Historias de taxi: el hombre de 80 años y 20 hijos

Mié, 06/12/2017 - 00:54
Don Ernesto Paz* tiene 80 años de edad. Pero parece de 60, dice. De esos, ha pasado muchos adentro de un taxi. Es un hombre de contextura promedio, ni robusto ni delgado, usa gafas, y, a pesar de su
Don Ernesto Paz* tiene 80 años de edad. Pero parece de 60, dice. De esos, ha pasado muchos adentro de un taxi. Es un hombre de contextura promedio, ni robusto ni delgado, usa gafas, y, a pesar de su edad, no tiene sino algunas canas en la cabeza. Habla con la propiedad de un catedrático que se ha formado en la universidad de la vida. El primer taxi que compró era un Chevrolet 150.  Era el año 1953. Pagó por él $3000: una cuota inicial de $1500 y luego $2 al mes. Un par de semanas después, le salió un trabajo y tuvo que ponerle conductor. Entonces había conseguido otro empleo. Trabajaba hasta las 5 pm. Luego recogía el taxi, hacía tareas adentro y a las 6 p.m. se iba para clase. Cuando salía, a las 10 p.m., manejaba hasta las 3 a.m. Dormía de 3 a 7 y luego se iba a su trabajo en el extinto Instituto de Crédito Territorial. Una rutina exigente. Estaba terminando el bachillerato. Después hizo la carrera de Ingeniería Mecánica a distancia, en la Universidad de San Sebastián en España. También estudió derecho en la Católica, pero nunca terminó, le faltó un año. [single-related post_id="735393"] La experiencia y los estudios le permitieron trabajar con el Estado durante 43 años. Se pensionó hace 25. Dijo que lo habían echado por viejo. Y sigue trabajando. Le “seguirá dando” hasta que se pueda mover. O hasta que pase el examen de manejo porque por ley le exige cada año hacerse una prueba que debe aprobar por lo menos el 80%.  No le bastó con “trabajar como burro”; también fue un padre prolífico y dejó 20 hijos sobre esta tierra: 16 hombres y 4 mujeres. 2 ya murieron. Procreó con 8 “amigas”, dice entre risas. El único amor de su vida fue su mamá, a quien le juró amor eterno desde sus 15 años.   Dice que “eso –lo de los muchos hijos– viene de familia porque en mi casa fuimos 18 hermanos”. Como su padre murió cuando don Ernesto tenía 3 años de edad, y su madre no podía criarlo a él ni a los otros, tuvo que pasar su infancia en un internado. “Muchas berracas las mujeres de esa época. Hoy en día uno en cada lado tiene un hijo. Antes era la embarazó: se casa o se muere. La ley era que no se podía jugar con los sentimientos de una mujer”. 80 años de edad y todavía trabaja; 20 hijos; una mente bastante lúcida, buen estado de salud ¿Cuál es el secreto? “Me he querido, me he amado, me he respetado. No me estreso. No le hago daño a mi cuerpo, porque el cuerpo de uno es un altar”. Cuidar el cuerpo significa no “meterle” cosas que le hagan daño: ni alcohol, ni drogas, ni siquiera café porque le decían que era malo para la memoria. [single-related post_id="786247"] Dice con orgullo que trabajó mucho para sacar adelante a todos sus hijos. Médicos, abogados, ingenieros, contadores, administradores de empresas, economistas: ni uno solo se quedó sin carrera. Uno de esos hijos quiere ser Presidente de la República. Para verlo, don Ernesto le ha pedido a Dios que le dé 30 años más de vida. Entre tantas experiencias, tantas circunstancias, le ofrecieron incursionar en la política y en la mafia. Evidentemente no aceptó ninguna por una particular postura: “No sé cuál de las dos es mejor –dijo–: si ser político o ser mafioso. A veces pienso que ser mafioso porque el político se roba la plata del pobre, en cambio el mafioso produce; malo, pero produce. No se la quitan a nadie”. Dos carreras. 20 hijos, 33 nietos, 13 bisnietos, 2 tataranietos y un perro labrador grande y noble llamado Duque. “A ese lo quiero más que a mis hijos porque está con uno todo el tiempo. Salgo a la calle y no me deja para ningún lado”. Y 80 años de experiencias.   
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