La historia detrás de Juan Daniel Oviedo, el candidato que "va con toda por Bogotá"

Sáb, 04/03/2023 - 11:35
Su popularidad creció inicialmente debido a su tono de voz, sin embargo, sus logros le merecieron felicitaciones y aplausos. Hoy es candidato a la alcaldía de Bogotá. KienyKe habló con él e indagó sobre su historia no contada.

Durante toda su vida, el matoneo le ha pisado los talones a Juan Daniel Oviedo. El hoy candidato a la alcaldía de Bogotá llegó a ser una de las figuras más reconocidas del gobierno Duque, inicialmente por su forma de hablar. Sin embargo, su talento y trabajo lo posicionaron por encima de esto y se convirtió en uno de los funcionarios públicos mejor calificados en su gestión como director del DANE. Su meta actual, es llegar al Palacio de Liévano y desde ahí dirigir la capital. KienyKe conversó con él para ahondar sobre su historia de vida.

Un día bajo el calor de Cali Doña Miriam Arango se decidió. Tomó sus maletas y junto a su padre Plutarco y sus dos hijos tomaron rumbo a un clima más caribeño, Barranquilla. Allí se empleó en el aeropuerto Ernesto Cortissoz expidiendo tiquetes en Aerocondor. Disfrutaba de su nueva vida, de un trabajo que la animaba. Atrás había quedado su matrimonio fallido. Con determinación continuó su rumbo en medio del ruido de las aeronaves y llevando el duelo a su modo. Tras varios meses en esa rutina, el amor la interrumpió. 

Conoció a Daniel Oviedo, un piloto de la aerolínea para la que trabajaba. Se enamoraron e involucraron a tal punto que decidieron huir del calor de la capital del Atlántico en una decisión tan estratégica como efervescente. Se mudaron a Bogotá, porque era el centro principal de operaciones del piloto Daniel.  El frío capitalino recibió a la ahora nueva familia. Miriam, Daniel, Plutarco, Roberto y Margarita arribaron al barrio Villa Luz, al noroccidente de la capital.

 

El pueblo que se ha convertido en un centro de entrenamiento de niños

 

Al año, el amor creció. Miriam tan enamorada como el primer día de su pareja, trajo al mundo en 1977 a Juan Daniel, quien heredó el nombre de su papá en un acto recio de ese amor incesante que su mamá sentía. La nueva luz, fue la oportunidad de realizar un trasteo y mudar a la familia a Normandía, un barrio de estrato medio.  Ahí el hoy candidato a la alcaldía de la capital creció.

Cómo fue la infancia de Juan Daniel Oviedo


Juan Daniel Oviedo, el tercer hijo de Miriam y el primero y único junto a Daniel creció en aquel lugar. Su recuerdo más preciso de la infancia es uno accidentado y empapado del rojo de la sangre.

En su casa, había un cúmulo de tarros con leche holandesa de la que fue alimentado. Tras acumularse por su uso, la persona que colaboraba con los servicios del hogar, decidió acomodar tales tarros como recipientes para la basura, esto, dado a su impecable y llamativo estilo. Uno de ellos fue a parar en el cuarto de juegos de Juan Daniel. En un agitado movimiento, el más pequeño de la casa cayó encima del tarro metálico que en ese entonces conservaba unos bordes peligrosos. La sangre salió profusa por el pómulo izquierdo y el llanto de dolor del entonces niño retumbó en el hogar.

Su abuelo Plutarco ante el llanto poderoso, corrió a su ayuda. En sus brazos lo cargó y lo llevó a la calle en busca de un carro que permitiera estar en el hospital más cercano en tiempo récord. Sus intenciones fueron vanas, con la respiración desenfrenada, ningún transporte hizo caso a su llamado. Como pudieron, terminaron en un centro médico en el que le hicieron una cirugía plástica a Juan Daniel dada la gravedad del accidente.

Juan Daniel tiene claro ese recuerdo. Al narrarlo, hace un gesto con sus manos y recuerda con claridad los días de quietud que le significaron ese accidente con el tarro de leche. 

Una cicatriz grande se formó en su cara tras el incidente. Además de esto, Juan Daniel desarrolló una afección respiratoria debida a unos adenoides que se instalaron en su garganta. Tal condición afectó sus cuerdas vocales. Al obstaculizar las vías nasales, debía respirar constantemente por la boca, lo que hacía que el aire que entraba al cuerpo fuese frío. Al no ser caliente, la voz del hoy alcalde se configuró en un tono agudo. 

Estas experiencias se convirtieron en un rasgo distintivo para aquel niño de Normandía, siendo para él dos experiencias minúsculas. Le importaba más esos minutos en los que saboreaba con júbilo el platillo de ron con pasas (postre infantil de un helado ensanduchado en dos galletas) que su abuelo le compraba en una droguería cuando le iba bien en el colegio. 

La relación con su abuelo se afianzó de un modo muy sólido. Se amalgamó con amor, respeto e idolatría. Se convirtió en su figura paterna por excelencia. Rodeado por el alma de la madera, Plutarco se inventaba objetos: Cajones, camas, mesas de noche, cualquier cosa en este material para ganar dinero y darle minutos de felicidad a sus nietos a través de helados, buñuelos, obleas y experiencias únicas. Cuando se oscurecía el hogar, contaba historias tenebrosas y entretenidas, mitos que iluminaban los ojos de Juan Daniel Oviedo y quien en su corazón guardaba cada segundo de ese ser humano humilde de tan buen corazón.

Esto, mientras su padre se fue desvaneciendo en un papel antagónico. Daniel Oviedo no calzaba ya en la familia, la relación entre él y Miriam se desmoronó pese al fuerte amor de ella hacia él. Juan Daniel a temprana edad captó en su memoria esa relación tortuosa entre sus padres y muchas escenas configuraron una versión abyecta de su progenitor.

Un día Miriam cargó de nuevo sus maletas. Se separó de aquel piloto por el que sentía amor profundo. Junto a Plutarco y ahora tres hijos se marchó de nuevo en un acto valiente y de amor propio. Terminaron en un apartamento pequeñísimo. Juan Daniel no entendía las acciones de su papá. En cierta ocasión, tras la separación, su padre decidió quitarle el apellido a sus hermanos, algo que duele aún en el corazón del hoy candidato a la alcaldía de Bogotá. Ante esta corriente en contra decidió tomar la calma y convertirse en el motivo por el que su madre intercambiara esos días oscuros por unos de sol.
 

Etapa Escolar de Juan Daniel Oviedo

 

Llevaba entre su maleta al colegio la insistente oportunidad de ser el orgullo de su mamá y con ello, hacerle la vida más amable. Como respuesta, recibió por parte de sus compañeros un trato cruel. Para su voz interna, su cicatriz en la cara y su problema respiratorio que derivó en una afectación a sus cuerdas vocales, no significaba nada, era algo nimio que no impedía su felicidad infantil. Sin embargo, para el exterior, esto parecía un problema enorme. Fue apartado por los grupos sociales que lo rodeaban y sintió el rechazo como un hielo permanente en sus relaciones. Esto sumado al difícil momento que atravesaba a su familia, se convirtió en un reto importante para un niño de su edad.

El panorama se oscureció más. En 1987 su abuelo Plutarco falleció. Antes de partir de este mundo, le negó a Juan Daniel verlo, no quería que su nieto más querido lo viera en el estado anterior a la muerte. El niño de 10 años, sintió de cerca el aliento de la soledad, que terminó por consumarlo. Ante el recuerdo de su abuelo, se juró superar la cuesta empinada a la que a su corta edad tuvo que enfrentar. Ante el aislamiento que le propuso la vida, decidió bailar con ella y puso todo su tiempo disponible e intenciones a su estudio, a ser el mejor de la clase y a cumplir su propósito de enorgullecer a su madre. 

Aprender a querer a la soledad lo acercó a la felicidad, le dio un gusto especial por la comida. La mayoría de sábados en la tarde, su plan era hacer crepes o ‘pancakes’ con leche condensada para él y su familia. Su amor propio empezó a encenderse y esto atrajo a varias niñas de su barrio que animadas tocaban la puerta de la casa para pedir permiso a Doña Miriam por Juan Daniel Oviedo, esto, con el fin de salir a patinar. Se empezó a sentir feliz y libre, a la vez que se fue volviendo un amante del estudio y el mejor de su clase año tras año. De a poco su vergüenza por cicatriz y su voz la enfrentaba con tezon.

Sin embargo, era una puja en la que iba construyendo más seguridad en sí mismo y a la vez potenciándola en escenarios donde era más acogido. De a poco, fue embelleciendo su camino y orientación sexual. “Si la norma y los estándares sociales tradicionales en un colegio de hombres me rechazaba de forma marcada, yo buscaba afecto en otros espacios donde me sentía pleno. Es quizás el origen de mi homosexualidad”.

Fue el mejor de su clase, hacía sentir a su madre orgullosa, aumentaba su amor propio, disfrutaba de la soledad y emprendía un camino ambiguo sobre su orientación sexual. Sobre el final de la etapa escolar, sus compañeros se percataron de la buena onda de Juan Daniel. Ante esto, sobrevinieron las primeras cervezas, los primeros cigarrillos y las fiestas. Un aura de presión social impregnaba el ambiente. Ante las rumbas de 'la prom' y de etapa escolar, se empezó a dar cuenta que sus compañeros siempre iban acompañados de amigas y novias. Él advertía que era el chico de la cicatriz y la voz rara para salirle al paso al no tener compañera, pues aún tenía dudas sobre sus gustos. Así terminó el colegio, con una apertura al mundo más extrovertida, experimentación y una búsqueda importante en su interior.
 

La etapa universitaria de Juan Daniel Oviedo
 

Juan Daniel desarrolló un gusto por la medicina. Se propuso estudiar tal carrera, sin embargo, tras varios accidentes hogareños y su descompensación ante la sangre, descubrió que no lo iba a tener fácil. Ante esto, se hizo amigo del psicólogo del colegio, quien empezó a realizarle pruebas de orientación profesional y psicológicas. “Oviedo usted tiene aptitudes matemáticas y además tiene habilidades importantes en sociales. Usted puede estudiar algo como: Economía, Administración de empresas o Ingeniería Industrial”. Ante la afirmación, Juan Daniel recordó que sus compañeros siempre lo buscaban al descanso para que les arbitrara los partidos, pues él, para no tener que desarrollar las clases de educación física, se aprendió todos los manuales de los deportes y así se convirtió en una figura importante en los reglamentos deportivos. El recuerdo le disparó un gusto estadístico y se decidió por la economía.

Oviedo revisó muy bien sus opciones. Tenía un arma, su excelente puntuación en las pruebas ICFES, y buscó buenas universidades. Los Andes fue su primera opción, en el momento, la institución le abrió las puertas dadas su calificaciones, sin embargo, la bienvenida cubría la exención de un exámen de ingreso y no una beca que solventara los gastos elevados que representaba esa carrera. Juan Daniel siempre con su madre en la cabeza y el objetivo de hacerle las cosas más livianas y prósperas, buscó la mejor opción, que resultó ser la Universidad del Rosario, la cual becaba desde el quinto semestre a los colegiales, una figura importante para esta institución.

Juan Daniel decidió que iría ahí y que se clavaría a estudiar para lograr dicha figura, con ella, lograría tener la mitad de la carrera gratis. Así fue, logró convertirse en colegial y obtener la beca que tanto deseaba.

Para este momento era más extrovertido y había convertido sus temores infantiles en fortalezas. Le dio por coquetear con una mujer que tenía novio, ella se juntó con él y derivó esto en su primera tusa. Sin embargo, en el fondo él sentía que algo no funcionaba bien en su amor por las mujeres. La presión social seguía encima de él, más ahora en el que era colegial, el mejor de su clase, una figura importante. Su búsqueda seguía su rumbo.

Se iba de fiesta entre semana a tomar cerveza, llegaba a su casa sobre la medianoche directo a la cocina a prepararse un termo de café, para cumplir con las tareas que la Universidad requería. En la madrugada estudiaba  y hacía sus deberes, al otro día al llegar a clase, era casi que el único en cumplir con lo ordenado por el docente. Sus amigos lo despedazaban con la mirada, pues no podían creer como alguien después de tanta rumba, era capaz de seguir con sus responsabilidades académicas con tal impecabilidad.

Sobre el final de la carrera consiguió un trabajo para ese entonces en el Departamento de Planeación Nacional. Terminó de trabajar un 2 de marzo de 1999 a la una de la mañana, se fue a su casa, durmió, a eso de las ocho se levantó, se arregló y se graduó como economista a las diez, a las seis de la tarde, estaba sentado en un avión de Iberia rumbo a Madrid, de manera algo irresponsable se fue sin tener ni idea a donde iba a llegar ni qué iba hacer.


Los triunfos que le dejó el extranjero a Juan Daniel Oviedo


En el anonimato de un migrante en Europa, aprendió a escucharse más a si mismo. Entendió que tal vez  esas relaciones heterosexuales en Colombia no habían funcionado porque realmente le atraían los hombres.

Y con eso claro, abrió la puerta de su libertad en una sociedad que lo permitía con ahínco. Disfrutó de la rumba gay, la marcha  madrileña de orgullo y asumió abiertamente su homosexualidad. Llega a Tolouse, Francia y culminó su peregrinaje interior en la independencia de un apartamento en el que encontró su identidad.

Ese país quedó en su corazón. Sueña en francés, ama su cultura y desarrolló su pasión por el arte, además, le permitió perfeccionar su buen gusto por la moda y la ropa que luce.

Se devolvió a Colombia porque el destino así lo quiso. Un trabajo que pintaba bien no resultó en Europa y ante la falta de un salario y un cronómetro sobre las becas que había ganado y que presionaba en convertirlas en crédito, tomó la decisión de repatriarse.

Se vinculó como profesor de la Universidad del Rosario y desde ese momento inició la carrera profesional que todos conocemos y que derivó en su gran papel como director del DANE.

Su vida la define en una frase de Seneca: “El éxito es la combinación de la preparación con las oportunidades”, cree que así se ha desarrollado su camino, largos años preparándose para poder aprovechar las oportunidades que pasan en sus ojos. Corre casi todas los días a eso de las 4:30 de la mañana. Es su terapia imprescindible para iniciar la jornada, lleno de endorfinas y animado para enfrentar sus responsabilidades.

Hoy se siente orgulloso de sí mismo. Espera que su mamá también. Hablando sobre su infancia, se devuelve a ella en un momento y se posa frente a ese Juan Daniel Oviedo de diez años y le dice: “Siempre es importante tener claro un propósito, no tiene que ser el propósito más grande o el que se proyecte a futuro,pero en el presente si es importante tener un propósito, gracias Juan Daniel porque desde ese 3 de abril de 1987 no has desfallecido y has seguido adelante”. 

Su resiliencia, seguridad y alegría ríen junto a él y muestran con orgullo sus logros. Hoy la oportunidad por atrapar y trabajar es la de convertirse en alcalde de Bogotá, con calma, estrategia y un importante equipo, trabaja por ella. Oviedo, espera calzarse sus zapatos para correr en la madrugada desde el Palacio de Liévano, donde emprenderá un trote que libere endorfinas para aclarar su cabeza en un eventual escenario en el que resolverá los principales problemas de la capital. 

Por: Diego Dorado

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