Sandra Vega ha estado vinculada con el Teatro Jorge Eliecer Gaitán desde hace más 23 años, comenzó en el área de recaudo y taquilla, y actualmente es la jefa de camerinos. Sin duda que este teatro, ubicado en la localidad de Santa fe, es uno de los lugares más famosos en cuanto experiencias paranormales, por lo menos así lo reconocen los trabajadores del lugar y los artistas que lo frecuentan.
“Tenemos un fantasma que convive con nosotros”, señala Sandra vega en diálogo con KIenyKe.com. Lo dice sin resquemor y como si hablara de un viejo conocido.
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“Puedo atreverme a decir que habita en el camerino número uno. Para mí ya es muy normal compartir con él porque soy la última persona que cierra puertas”, señala.
Mientras realiza sus labores en el camerino uno, habla con él como si fuera una compañía más. Incluso cuenta que una vez la tocó y ella se dirigió a él para dejarle en claro que no la asustaba, ya que estaba acostumbrada a sentir su presencia en el lugar.
Todo comenzó en el año 2002 cuando los guardias de seguridad alertaron durante varias noches fuertes golpes que se escuchaban en la platea derecha, en el primer piso del teatro. El sonido era como si estuvieran haciendo una excavación en el recinto.
“Se escuchaba súper nítido una persona que le costaba mucho alzar la pica y cavaba, pero siempre era de noche”, explica Vega.
Ante la sorpresa y el miedo, las autoridades del teatro advirtieron a la Policía y otros grupos de investigación sobre los ruidos para descartar cualquier construcción en los alrededores. Hasta llegaron a pensar que el teatro sería tomado por algún grupo guerrillero ya que allí acudían personalidades de renombre. Finalmente, se descartó cualquier peligro real y se llegó a la conclusión de que era un fantasma.
Varios trabajadores del teatro así lo han entendido, y por esa razón todos trabajan con las puertas abiertas. Además, en varias oportunidades se ha manifestado, sobre todo cuando se proyectan videos, tras el reflejo del ciclorama.
“Es una persona que nos acompaña, que está todo el tiempo ahí y no se mete con ninguno. Todo el tiempo lo sentimos”, asegura.
El lugar preferido de este ser del más allá es el camerino número uno. El frio que se siente allí, según cuenta Sandra, no se siente en ningún otro punto del teatro. Por esa razón, es uno de los camerinos más descartados por los artistas que frecuentan el teatro.
“Es un hombre alto”, así lo describe ella y tiene pruebas para demostrarlo. Cuenta que durante un concierto de Santiago Cruz junto a la Sinfónica Nacional, una de las pianistas quiso inmortalizar el momento tomándose una selfie, pero le fue imposible. Allí apareció uno de los encargados de logística y le propuso sacar la foto. Tras tomar la foto y cerciorarse se dio cuenta que delante de ella estaba la sombra de una figura masculina que tapó el objetivo de la cámara.
En la foto compartida por Vega, se puede observar un hombre muy alto, con un sombrero, pantalón y chaqueta.
“No es susto, ya es costumbre lo que uno siente. Lo hace uno parte de su familia, porque se hace sentir, pero no se mete con nadie. Mueve luces, mueve instrumentos, pero ya finalmente, nos hemos acostumbrado a que esté ahí. Hace parte de nuestra casa”, asegura.
Al preguntar sobre la persona que deambula allí, la hipótesis más sonada apunta a un hombre que falleció durante la construcción del teatro, con lo cual se lo vincula con este fantasma.
Sin embargo, hay otros fenómenos paranormales en este lugar. Cuando hay eventos infantiles, se escuchan voces de niños y se observan sombras. Asimismo, en eventos con tambores se escuchan ruidos extraños.
Sandra se ha acostumbrado a convivir con este hombre del más allá. Lo ha hecho parte de su familia, de su trabajo y de su vida. No le teme, pero le genera respeto su presencia. Al fin y al cabo está en su casa y no en la de ella, así lo reconoce.
“Siempre acostumbro que cuando entro al camerino yo le pido permiso, porque lo cogí por educación. Digo ‘buen día, voy a abrir para que limpien’; ‘buenas noches, voy a cerrar’; ‘gracias porque estuvimos en su casa y nos permitió estar con tranquilidad’. Siempre le agradezco, un día no lo hice y cuando fui a salir me tropecé. Me devolví, busqué y no había con qué tropezarme”.