El lugar de Bogotá donde cambian abrazos por Educación

Mié, 24/05/2017 - 08:03
Martha tenía 15 años cuando se fue a vivir con su novio. Su padre había abandonado la familia y las condiciones no eran fáciles. Entonces ella creyó encontrar al ‘hombre perfecto’. Pero perfe
Martha tenía 15 años cuando se fue a vivir con su novio. Su padre había abandonado la familia y las condiciones no eran fáciles. Entonces ella creyó encontrar al ‘hombre perfecto’. Pero perfecto no hay nada, mucho menos un hombre. Y así lo entendió Martha, 5 años después, cuando se enfrentó a situaciones difíciles que pusieron en riesgo su integridad. Martha decidió, ante el panorama, dejar al tipo. La intercesión de la Fiscalía permitió que el hombre se alejara de ellas. Sin embargo Martha quedó a la deriva, y durante dos años estuvo encerrada en su casa. La mantenía su mamá. “Bueno Martha –le dijo ella un día–: ¿yo me muero y usted qué va a hacer?
Como todo mundo, Martha tiene sueños. El de ella es ser diseñadora de modas. Pero no iba a ser fácil, mucho menos en las condiciones de Martha. Pero no se iba a rendir así no más.
Martha vive en Arrayanes, uno de los últimos barrios de Bogotá. Queda en los cerros surorientales, localidad de Usme. En un punto, mientras se sube y se sube, el paisaje metropolitano, caótico, sobrepoblado, se va transformando, y la ciudad se vuelve rural. Pero aun así sigue siendo Bogotá: esa Bogotá de millones de habitantes, pero que para todos pareciera tener espacio, incluso en puntos impensados. [single-related post_id="559820"] Arrayanes es un lugar humilde. En esa humildad hay una belleza singular. Parece un inmenso pesebre de casas pequeñas, más con cara de ranchos unas, levantadas a pesar de las circunstancias, a punta de pedazos de otras casas o con lo que se pudo encontrar. La mayoría de las calles están sin pavimentar. Hay muchos, muchos perros callejeros. Hace un frío terrible. Desde lo alto de la montaña se ve un manto largo de techos de zinc, apretados con ladrillos para que no se vuelen con el primer ventarrón. Arrayanes enternece. Es un barrio de oportunidades limitadas. En medio de esas condiciones, Martha y muchas personas más se han levantado y buscan hacer algo por ellas y por los suyos. Laudes Infantis es una fundación que ayuda a que eso sea posible. Allá, a Laudes, llegó Martha, dos años después de separarse. Quería hacer un curso de costura. Laudes no le cobró nada por enseñarle; pero tampoco sería Gratis: Martha tendría que “hacer un trueque”. Ella no sabía, en ese momento, qué era un truque, pero por aprender haría lo que fuera. La fundación le permitió que, a cambio de traer reciclaje –trueque medioambiental, lo llaman- ella pudiera estudiar. Con el tiempo, el truque cambió, y a Martha ya no le pidieron papel, cartón o botellas, sino un ‘trueque personal’. “Eso es empezar a quererse a sí mismo –comenta Martha–, empezar a venir con diferente peinado; empezar a venir vestida bien bonita. Y yo por mi curso lo hago. Cuando me vi al espejo me di cuenta que era otra Martha. Era un cambio extremo”. Después tomó un ‘Curso de habilidades’. Fue perdiendo la timidez y aprendió a hablar más fluidamente en público y otras cosas. “Ya por lo menos sé para dónde voy, qué es lo que quiero, y lo más importante, que aprendí a quererme a mí misma para poder replicar eso a mis hijas. ¿Con qué ejemplo podría educar a mis hijas?”. [single-related post_id="660514"] Desde que llegó a Laudes han pasado 5 años. Ahora Martha es la gerente del banco del trueque de la sede Arrayanes. Se encarga de recibir las ‘ofertas’ que lleguen y motivar a la gente, especialmente a las mujeres que han pasado por situaciones de maltrato como ella. “Todas las personas tenemos algo para dar a cambio. Con la metodología del trueque, hasta un abrazo se puede cambiar por educación”, dijo. [caption id="attachment_697720" align="alignnone" width="1024"]Martha Páez. Foto: Paola Peña Martha Páez.
Foto: Paola Peña[/caption] Laudes Infantis nació hace 18 años. Querían “hacer posibles los sueños de las personas de las montañas de Bogotá”. Empezaron en el Oasis, barrio de Ciudad Bolívar. En 1999 llegaron a Bella Flor, en la misma localidad, y luego a Arrayanes, en Usme. Esperan “transformar vidas y construir sueños de los habitantes de territorios con escasas posibilidades educativas y económicas por medio de la metodología del trueque”.
"¿Con qué ejemplo le podría educar a mis hijas?”.
El corazón de Laudes es el trueque. "Durante estos años, de la mano de la comunidades hemos logrado grandes avances para ir generando tejido social y económico, apoyados en nuestra modelo de intervención  diferencial la “Metodología del Trueque”, la cual se encuentra  basada en los principios de igualdad, equidad y dignidad, convirtiéndose en una herramienta de movilización ciudadana capaz de trasformar vidas". “Existen diversos tipos de trueque dependiendo de personas que intervengan en dicho tema, de la edad y del área –dicen–. Son trueques personales, familiares, de vivienda, de sueños, insólitos, de doble beneficio o sencillos. Todos ellos se establecen y gestionan por la misma comunidad”. [caption id="attachment_696728" align="alignnone" width="1024"]Foto: Paola Peña Diana Sierra e Ingrith Maldonado Foto: Paola Peña[/caption] Igual que Martha, muchas otras personas, mujeres y niños especialmente, se han visto beneficiados por Laudes. Tienen varias líneas de trabajo:  formación de liderazgos,  talleres lúdico-recreativos, actividades comunitarias, artísticas y juveniles, huertas comunitaria; promoción de derechos humanos y ambientales. Hay sala cuna, refuerzo escolar, fondo de becas y capacitación en distintas áreas productivas, porque uno de los objetivos principales de la fundación también es la de "la formación y cualificación para el empleo o el auto empleo a través de programa denominado “formación Integral” compuesto por varias áreas del conocimiento (habilidades personales y sociales, emprendimiento, educación financiera, Tics y oficios)".
Y todo funciona bajo la lógica del trueque. “Tú me das, yo te doy”. Todo mundo tiene algo para dar.
Diana Sierra llegó hace 5 años. Empezó asistiendo a algunos talleres, que dictaban miembros de la comunidad. Después ella dictó los cursos: enseñó sistemas y dibujo. Eso era lo que ella tenía para dar. Ingrith Maldonado llegó cuando estaba en grado 9, para prestar su servicio social. Han pasado 7 años. Siempre le gustó mucho estar con los niños. Desde que empezó en la fundación se fue encaminando hacía su sueño: ser docente. Pero no podría pagarse la carrera. Y como Laudes cumple sueños, hizo posible el de Ingrith también. Y el de Diana. [single-related post_id="661343"] Hace 3 años, Laudes infantis abrió un Jardín Infantil en el barrio Bella Flor. Diana e Ingrith, como parte de su trueque, son profesaras en Salamandra. Además de ropa, reciclaje, educación, libros, comida, Laudes Infantis da y recibe amor. Así, precisamente lo llaman: el trueque del amor. “Eso es un proceso continuo (el trueque) –comentó Diana– si uno participa en los talleres, si uno está activo en la fundación, tendrá la oportunidad de muchos beneficios. Así fue como me dieron la beca para poder estudiar licenciatura en pedagogía infantil y entrar después al jardín Salamandra”. Al ‘Banco del Trueque’ confluyen los miembros de la comunidad. Dan y reciben. También es la posibilidad de que se encuentren, dialoguen, aprendan, y vean cómo, juntos, podrían luchar contra las dificultades y la indiferencia. Como Martha, Ingrith, Diana, Jessica, hay miles de personas que se han visto beneficiados enormemente por el trueque. Ese mismo trueque que, en la medida de sus posibilidades, también los ha alejado de las situaciones difíciles que han tenido que vivir. "La labor que el equipo de la Fundación Laudes Infantis viene haciendo es  admirable y digna de reconocimiento, no sólo por la pasión, y compromiso que muestran día a día, sino sobre todo por la capacidad de hacer soñar a muchas personas que pensaban que no tenían derecho a ello".
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