José Ordóñez: de cuentachistes a predicador

Mar, 23/08/2011 - 15:00
Mientras la aduana británica decomisaba 250 kilos de cocaína en el buque Maipo de bandera colombiana y se estipulaba que a partir de la media noche estaba restringido

Mientras la aduana británica decomisaba 250 kilos de cocaína en el buque Maipo de bandera colombiana y se estipulaba que a partir de la media noche estaba restringido el uso de armas de fuego durante doce días en Bogotá por el alto índice de violencia, José Ordóñez contaba chistes sin parar durante 24 horas. Comenzó a las 10.45 a.m. del 28 de diciembre de 1993.

En el tercer piso del edificio de Caracol Radio, ubicado en la Zona Industrial, Ordóñez se enfrentaba a un micrófono en la emisora Radioactiva. Este fue el primero de los ocho récords que batió a lo largo de su carrera como humorista. El más reciente es de 72 horas. El repertorio lo tenía en su computador, en un programa llamado Basic, y lo había usado días antes por más de dos horas para contarle cuentos a Alberto ‘Tito’ López, director de la emisora, y demostrarle que era capaz de la hazaña. Pero la selección no fue suficiente porque cinco minutos antes de cumplirse la meta se vio obligado a improvisar. Su voz llegó a más de treinta emisoras de Colombia y a varias en Ecuador, Venezuela y Estados Unidos. Descansaba tres minutos cada hora, tomaba varios litros de agua y probaba algunos bocados de comida. A las 10.46 de la mañana del 29 de diciembre, Ordóñez había perdido tres kilos de peso, pero había alcanzado su meta. Entonces abrazó a su padre, de quien heredó su nombre y el humor, con unas cuantas lágrimas.

 

La proeza de un día le cambió el rumbo de su vida. Ordóñez dejó en el pasado el libreto como vendedor ambulante y lo cambió por el rol de un humorista exitoso gracias a los récords mundiales y la creación de ‘Ordóñese de la Risa’, programa que alcanzó a tener más de 80 puntos de rating y se vendió a la televisión de Estados Unidos, Ecuador y Panamá. Pero hace catorce años, la misma fama le dio un nuevo papel para interpretar. Luego de vivir una quiebra y poner al límite su matrimonio por el alcohol y la infidelidad, decidió botar a la basura todos los chistes verdes y convertirse en un predicador de la iglesia cristiana. Hoy es pastor de matrimonio en la Iglesia Sobre la Roca en Miami ─ciudad donde vive hace cuatro años─, ha recorrido Latinoamérica y parte de Europa con sus dos shows de stand up comedy: ‘Yo no pedí nacer’ y ‘Emparejados’. Este último ganó doble disco de platino en Colombia. Anualmente sus prédicas le llega a más de 500 mil personas. Su método es tan efectivo, que tiene la agenda copada en lo que resta del año. Ha establecido dos empresas que manejan la organización de los shows, una en Miami y otra en Colombia. Se le otorgó doble disco de platino por la venta de su DVD ‘Emparejados’, su show para salvar el matrimonio.

Desde hace 14 años, José es pastor en la iglesia La Casa Sobre la Roca.

“No me acuerde que me erizo”, dice el papá de Ordóñez cuando habla del niño inquieto que nació en Bogotá y creció en Bucaramanga en una familia compuesta por seis hijos. Cuenta que José organizaba pequeñas obras de teatro con sus hermanos y tenía la costumbre de envolverse la cabeza con una sábana para personificar a Kaliman, el protagonista de una serie radial de la época. En el colegio se destacó por apodar a sus compañeros del salón, pero nunca por su nivel académico. En varias ocasiones, su constante indisciplina lo llevó a ser expulsado de varios colegios. Para esta época ya era un hincha fervoroso del Atlético Bucaramanga. A los diez años vio jugar por primera vez a ‘Los Búcaros’ contra el Once Caldas en el estadio Alfonso López. Aunque el marcador final del encuentro fue 1-1 ─el gol fue del delantero Eusebio Vera Lima─ ratificó su pasión por el equipo. En los años de ‘Ordóñese de la Risa’ compró cachuchas, camisetas y una bandera gigante a un club de fans del programa para que animaran los partidos. También creó la sección de los santandereanos, donde hacía una apología a la cultura de la región y a su pasión por el fútbol.

 

José solo estudió hasta octavo de bachillerato y decidió viajar a Bogotá para aventurarse y buscar su independencia. A su llegada vivió solo en una habitación del barrio San Fernando. Se ganaba la vida vendiendo gelatinas de pata, que él mismo preparaba, a las afueras del supermercado Colsubsidio. Un suegro le enseñó la receta. También vendió papel higiénico puerta a puerta y fue el mensajero de una relojería. Pero el joven hijo de un latonero había nacido para hacer reír a la gente.

Su papá solía escribir rutinas para presentar en ‘Sábados Felices’ y ‘Operación Ja Ja’. Cuando algún chiste no tenía mucha gracia, arrojaba las hojas al piso. Éstas, sin embargo, no se perdían porque Ordóñez, sin que su padre lo notara, recogía los papeles tachonados y los guardaba. Siempre fue fanático suyo. Después de haberlas coleccionado por años, un día, muy serio, le dijo a su papá que le iba a devolver todo el capital que le había heredado y, agradeciéndole, le entregó un paquete con más de 300 hojas inconclusas de sus libretos.

Convertido en humorista, pasó por el escenario de ‘Sábados felices’ como cuenta chistes. La primera imitación que hizo fue del presentador del Noticiero de las 7 José Fernández Gómez. Ese día no terminó su show porque el bigote postizo le picaba la nariz. Durante cuatro programas ocupó el segundo lugar. Su papá asegura que José no ganó el primer puesto porque Alfonso Lizarazo, conductor del programa, manipulaba el resultado por el rencor que le tenía al papá del nuevo humorista. Al finalizar el año, fue invitado a participar en la final con los 15 mejores cuenta chistes. Ganó en 1988 y recibió como premio un carro de marca Renault. José compartió las ganancias con su papá, quien fue el encargado de hacer sus libretos para cada presentación. También trabajó en la emisora Radioactiva y en el programa ‘No me lo cambie’ junto al humorista José Manuel Ospina.

Ordóñez vive con su familia en Miami desde hace 4 años.

Pero ‘Ordoñese de la risa’ fue su catapulta a la fama. El programa que se emitió desde 1995 hasta 1999 fue creado y dirigido por él mismo. Durante esta época, era común que se despertara a media noche y corriera para buscar dónde escribir las ideas que le llegaban en medio del sueño. Las grabaciones del programa se hacían fuera de la ciudad. Durante los viajes quien se durmiera, era víctimas de pellizcos y nalgadas. Su papá cuenta que en una ocasión obligaron al humorista Nelson Neira, quien interpretaba a Gomelina, a bajarse del bus en calzoncillos y darle tres vueltas al bus donde viajaban. Antes de cumplir la última vuelta, le ordenaron al conductor que lo dejara en medio de la carretera. Al final de las jornadas de grabación, solían jugar fútbol y tomarse un trago. El éxito del programa superó las expectativas del rating. Por cada cinco puntos adicionales, recibían un poco más de regalías. Las ganancias alcanzaron a incrementarse en un 25%, comenta su papá.

La repentina abundancia, como lo recuerda su esposa, Yasmith, hizo que la familia dejara de tomar agua de panela para ir a comer al famoso restaurante La Fragata. Sin embargo, su comida preferida sigue siendo el arroz. La vida les había cambiado y el dinero comenzó a borrar todas las necesidades del pasado. José y Yasmith se conocieron en el programa radial ‘La escuelita de Doña Rita’ de Caracol Radio en mayo de 1989, y el 23 de diciembre del mismo año se casaron en la iglesia del Divino Niño en Bucaramanga. Ella tenía tres meses de embarazo. Yasmith confiesa que Ordóñez la enamoró cantándole Con olor a hierba de Emmanuel y recuerda que su cita más especial fue en una función del circo de los Hermanos Gasca.

E loro Cornelio y la perrita Kissie son sus mascotas.

José se casó con un vestido prestado, los zapatos rotos. El único patrimonio que tenía era su cama de soltero. El vestido de Yasmith, diseñado por su hermana, fue confeccionado por una modista de Piedecuesta (Santander). El traje le quedaba tan ceñido que parecía una sirena y no podía caminar.

Para elaborar las argollas del matrimonio, fundieron las pocas joyas que tenía Yasmith, como su anillo de bachiller. Empapados de pies a cabeza por un aguacero, después de resguardarse en vano bajo un árbol, llegaron tarde a su propia fiesta. A pesar de haber repartido invitaciones por doquier para la celebración, solo asistieron la familia de Yasmith, una hermana de José y dos vecinas chismosas. De la fiesta sobró la mayoría de la pepitoria que había preparado la suegra de Ordóñez, pero no eran épocas para desperdiciar y se convirtió en el calentado que comieron durante varios días. Cinco meses después, nació su hija Tatiana en medio de muchas precariedades. En una ocasión, José no tenía plata para comprar la leche de su hija y decidió emprender camino a Bucaramanga en una bicicleta. Allí buscó algunos amigos y logró que le regalaran un par de tarros de leche y 15 mil pesos. De regreso, se accidentó y perdió varios dientes.

Mientras el sueño de Yasmith de tener una familia modelo se desvanecía, la fama de José comenzó a crecer. Ella admite que fue la época más triste de su vida. Ordóñez estuvo ausente por sus viajes, grabaciones y fiestas de los fines de semana. Su papá recuerda que en esa época, él mismo le escogía las mujeres a su hijo. “Con un solo vaso de whiskey, se le borraba el casete”, afirma. Vivía para divertirse. Los excesos se hicieron más frecuentes y Yasmith, cansada de luchar por el hogar, decidió separarse y trasladarse a Bucaramanga. Él viajaba con frecuencia a visitar a sus hijos y hasta arrendó una casa en el mismo conjunto donde vivían para estar cerca de su familia. Reconquistar a Yasmith duró cinco meses. Volvieron cuando Ordóñez le prometió ante Dios que iba a cambiar.

Ordóñez cambió su vida después de casi haber perdido su matrimonio.

Sin explicación alguna, Ordóñez sentía la obligación de subirse a los buses de servicio público para predicar. Decía algunas palabras y le regalaba a los viajeros unos pequeños libritos con mensajes bíblicos. La gente incrédula le preguntada: “¿Dónde está la cámara escondida?”. José había retomado el cristianismo, que practicó de 16 a los 20 años. Cuenta que al principio no fue bien recibido por los cristianos.

Sin embargo, su participación en el reality ‘La isla de los famosos’ fue el aval para ser aceptado como predicador. Su técnica es comenzar con humor, hablar de Jesús, poner una reflexión en el aire y cerrar con algunos chistes. También se ha dedicado a leer la biblia y algunos libros de teología.

 

José nunca pierde el humor en su casa. En ocasiones, sus hijos Tatiana, José Daniel, Andrés David y María Juliana, amanecen con un papá que ha cambiado de personalidad y se comporta como un argentino durante todo el día. Luego de la crisis con su esposa, aprendió a dejarle mensajes en papelitos pegados en los espejos de los baños. Comparte su tiempo libre en familia y con sus dos mascotas, Cornelio, un loro de seis meses que dice “i love you” y que saca a pasear con correa, y Kissie, una perrita que le esculca la maleta cada vez que llega de viaje. José Ordóñez no tiene celular. Odia ese aparato. No sabe de números ni administración. Se siente agradecido porque aunque fue un mujeriego y un borracho de malos tragos, el público lo ha perdonado.

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