La expansión del virus del Covid-19 por todo el mundo ha sido rápida y letal. Según cifras de la Universidad Johns Hopkins más 5 millones de personas tienen la enfermedad y 300.000 han fallecido en estos cinco meses.
El virus golpeó fuerte la cotidianidad de miles de millones de seres humanos, incluyendo aquellos que desde la informalidad tratan de subsistir en una economía mediana como la colombiana.
Kienyke.com conoció la historia de William Valbuena, un vendedor de periódicos que desde que empezó el confinamiento se vio obligado a dejar de trabajar. Al principio primaba la salud, no lo dudó ni un segundo y se resguardó junto a su esposa e hija en su humilde casa ubicada en La Candelaria, en el centro de Bogotá.
Con el paso del tiempo, para una familia que sobrevive del día a día, las cosas empezaron a ser más difíciles. Lo ahorrado se agotaba y después de unas largas semanas de encierro tomó una decisión contundente: salir a trabajar en medio del confinamiento.
Países desarrollados como Italia, España y Reino Unido con una economía robusta y un sistema de salud fuerte, poco a poco han logrado superar el contagio masivo pasando por una estricta cuarentena. Las imágenes de ciudades totalmente vacías, inhóspitas y algo deprimentes pasarán a la historia, pero en medio de la incertidumbre sus ciudadanos empiezan a superar al Covid-19.
En Colombia la situación tiene factores más complejos. El coronavirus llegó en el mes de marzo y las autoridades inmediatamente empezaron a trazar la ruta de contagio. Sin embargo, conforme pasaban los días cientos de ciudadanos en Bogotá y otras ciudades capitales empezaron a presentar síntomas. El camino era más obvio, se debía establecer una restringida cuarentena.
A diferencia de esos países europeos donde la brecha de pobreza no es amplía, en Colombia las cosas son distintas. No solo llegaba la crisis por una emergencia sanitaria sino también, al confinar a millones de personas muchas de ellas con trabajos en la informalidad, iba a despertar otro drama, el de la necesidad y el hambre.
Un vendedor de periódicos
Don William ya pasó la raya de los 50 años. A esa edad muchos empiezan a pensar en su jubilación. Pero él ha sido un trabajador informal la mayor parte de su vida. Desde hace más de 20 años vende periódicos en el centro de Bogotá.
Tiene una pequeña bodega donde guarda entre 200 y 500 periódicos que llegan desde medios de comunicación como El Tiempo, El Espectador y el Q’hubo. Allí él los distribuye a los conocidos pregoneros que caminan por diferentes barrios de la zona para que finalmente lleguen al lector.
Antes de la cuarentena, Don William le comentó a este medio que lograba obtener un ganacia diaria y con eso pagaba servicios, la comida para su familia, entre otros gastos.
A su local llegaban a diario entre 10 y 15 pregoneros, muchos de ellos ya son sus amigos por los años que llevan trabajando en el negocio de vender periódicos.
Si bien ya la situación de los periódicos impresos va en decadencia por la llegada de las nuevas tecnologías, se sumó la cuarentena que lo obligó a cerrar su negocio.
“Yo trabajaba en mi local y ahí también vendía mis tintos. Pero desde que llegó el virus me ha tocado estar en la casa y al principio yo traté de ayudar a algunos de los vendedores de periódicos que llegaban a abastecerse, pero ya después fue imposible”, relató Don William.
- Vea aquí la galería completa: La vida de un vendedor de periódicos en tiempos de coronavirus
Nos contó también que el encierro lo ha llevado a sentirse desesperado. Que cambie de la noche a la mañana la rutina que hace más de dos décadas venía realizando en su trabajo lo dejó fuera de base.
“Al principio pensé que esto iba a durar poquito, unas semanas, pero ya llevamos dos meses en estas y no hay plata. La verdad prefiero salir y arriesgarme para conseguir lo del diario”, dijo este trabajador.
En el último decreto presidencial que extendió la cuarentena hasta este 25 de mayo, Don William aprovechó la oportunidad de que más personas están saliendo a su trabajo y regresó a esa esquina donde junto a su carrito de los tintos se ubicaba desde hace años.
El regreso a la calle: soledad y pandemia
Un fotoperiodista de Kienyke.com acompañó a Don William en su regreso al trabajo luego de casi dos meses de estar encerrado en su casa.
Si bien las excepciones de salida son solo para algunos trabajadores de sectores como empresas de manufacturas y construcción, eso a él no le impidió salir nuevamente a esa cuadra ubicada en la carrera 8 con calle 18 para vender sus periódicos.
Salió en la madrugada de su casa ubicada en La Candelaria, muy cerca su lugar de destino. Con tapabocas y en su bicicleta en la cual en la parte de enfrente tiene un canasto donde empacó unos 20 periódicos que le llegaron del Q’Hubo, cogió camino.
Ya en la bodega que tiene sacó su carrito donde tiene varios termos repletos de un tinto fresco y caliente, que caen muy bien en las mañanas bogotanas. Desde su casa en una mochila que le dio El Tiempo, guarda esos termos, pero también los productos de limpieza y demás productos que vende.
Apenas aclaraba el cielo y Don William en medio de una tremenda soledad desinfectó su puesto de trabajo. Sacó varios chicles, cigarrillos y un par de paquetes de mogollas, que ubicó posteriormente en el carrito. También colocó una característica silla roja donde se sienta en medio de la larga jornada que le depara el día.
Se ubicó y ahora tocaba esperar a los clientes. Tomó un ejemplar del Q’Hubo y se puso a leer, dice que suele leer mucho los periódicos que le llegan. Siente que como vendedor de periódicos debe estar bien informado.
“Yo he leo bastante y sobre este tema del coronavirus uno no sabe qué creer. Todos dicen algo distinto. Hay versiones que dicen que el virus fue creado en un laboratorio en China”, le dijo a Kienyke.com.
Dice que han sido días duros de pocas ventas. Ve con preocupación cómo las calles siguen solas en una zona que desde siempre ha sido tan concurrida como lo es la Octava.
