El emisario de la iglesia que, incluso, habla con los ateos

Jue, 28/03/2013 - 04:00
El padre Mario Toro es franco: su trabajo no siempre es fácil. Por una parte hay algunas iglesias temerosas del diálogo, como un sector de los pentecostales o evangélicos. También algunos miembros
El padre Mario Toro es franco: su trabajo no siempre es fácil. Por una parte hay algunas iglesias temerosas del diálogo, como un sector de los pentecostales o evangélicos. También algunos miembros de la iglesia católica no están de acuerdo. “Pueden decir que esto es relativismo, al tratar todas las religiones como importantes o iguales, y para ellos eso está mal porque creen que nuestra religión es ‘superior’. Pero eso sólo está en la cabeza de algunos”, dice. Toro es, en la iglesia católica de Colombia, el encargado de tratar con ateos, musulmanes, judíos, budistas y más. El padre Mario es un hombre grande y de manos anchas, las cuales ha empleado para trabajar en construcciones o dando sermones. Su oficina es una mezcla entre figuras indígenas talladas en madera, imágenes de San Francisco de Asís, algunas de la Virgen de Guadalupe, y distintos libros de académicos, una de sus verdaderas vocaciones es la investigación. No era el tipo de cura que aspiraba a tener una oficina en la Conferencia Episcopal Colombiana, donde es Director del Departamento de Promoción de la Unidad y el Diálogo y de Etnias. Lo suyo era el trabajo social. Diplomático de la iglesia, Kienyke Los representantes de distintas religiones en Colombia, como musulmanes, budistas, católicos y judíos,  se reúnen una vez al año oficialmente para entablar diálogos ecuménicos.  La mayor parte de su vida ha pasado entre Barrancabermeja, Guapi, la comuna nororiental de Medellín y Yunguillo en el Putumayo. Todo ese recorrido lo llevó hasta su trabajo actual que consiste en conocer y mediar con las otras iglesias. “Me he relacionado con judíos, musulmanes, cristianos de todas las clases y budistas. Trabajamos juntos y ahora andamos con la oficina de Asuntos Religiosos del ministerio del Interior, para que haya más seriedad en la aprobación de la personería jurídica a los cultos religiosos, porque a veces se la dan a grupos religiosos que no tienen fundamentación de nada”, cuenta el padre Mario. Agrega que “hay algunas iglesias más recelosas que otras, como por ejemplo algunos grupos pentecostales, pero en general iglesias milenarias como anglicanos, metodistas, budistas o musulmanes son más abiertos”. Un pasillo para todas las religiones Cerca de la oficina del padre Toro rondan los curas católicos y también religiosos budistas, judíos, musulmanes y líderes de las iglesias Evangélica, Episcopal, Luterana, Metodista, Presbiteriana y Menonita que asisten a una reunión de la iniciativa Religiones por la Paz. Kyoichi Sugino, secretario General Adjunto de Religiones por la Paz, dice que la principal motivación de este encuentro es el reconocimiento entre religiones para saber qué hacer por la paz.  “Tenemos una identidad multirreligiosa porque en lo que creemos es en Dios, no en la guerra. Nuestras metas van a ser empoderar al pobre, ayudar a cumplir las Metas del Milenio, la salud y el cambio climático”. Diplomático de la iglesia, Kienyke Para el padre Mario Toro algunos sectores de los pentecostales  y de los evangélicos son los más 'cerrados' al diálogo. De igual forma hay miembros de la Iglesia Católica que aún creen que por pertenecer a una institución "superior" no se pueden poner al mismo nivel de las otras religiones.  Ahmad Tajel, quien nació en Siria y dirige la Mezquita de la Carrera 30 con Calle 80 en Bogotá, dice que muchos de sus amigos son judíos y que se reúne sin problema con otros líderes religiosos. “Nuestras diferencias precisamente nos acercan porque nos comprometemos a trabajar juntos a pesar de eso. Yo por ejemplo soy miembro del equipo Vaticano y Musulmán”, afirma Tajel. Los ateos El padre Mario participa de vez en cuando en el programa de Canal Capital ‘Un Café con fe’. En una de las discusiones dentro del show preguntó quién era ateo y el director del programa, Mauricio Ochoa, alzó la mano. Lo primero que hizo el padre Toro fue felicitarlo y con gratitud invitarlo a conversar acerca de sus creencias. “El atrio de los gentiles que encontró San Pablo en Atenas era un lugar dedicado al Dios desconocido. Ese atrio era para los que estaban fuera de la religión: los gentiles”, cuenta. Diplomático de la iglesia, Kienyke En Atenas existía el atrio de los Gentiles; el lugar reservado para los que estaban fuera de la religión. El padre Mario dice que las conversaciones con los ateos acerca de sus creencias son esenciales para la Iglesia Católica.  Evidentemente este es uno de los temas que más lo apasiona, por eso “en qué creen los que no creen” es la otra parte de su trabajo, que consiste en reunir a distintos ateos para analizar el sistema de valores. Dice que desde el papa Juan Pablo II se retomó esta idea que ha plasmado Umberto Eco en un libro que coescribió con el cardenal Carlo Martini. “Esta no es la selva” Antes de ser el líder del diálogo interreligioso en la iglesia Católica colombiana, Toro conoció de primera mano culturas antiguas de su propio país. “El día que me tomé el primer yagé fue cuando murió el papa Juan Pablo II en el 2005. Yo pedí ver quién sería el próximo Papa y comencé a visualizar cosas raras: volé sobre El Vaticano, después al norte de Italia encima del domo de Milán y hasta que sentí que llegaba a Alemania”. Cuenta que conscientemente algún signo lo había hecho pensar que Joseph Ratzinger sería elegido, pero en esas visiones todo fue más claro. Mario asistía a este tipo de tomas de yagé al final de cada año escolar con importantes taitas del Putumayo. Este padre también ha podido conocer otros rincones escondidos de Colombia como la serranía de San Lucas, que recuerda como un “bosque hermoso, alfombrado”, las minas de oro, el río Saija, el Amazonas, y más. Diplomático de la iglesia, Kienyke Mario Toro ha vivido en distintas partes del país como Yunguillo (Putumayo) o la Comuna Nororiental en Medellín. En estos sitios ha comprendido otras formas de espiritualidad a través de  la toma de Yagé o los rituales secretos de los afro.  “Pasé tres años con las comunidades afro en el río Saija. Mi primer encuentro con una cultura diferente. Aprendí de magia, rituales secretos, formas de relacionarse con los seres superiores. Después me trasladaron al Putumayo, en Yunguillo, donde encontré una espiritualidad muy linda. Es gente desprendida, simple, sin afanes, que respeta la naturaleza”. Después de ver el Saija vio el Sena. Se fue a vivir a París cuatro años para estudiar un doctorado en antropología social. En su búsqueda profesional y espiritual se fue a vivir junto con otros frailes a la comuna Nororiental de Medellín. Se propusieron ser una “fraternidad tugurial”. Al principio estos curas pasaron de incógnitos y consiguieron trabajo de obreros, después de cargar cajas en el laboratorio Lister. −Nos mataron, padre−le dijo un joven de la comuna amenazado de muerte, al escuchar  el gatillo de un arma. −No sea bobo, que eso fue una rama, le dijo el padre Mario. Al subir se encontró con los sicarios. “Oiga cura, usted qué se hace que íbamos a disparar y no nos funcionó el arma”. Mario solo atinó a decirles que eso era un signo de que con él no se debían meter. Lea también Al interior de una escuela de sacerdotes
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