En Fusagasugá no caben los muertos ni hay horno crematorio

Mar, 16/02/2021 - 17:10
El padre Víctor Hugo Sanabria, administrador del cementerio Nuestra Señora de Belén de Fusagasugá, manifestó su preocupación en torno al tema sanitario.
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Juan David Moreno Gallego / Anadolu

El cementerio Nuestra Señora de Belén del municipio colombiano de Fusagasugá, en el departamento de Cundinamarca, funciona desde el año 1908.

Sin embargo, a pesar de la pandemia de coronavirus COVID-19, este camposanto no tiene un horno crematorio para incinerar los cadáveres de los fallecidos por este virus, que deja en el país 2.198.549 casos positivos y 57.786 muertos; y en el municipio 6.042 casos y 225 decesos.

Este es un tema que preocupa bastante al padre Víctor Hugo Sanabria, administrador del cementerio, quien relata el embrollo que hay alrededor de este tema y la honda preocupación que le genera la falta de un horno crematorio, que obliga a enterrar a todas las víctimas mortales de COVID-19 en bóvedas, casi que saturando los espacios disponibles.

A diferencia de otros municipios cercanos, Fusagasugá inicialmente no se vio tan afectado por la pandemia. Sin embargo, cuando se pensó que el momento más fuerte de la emergencia sanitaria había pasado, la población “se relajó” y el virus se extendió, al igual que el número de fallecidos.

Según relató Sanabria, antes de la pandemia y de acuerdo a las estadísticas de los años anteriores, se tenía un cálculo aproximado de cuántos fallecidos había mensualmente. Pero la COVID-19 ha cambiado mucho esta historia.

“Antes de la pandemia (antes de marzo de 2020), se contaba con alrededor de 400 bóvedas disponibles, más las que iban quedando libres tras la exhumación, pero a mediados de diciembre el número de fallecidos se disparó enormemente y en enero prácticamente teníamos que sacar un cadáver después de sus cuatro años y en la tarde ocupar esa misma bóveda”, dijo el religioso.

Las cifras dadas por el sacerdote revelan la crisis mortuoria que vivió este municipio a causa del segundo pico de la pandemia que azotó Colombia. Mientras en diciembre de 2019 hubo 51 sepulturas, en diciembre de 2020 fueron 102. Y mientras en enero de 2020 se enterró a 41 cadáveres, en enero de 2021 fueron 121. En 2020 hubo en total 702 sepultados en este cementerio.

Toda esta situación obligó a la construcción urgente de 50 bóvedas adicionales, a la búsqueda de más trabajadores y la adecuación de más protocolos para que ellos estuvieran protegidos, entre otras cosas.

¿A qué se debe esta situación? Según el padre, citando una norma sanitaria, todas las personas fallecidas por COVID-19 deben ser cremadas lo más pronto posible, pero esto no ha sido posible a pesar que “en Fusa hay un horno en el cementerio desde 2009”.

Esto se debe a que no ha sido posible obtener la licencia de la Corporación Autónoma Regional (CAR) de Cundinamarca, la autoridad ambiental de la zona, debido a problemas con el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) vigente, la norma que, entre otras, regula el uso del suelo en los municipios.

El problema radica en que el cementerio obtuvo las licencias de construcción que dice ‘capillas y horno crematorio’ en agosto de 2009. Con base en esa licencia se construyó el horno. Para dicho momento, estaba vigente el POT de 2007, sin embargo, dicho plan fue demandado, suspendido y declarado nulo en 2014.

A partir de allí, la autoridad ambiental cambió el uso del suelo y asegura que “no es apto para el horno crematorio”, cuenta Sanabria, al precisar que el uso que se permitió fue para “construir habitaciones, casas o apartamentos de alta densidad (edificios habitacionales de tres o cuatro pisos)”.

“Lo que nosotros alegamos es que, en el momento en que establecieron el POT 2001, el que entra en vigencia tras la anulación del de 2007, el cementerio que ya llevaba casi nueve décadas funcionando estaba aislado de la ciudad”, dice el padre.

Sanabria lamenta que a pesar de que “ha habido una inversión grande en la construcción de la estructura, de equipos que se trajeron de Alemania” y todo el trabajo dispuesto, por este asunto normativo no se ha podido poner al servicio de la región el horno crematorio y desde luego que eso ha afectado a la población local. 

Pero lo más alarmante de este asunto es que a pesar de la emergencia sanitaria mundial sigue estancado, entre la CAR y el concejo municipal, que al parecer se están trasladando la responsabilidad.

Y aunque en este momento ha bajado el número de fallecidos y se siguen exhumando algunos cadáveres en el cementerio Nuestra Señora de Belén de Fusagasugá para poder dar lugar a otros, al padre Víctor Sanabria y la comunidad les preocupa que no se dé solución, pues nada está por sentado respecto a la pandemia ante una posible tercera ola de coronavirus en el país.

Según concluyó el religioso, habilitar este horno sería una solución inmensa al tema de salubridad y ocupación de bóvedas, no solo para este momento sino a futuro, y también para que las familias “puedan llevar de una forma diferente el duelo”.

Por: Diego Carranza / Anadolu

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