado y nos dijo: “nosotros los sacamos”, pidió a su hijo que me diera la sudadera a pesar que él no quería por el mismo miedo de sentirse en riesgo por ayudarnos”, contó.
Los mismos hinchas del Queretaro, aquellos ajenos a la violencia, ayudaron a Beto Valdivia y su esposa, incluso hasta pusieron en riesgos sus propias vidas. Pero allí no terminaba todo, el reto era llegar hasta el parqueadero para salir rápido de esa zona.
“El camino hacia nuestro coche fue eterno, vimos ya a personas “inconscientes” tiradas en el suelo. Así continuamos sobre la calle viendo como continuaban estos vándalos/delincuentes golpeando personas inocentes. Por más increíble que parezca a escasos metros de llegar al coche aún seguíamos en peligro justo frente a nosotros venían dos asesinos buscando gente de Atlas con armas indescriptibles, una especie de tubos rodeados con cadenas (imposible que las hayan hecho en ese momento, ya lo tenían preparado); las arrastraban en el pavimento para que rechinaran causando aún más terror.”, narró.
Estuvieron más cerca del peligro de lo que esperaban, pasaron a menos de un metro de distancia de estos hombres que intimidaban con armas. “Solo tome de la mano a mi esposa y le dije entre labios disimula ya casi llegamos, sin inmutarnos ni agachar la cabeza pasamos a medio metro de ellos, logrando salir ilesos”.
Y aunque él y su esposa lograron salvarse, muchas otras personas no corrieron la misma suerte. Por esa razón, él y su esposa están liderando una campaña para recolectar fondos y ayudar a las víctimas de esta tragedia que ha manchado la pelota