“Lo que pasa es que la gente ya no lee”. La sentencia de don Fernando es contundente. Le pregunté si se puede vivir de vender libros. Cuando responde, sus palabras salen cargadas de nostalgia. Nostalgia y sabiduría. Es como si también dijera “todo tiempo pasado fue mejor”. Él atiende una de las librerías de la calle 12 en Bogotá.
Sabiduría: ¿qué más se le podría pedir a un hombre que ha pasado más de 30 años entre libros? Esa parece ser la constante en esta calle: hombres y mujeres mayores que han dedicado su vida a los libros. Don Fernando apenas es uno de ellos.
La calle de las librerías
Queda en el centro de Bogotá, por toda la calle 12, entre carreras 7 y 10. Hay librerías de todo tipo: especializadas en textos jurídicos, en literatura o en libros para niños. También, con cierto cinismo, como prueba de lo que hace un colombiano para sobrevivir, se exhiben, en improvisados puestos sobre la calle cientos de libros piratas. La mayoría de esas copias, unas espantosas, casi ilegibles, otras ‘muy bien logradas’, son del ‘libro de moda’.
[single-related post_id="504619"]
“Ya casi no se piratean clásicos porque no se venden”, o eso fue lo que me dijo una mujer joven que, con el abrasivo sol de las 11 de la mañana, ofrece un ejemplar pirata de La chica del tren. Sobre una tabla exhibe una edición completa de Crimen y Castigo. Lo tomo y lo ojeo. “Se lo dejo en 10 mil”, dice ella, “vea lo bonito que está”, y me lo enseña con cuidado. Entonces le pregunté si ya lo había leído. “No –dijo–: a mí no me gusta leer”. Esa debe ser la diferencia: los libreros sí leen.
“A la orden, qué libro busca”, es la frase que más se escucha por aquí.
La primera vez que vine fue hace más de 10 años, cuando en el colegio me mandaron a leer el magnífico Principito. Recuerdo que esa vez, mi mamá pagó $1500 pesos por él. Aún lo tengo en mi biblioteca. Después, el sano hábito de leer me volvió visitante regular de la calle de los libros. Aquí he encontrado desde la saga completa de El Señor de los anillos, a un precio casi que irrisible, hasta ediciones de lujo, preciosas, de los clásicos que hace unos años sacaba el Círculo de lectores. Muchos de los libros que forman mi humilde biblioteca han salido de esta calle.
[caption id="attachment_735400" align="alignnone" width="1024"] Foto: Luisa Ardila/Kienyke.com[/caption]
Los Libreros
La librería de don Fernando queda al fondo de un centro comercial llamado ‘Centro cultural del Libro’. Es un local pequeño y austero, muy diferente al que tenía don Fernando antes, cuando aún se podía vivir de vender libros. Aunque para él, todavía se puede vivir de los libros. No es lo mismo que antes, pero “ya no en la misma proporción que antiguamente”, dijo.
“Realmente las dificultades que hay en la venta de libros es porque los estudiantes y los profesores, en las universidades, ya no compran el texto como tal. Se ha cambiado por la fotocopia o por lo que hay en internet”, explicó don Fernando. Pero “todavía se vende alguito”..
[polldaddy poll=9808023]
José Iván Cabrera es otro de los libreros de años aquí. Dice que han sido 30 o más. Es un hombre mayor, con un gesto inquebrantable de seriedad, vestido de chaleco, y corbata, a la vieja usanza ‘cachaca’. Su librería, un poco más grande que la de don Fernando, queda en el mismo centro cultural.
“Casi que no aguanta uno, en realidad”, dice y suspira, luego de que le lancé la pregunta de que si se puede vivir de vender libros. Se sostiene por la venta de libros caros, como por ejemplo los atlas de anatomía para los estudiantes de medicina. Un ejemplar, depende el título o la edición, podría estar entre 150 y 300 mil pesos.
[single-related post_id="660514"]
En cuanto a literatura, dice que con lo que mejor le va es con los escritores colombianos. Mario Mendoza y Héctor Abad Faciolience se venden “relativamente bien”.
Al frente del centro cultural queda la librería de don “Antonio” –no se llama así pero dijo que no quería que se supiera su nombre real–. El lugar es una de los negocios más completos y grandes de la calle. Tiene ese indescriptible olor a libro viejo. Al fondo, de unos parlantes que parecen ser lo único moderno aquí, sale un triste concierto de violín. En estantes de más de 3 metros, que ocupan todo el local, se exponen libros de todos los temas, en varios idiomas, gruesos, delgados, nuevos o antiguos. Antonio es el guardián de ellos. Más de 50 años en esa tarea. Ya se ve cansado.
"En este lugar, vienen los libros a morir. Algunos han hecho un recorrido muy largo. Nosotros somos los sepultureros". Aunque puede que haya libros que resucitan. Eso también pasa.
En esa librería capotean la crisis con promociones: “1 libro en $1000, 3 en $2000, 7 en $4000, 10 en $5000, 22 en $10.000”. Él es un poco más dramático y está convencido que los libros van a desaparecer. “Pero no por el internet. El internet también va a desaparecer. Todos vamos a desaparecer”.
Lo mejor de ser librero es estar entre libros. Eso es maravilloso, y también el placer de estar en contacto con gente que sí lee, con “gente inquieta”. Pero no todo es ‘color de rosa’. Antonio también tiene una opinión algo “particular” sobre la lectura. Cree que nadie debería leer porque “la lectura mata la memoria y la imaginación. Uno se vuelve dependiente de la imaginación de otro. Cuando uno es niño, que no sabe leer, con muy pocas palabras construye mundos de fantasía, de sueños. Ya cuando uno empieza a leer también empieza a depender de la imaginación de los otros”.
Doña Isabel, de una librería vecina a la de Antonio, y que también tiene encima 40 años “en el negocio”, dice que ya no se puede vivir de los libros. Ni de escribirlos, ni de imprimirlos ni de venderlos. “Los libros ya no sirven”, dice ella, con un aire de tristeza. “O bueno, no es que los libros no sirvan; los libros servirán siempre, para alguna cosa, lo que no sirve es el negocio”. A tal nivel ha llegado la situación, que ella y su socio están reduciendo su local, muy grande antes, para poner una cafetería o un restaurante.
La escritora
No sólo hay problemas en vivir de vender libros. También los hay en hacerlos; en escribirlos. Piedad Bonnet, poeta, me dijo que “En Colombia sólo unos pocos escritores pueden vivir de su trabajo. No creo que más de cuatro o cinco”.
Es un poco más positiva en el sentido del ‘negocio’ de la venta de libros: “Yo creo que siempre habrá gente que compre libros. Pero en un país donde las grandes mayorías tienen muy poco poder adquisitivo a mucha gente le resulta difícil comprar los libros que quisiera. También es cierto que una cierta proporción de lectores lee en medios electrónicos. Y que los índices de lectura de país siguen siendo muy bajos”.
Tampoco piensa, como es la triste opinión de muchos ahora, que la tecnología podría acabar con los libros. “Estoy segura de que las nuevas tecnologías no arrasarán los libros, por lo menos por un tiempo. Es más: el libro sigue prevaleciendo como medio de lectura. No creo que haya qué salvar al libro sino los hábitos de lectura. Si la gente lee el libro no peligrará”.
[single-related post_id="648145"]
A algún escritor, no recuerdo a cuál, le oí decir en una entrevista que cuando escribir empieza a ser doloroso, o, incluso durante toda la carrera, sea o no fructífera –fructífera en términos de ganancias y producción–, los escritores se ven, también, como libreros. Partamos de que escribir trae implícito un inmenso amor por los libros. Qué mejor, entonces, que dedicar la vida, no sólo a hacerlos, sino a venderlos, a cuidarlos, a hablarle a la gente de ellos. “Mi librería sería hermosa, amable, con grandes sillones para mis clientes. Tendría mucha literatura, ensayo, novelas, cuentos, y una sección grande de poesía. No tendría libros técnicos, pero tendría incluso literatura de autoayuda, porque creo que hay que respetar todos los gustos”.
Hay que leer
Uno de los mejores profesores que tuve en la universidad, una vez, dijo que el mundo no se divide en ricos y pobres, sino entre los que leen y los que no. Recuerdo sus palabras textuales: “Leer es la clave de todo lo que quieran en la vida”.
[single-related post_id="734941"]
Y tiene mucho sentido. El ‘profe’ nos dio una explicación muy lógica: “Normalmente, uno ve, sobre todo ahora, en estos ‘tiempos modernos’, que las personas se esfuerzan mucho por ‘mantener la línea’: o sea hacen ejercicio y todo eso. Parece que es muy importante verse bien. Sin embargo, muy pocos tienen en cuenta el músculo más importante del cuerpo: el cerebro. Y el único ejercicio para el cerebro, o por lo menos el que más sirve es leer”. Así, tiene sentido pensar que si se desarrolla la mente, a través de la lectura, más fácil sería lograr lo que uno se proponga. O quizás no más fácil; quién sabe. Igual, leer es la clave.
[polldaddy poll=9808025]
La calle donde "mueren los libros"
Lun, 14/08/2017 - 05:02
“Lo que pasa es que la gente ya no lee”. La sentencia de don Fernando es contundente. Le pregunté si se puede vivir de vender libros. Cuando responde, sus palabras salen cargadas de nostalgia. No