El empresario que se la juega por la pobreza

Sáb, 13/08/2011 - 04:00
Su destino estaba marcado para crecer como directivo de exitosas empresas como Carulla-Vivero, que terminó en manos de Almacenes Éxito, y Payless Colombia. Pero su vocación social pesó más. Inter
Su destino estaba marcado para crecer como directivo de exitosas empresas como Carulla-Vivero, que terminó en manos de Almacenes Éxito, y Payless Colombia. Pero su vocación social pesó más. Interesado en temas de responsabilidad social, creó la fundación Futbol con corazón, dirigida a encontrarle oportunidades a 2000 niños, niñas y jóvenes vulnerables, entre los 5 y 16 años de edad, que viven en condiciones de extrema pobreza en el Caribe colombiano. El fútbol como elementos congregador para arrebatárselos al pandillismo y la delincuencia juvenil. Por este camino, Samuel Azout empezó a interesarse por la política y la gestión pública. Se estrenó en la campaña presidencial de Sergio Fajardo como asesor financiero  y,  sin ser cercano al presidente Juan Manuel Santos, terminó como Alto Consejero Presidencial para la Prosperidad Social. Su nuevo reto es grande: lograr que 350 mil familias superen la condición de extrema pobreza en Colombia, un plan que presentó el pasado 14 de marzo en Quibdó. Aunque no votó por él, Santos lo nombro Alto Consejero Presidencial para la Prosperidad Social. Azout, en  broma, dice que seguro el Presidente lo nombró en un cargo tan difícil porque no votó por él. Es la excepción entre el grupo de asesores del Palacio de Nariño, porque el resto lo conforman profesionales con los que  Santos ha trabajado durante años. No esconde su afición al Junior ni al Carnaval de Barranquilla, al que asiste desde que tiene 12 años. Como buen niño super protegido, consiguió la autorización paterna  para asistir a la primera Batalla de Flores porque iba acompañado de Rodrigo Cuello, Juan B. Fernández y Augusto García, algunos de sus amigos del Colegio Parrish. Hoy, 43 años después, sentado en su despacho del Palacio de Nariño, bajo la mirada atenta de una pequeña marimonda que reposa encima de un televisor y de varios cuadros de Los Beatles y de John F. Kennedy, Sammy, como le llaman  afectuosamente, recuerda que ese día se disfrazaron y regresaron a sus casas blancos de maizena. Fue un auténtico relajo, cuenta, mientras se acomoda sus grandes gafas redondas. Este año, ya como alto consejero, regresó como todos los años al Carnaval. Disfrazado de monocuco  se unió a la comparsa del barrio Las Nieves a la que  llegó  gracias  el empresario David Parrish, quien era su patrocinador. Desde entonces, es una cita que no falla. Junto a Margie, su esposa, viaja con antelación a Barranquilla para asistir cumplidamente a los ensayos previos de la comparsa y estar a la altura del grupo en el desfile por  la vía 40, en una fiesta popular en la que Sammy se siente cómodo porque allí se desdibujan las barreras sociales, económicas, religiosas o ideológicas. El nuevo reto de Azout es lograr que 350 mil familias superen la condición de extrema pobreza en Colombia. Su padre, Alberto Azout, ha sido determinante en su vida. Desde niño le inculcó la importancia de ser útil y dejar en el mundo un poquito más de lo que recibió. Durante las vacaciones lo llevaba a trabajar en el almacén de ropa de la vía 40, cuando ésta era zona industrial y no el corazón comercial de Barranquilla. Junto a su hermano Jack recibía pedidos, estampaba camisetas o manejaba la caja registradora. Su mamá, por su parte, se encargaba de acercarlo al mundo rural a través de una pequeña finca que tenían en la carretera de La Cordialidad donde manejaba una cría de pollos. Sammy vendía los huevos que producían las gallinas. Los cuatros hermanos, Jack, Raquel, Samuel y Clari, hacían oficios en las vacaciones para aprender en la práctica claves útiles para la vida. Los días de descanso los pasaban en Puerto Colombia con sus primos, donde armaban  “chocoritos” con las guayabas de un árbol cercano a la casa. Cogían las frutas, les sacaban la pulpa y con las cascaras armaban muñequitos que bautizaban con ese nombre. Sammy dice que, como a García Márquez, el olor de la guayaba lo marcó para siempre. Azout combina experiencia en el sector privado y conocimiento en temas sociales. El olor a la guayaba vuelto nostalgia durante sus años de estudiante en Estados Unidos en la Universidad de Cornell,  donde estudió economía, y en Georgetown, donde se especializó en administración. Una vez realizada la venta de Carulla-Vivero a Almacenes Éxito, tomó un año sabático y viajó a realizar el programa del máster en Administración Pública de la Universidad de Harvard, que finalmente se convirtió en una excusa para darle un vuelco a la vida. Regresó convencido de que el reto mayor estaba en encontrar caminos para que el país pudiera superar los altos índices de pobreza. Y en eso está. Los 25 años de trabajo en el sector privado y su trabajo en temas sociales hacen una buena combinación que le permite combinar los modelos mentales propios de los empresarios con las problemáticas sociales. Esta es la fórmula que quiere aportar para luchar contra la pobreza extrema con el programa Unidos por la prosperidad, al que se vinculó el Presidente Santos con la cúpula del gobierno la semana pasada en Sincelejo. Las cifras medirán los resultados finales de su esfuerzo.
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