La última cena de los condenados a muerte

Lun, 23/01/2012 - 13:00
Ese día a Ronnie Lee Gardner le sirvieron filete de res cubier

Ese día a Ronnie Lee Gardner le sirvieron filete de res cubierto por una cola de langosta, pastel de manzana, helado de vainilla y una gaseosa 7Up. Leía fragmentos de ‘El Señor de los Anillos’ mientras saboreaba la carne, el dulce de la manzana y el helado derritiéndose por última vez en su boca. Dos días después, el 18 de junio de 2010, atado a una silla metálica y rodeado de almohadas de arena, Lee Gardner fue fusilado de cuatro balazos calibre 30/30 en la prisión de Draper (Utah).

Lee Gardner fue sentenciado a pena de muerte por dos asesinatos y varios robos. Su muerte creó polémica porque el fusilamiento había sido abolido en Utah 7 años atrás. Sin embargo, el preso rogó que lo asesinaran de esa forma. En Estados Unidos se acostumbra dar a los condenados a muerte una última cena, que está regida por distintas reglas según el Estado. En septiembre de 2011 el estado de Texas canceló este beneficio luego de que un miembro del Ku Klux Klan, Lawrence Rusel Brewer, pidiera un plato exagerado que ni siquiera probó. El condenado ordenó: dos filetes de pollo frito, una hamburguesa triple con queso y tocino, medio kilo de cerdo a la barbacoa, tres fajitas, gambas fritas, una pizza de carne, medio kilo de helado y una barra de chocolate con crema de chocolate y trozos de cacahuete.

En el estado de Virginia los presos están obligados a escoger entre los 28 menús que se cocinan en la cárcel. Aunque Texas era más flexible hasta cuando ocurrió el incidente de Rusel Brewer, muchas peticiones no eran cumplidas a la perfección. Por ejemplo, un condenado ordenó un filet mignon y en lugar de ese plato le sirvieron una hamburguesa. Otro pidió 24 tacos mexicanos: le llevaron 4.

En el estado de Florida tienen un reglamento muy rígido. A los condenados se les sirven tres comidas diarias: 5: 00 a.m., 10:30 a.m. y 4:00 p.m. La última cena antes de la ejecución no puede costar más de 40 dólares  ni tener productos exóticos que no se consigan facilmente.

Uno de los trabajos del fotógrafo James Reynolds se centra en la última cena de los condenados a muerte. Reynolds reprodujo fielmente varios menús y los retrató para criticar la pena de muerte. Un castigo que, según él, es una práctica arcaica que debe terminar.

Unos piden grandes cantidades de comida, como el famoso asesino en serie de mujeres ‘Ted’ Bundy, quien ordenó filete poco cocido, tres huevos fritos, papas a la francesa, tostadas con mantequilla, leche y jugo de naranja. Otros prefieren algo más pequeño, como Thomas Trechaw Ivey, condenado a inyección letal en Carolina del Sur. Treshaw ordenó una dona y una malteada de chocolate. Hay algunas peticiones bastante insólitas. Jackie Barron, culpable de violar y asesinar a una niña, pidió una cebolla cruda, dos botellas de Coca Cola y un paquete de chicles. Victor Feguer solo quiso una aceitura con hueso por un asunto místico. Eddie Lee Mays eligió no comer y en cambio solicitó un paquete de cigarros y uno de fósforos. Lo cierto es que bien sea una langosta o un mendrugo de pan, la última cena tiene que ser la más triste e insípida de todas.

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