
Por más de medio siglo, Doña Nydia ha sido sinónimo de entrega y templanza. Nacida en Neiva el 22 de octubre de 1931, en el seno de una familia que le inculcó la importancia de los valores y la vocación social, Nydia Quintero de Balcázar antes Nydia Quintero de Turbay no ha dejado de demostrar que la solidaridad puede convertirse en una forma de vida, incluso en un país que le ha causado tanto dolor por cuenta de la violencia política.
Hija de Jorge Quintero Céspedes y Adhalía Turbay Ayala, creció entre las calles polvorientas del Huila y los principios firmes de un hogar que creía en el poder de la ayuda al prójimo.
Desde niña acompañaba a su madre a llevar alimentos a los damnificados por las crecientes de los ríos o consuelo a los enfermos. Allí, en esos primeros gestos, germinó una convicción que se volvería motor de toda su existencia.
Estudió en varios colegios de religiosas: La Presentación en Neiva; las Dominicas Terciarias de Funza; el Rosario de Bogotá, y terminó sus estudios gracias a una beca en el Liceo Antonia Santos, luego de la muerte de su padre. Fue una adolescente cuando vivió de cerca el Bogotazo, una experiencia que, como ella misma recuerda, le marcó el alma. “Vi el país arder mientras agitábamos trapos rojos para poder volver a casa sin que nos atacaran”, reseñó el Banco de la República.
A los 16 años se casó con su tío materno, el dirigente liberal Julio César Turbay Ayala. Juntos tuvieron cuatro hijos: Julio César, Diana, Claudia y María Victoria. En 1978, Turbay fue elegido presidente de la República y ella, primera dama. Pero para entonces, Nydia ya había dado el primer paso que definiría su legado: en 1975, junto a su hija Diana Turbay, había creado la Fundación Solidaridad por Colombia.
La Fundación no nació desde la comodidad del poder, sino desde el contacto real con las necesidades de la gente. Acompañando a su esposo en sus giras políticas, Nydia había visto la pobreza cara a cara. Sin poder quedarse quieta, creó un proyecto que ha beneficiado a millones de colombianos en temas como nutrición, educación, reconstrucción tras desastres y fortalecimiento de las familias.
Su obra más conocida: la Caminata de la Solidaridad, un desfile colorido que cada año moviliza miles de personas y recauda fondos para seguir ayudando.
Durante su gestión como primera dama, presidió el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y logró ampliar la atención a menores de hasta 16 años. Pero nunca quiso la fama ni los aplausos. Prefería estar en las calles, en las veredas, siempre escuchando.
Su vida no ha estado exenta de dolor. El episodio más desgarrador fue el asesinato de su hija Diana, secuestrada por orden de Pablo Escobar y asesinada en un fallido intento de rescate en 1991. Desde entonces, el dolor se convirtió en motor. En honor a Diana, la Fundación creó programas de becas para jóvenes de escasos recursos. “Diana vive en cada joven que puede estudiar gracias a ese esfuerzo”, ha dicho Nydia en más de una ocasión.
En 1986, tras la anulación de su matrimonio con Turbay, contrajo nuevas nupcias con el político Gustavo Balcázar Monzón, pero su prioridad siguió siendo la misma: servir.
En 2016, después de más de 40 años al frente de la Fundación, cedió el liderazgo a su nieta, María Carolina Hoyos, hija del primer matrimonio de Diana Turbay. Pero sigue siendo la figura espiritual y moral de una organización que ha alcanzado el 100% del territorio colombiano.
Uno de sus mayores orgullos, sin duda, ha sido el papel que ha tenido en la vida de su nieto, Miguel Uribe Turbay, hijo de Diana, a quien prácticamente ayudó a criar tras el asesinato de su madre.
Miguel creció bajo el amparo firme, pero lleno de ternura, de una abuela que supo transformar el duelo en impulso para la vida. En medio del dolor, Nydia le enseñó a resistir sin rencor. A no dejarse consumir por el odio. A confiar en el valor de la justicia, de la democracia, del servicio público.
“Crecí aprendiendo que no podía ser indiferente, aprendiendo que liderar implica servir y que la solidaridad no es una sola palabra”, dijo Miguel sobre su abuela, quien ha seguido una carrera política marcada por esa misma vocación social.
Hoy, mientras Miguel Uribe lucha por su vida tras haber sido víctima de un atentado, el país entero vuelve la mirada hacia su historia familiar. Una historia marcada por la violencia política, por las heridas profundas del narcotráfico y por una constante: la entrega desinteresada a Colombia. Es difícil no ver cierta injusticia en que quienes más han dado, como los Turbay Quintero, sean también quienes más han sufrido. Que una familia que ha defendido los valores, la democracia y la reconciliación, cargue sobre sus hombros el precio brutal de la violencia.
A sus 93 años, Nydia Quintero vuelve a enfrentar un nuevo dolor. Pero no es una mujer vencida. Es, como siempre, un ejemplo de entereza. Un símbolo de lo que puede ser la política cuando nace del servicio, no del ego. Un recordatorio de que, incluso en medio del horror, hay quienes no se rinden.
“Mamá Nydia”, como la llaman quienes han sentido su ayuda, representa hoy una Colombia posible: una que cree en la solidaridad, en la educación, en el futuro. Una que no olvida, pero que no se deja consumir por la rabia. Una que sigue adelante pese a todo el dolor y el ruido de un país que un no sabe hablar en paz.