Vía The Clinic
Brian Kieth, soldado estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, envió una carta a otro soldado con el que tuvo una relación en el Norte de África en 1943. La carta, publicada en la revista ONE en 1961, hoy reposa en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. La puedes leer aquí.
27 de octubre de 1945.
Querido Dave:
Esto es en memoria de un aniversario, el aniversario de ese octubre 27 de 1943 cuando te escuché por primera vez cantar en el norte de África. Esa canción me trae el recuerdo de lo tiempos más felices que he conocido. El recuerdo del show de una tropa de las fuerzas armadas de los Estados Unidos: cortinas hechas de globos de barrera, lámparas hechas con latas de chocolate, ensayos que duraron hasta altas horas de la noche y un chico guapo con una maravillosa voz de tenor. Noche de apertura en Canastel (tal vez un poco de vino moscatel de más y la compañía de alguien que me entendía). Días emocionantes actuando en la hermosa y majestuosa Casa Municipal de Ópera en Orán: un malentendido y la reconciliación en las alas justo antes de que abriera el coro.
Bebidas en el Coq d’or, cena en el Auberge, una sortija y una promesa hecha. El espectáculo de la Primera División Armada del Reino Unido: moscatel, whisky, vino. Alguien que tuvo que ser llevado a rastras de la camioneta hasta la cama de su tienda. Una noche con una lluvia torrencial y dos soldados estadounidenses empapados bajo un árbol solitario en la llanura africana. Un convertible francés prestado. Un manantial de azufre caliente, la frescura mediterránea y un picnic hecho de “raciones” y coca-colas calientes.
Dos tenientes lo suficientemente listos para saber el resultado, pero no lo suficientemente inteligentes para darse cuenta de que queríamos estar solos. Un pianista de screwballs, competencia, días miserables y noches solitarias. La noche fría y ventosa, nosotros dos metiéndonos por la ventana de un teatro de las fuerzas armadas, y quedándonos dormidos en un catre detrás del escenario, atrapados uno en los brazos del otro. La sorpresa de haber despertado y darnos cuenta de que, milagrosamente, nadie nos había descubierto. Un paseo rápido a un acantilado sobre el mar. Fotografías tomadas, y una parada entre las uvas moradas y las hojas frescas de un viñedo.
La dicha cuando nos dijeron que iríamos a casa y la miseria cuando entendimos que no regresaríamos juntos. Los adioses cariñosos en una playa solitaria bajo el terciopelo lleno de estrellas de la noche africana, y las lágrimas que no se detenían cuando me paré sobre el malecón y vi cómo tu convoy desaparecía en el horizonte.
Nos prometimos que estaríamos juntos de nuevo «en casa». Pero el destino lo sabía mejor… tú nunca llegarías ahí. Y así, Dave, espero que, donde quiera que estés, estos recuerdos sean tan preciosos para ti como lo son para mí.
Buenas noches, duerme bien mi amor
Brian Kieth
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La carta de amor de un soldado a su novio en la II Guerra Mundial
Sáb, 19/10/2013 - 04:01
Vía The Clinic
Brian Kieth, soldado estadounidense dur
Brian Kieth, soldado estadounidense dur