El 24 de junio de 1914, Francisco Fernando, archiduque de Austria fue asesinado en Sarajevo. Ese fue el detonante para la Primera Guerra Mundial, uno de los conflictos más terribles de la historia moderna y con el que se daba la entra a un convulso siglo XX.
Se enfrentaron las Potencias Centrales: Imperio austrohúngaro, el Imperio alemán, Imperio Otomano, y el Reino de Bulgaria, contra los Aliados, conformados por Francia, Imperio británico, Rusia, Italia y los Estados Unidos. Las potencias tenían casi 22 millones de soldados, y los aliados, 42 millones. Los muertos fueron, entre combatientes y civiles, de los dos bandos, 38 millones.
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El avance de la tecnología permitió que se recrudeciera la guerra. Uno de los referentes más recordados –y más terribles– fue el uso de armas químicas en las trincheras.
La guerra se desarrollaba, sin avances ni victorias importantes para nadie, en dos frentes: el occidental y el oriental. Para la navidad de 1914 había más de 2 millones de soldados alemanes e ingleses en Somme y Verdun, dos de los campos de batalla en los que hubo más bajas.
Y en medio de esa guerra sin precedentes, cuando miles de hombres esperaban la muerte, pasó una especie de milagro que no ha tenido comparación en la historia moderna humana: la tregua de Navidad.
La noche del 24 de diciembre, atrincherados, con sus armas al hombro, los soldados alemanes empezaron a entonar Noche de Paz. Al otro lado del campo de batalla los oyeron sus enemigos, los ingleses, que continuaron con el canto, en inglés. Después empezaron a intercambiar, a gritos, saludos de navidad.
Y los villancicos acallaron la artillería que por lo menos por dos días quedó quieta, lo que permitió a ambos bandos recoger sus muertos y descansar. Cuando los soldados asomaron la cabeza y salieron a la superficie, se efectuaron entierros comunes. Hay un relato que cuenta, incluso, que frente a la tumba de sus colegas caídos, ambos bandos rezaron el Salmo 23:
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Sobre pastos verdes me hace reposar,
por aguas tranquilas me conduce.
El Señor me da nueva fuerza,
me consuela, me hace perseverar.
Me lleva por el buen camino,
por el amor de su nombre.
Aunque camine por un valle oscuro
no temeré mal alguno porque Él está conmigo.
La tregua en algunas partes del Frente se propagó casi que hasta los primeros días del año siguiente. Nunca se firmó un documento oficial, o se dijo que se debía detener la guerra. Simplemente los hombres decidieron, como un gesto de paz, dejar de matarse por unos días.
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En medio de la tregua, en algún momento se dieron varios partidos de fútbol. Ese es uno de los recuerdos más importantes por el que el mundo recuerda la Tregua de navidad. Hubiera sido mejor que se enfrentaran de esa forma: detrás de un balón.
En Ypres, Bélgica, hay un monumento que conmemora la Tregua de Navidad. Sólo se dio en 1914, primer año de la Guerra, porque a medida que el Conflicto avanzaba se recrudecieron los odios y, como un monstruo terrible, la Guerra terminó con una generación entera. Aun así es bueno recordar, sin embargo, que en medio de la oscuridad, surgió un gesto de bondad entre bandos enemigos.
La Tregua de Navidad
Lun, 25/12/2017 - 04:07
El 24 de junio de 1914, Francisco Fernando, archiduque de Austria fue asesinado en Sarajevo. Ese fue el detonante para la Primera Guerra Mundial, uno de los conflictos más terribles de la historia mo