Una coraza negra de 21 kilos de polietileno protegió a Brigitte de la muerte. A sus 24 años de edad se enfrentó por primera vez como parte del ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios) a una multitud que marchaba para conmemorar el Día del Trabajo. De repente, el ruido de la manifestación se simplificó en un pito interminable y las imágenes de los encapuchados se desvanecieron hasta convertirse en “lucecitas”. Una ‘papa bomba’ le había estallado en la cabeza.
El golpe le partió la visera en dos y casi la tumba. Pero Brigitte se aferró rápidamente a una de sus compañeras. Sabía que una caída en medio del tropel significaba la desestabilización del grupo y no lo podía permitir. La presión del momento hizo que olvidara el accidente y se mantuvo de pie por más de cinco horas frente al Palacio de Justicia. La explosión le ocasionó un trauma encefálico leve. La mujer de cejas pobladas, labios gruesos y piel canela se enfrentaba a una experiencia real.
Las cincuenta mujeres del ESMAD fueron elegidas entre más de 400 policías. Se entrenaron durante 20 días en Santa Rosa de Viterbo, Boyacá, en la Escuela de Policía Rafael Reyes junto al grupo masculino. Allí recibieron clases de derechos humanos, conducción de motos de alto cilindraje, defensa personal y manejo de armas de fuego. Cada una de ellas tiene entre 20 y 26 años, mide más de 1.60 metros de estatura, ha desarrollado resistencia a los agentes químicos por el rigor de la preparación y está capacitada para vestirse como ‘Robocop’ en menos de tres minutos. El escuadrón que está presente en desalojos, marchas y partidos de fútbol está disponible las 24 horas del día.
Las 50 mujeres del ESMAD fueron seleccionadas entre 400 policías.
En medio de la neblina, comenzaba la rutina de entrenamiento a las 5:00 a.m. El grupo de mujeres trotaba una hora antes de bañarse, desayunar y tomar las clases que se extendían hasta por 12 horas. El día se dividía en cátedras y en ejercicios físicos. La prueba de resistencia que marcó a la mayoría de mujeres, fue la exposición a los gases lacrimógenos, dos días después de haber iniciado su formación.
Nancy Correa o ‘la Toche’ ─la única del grupo que está casada─ tiene en su memoria el momento en que aspiró el gas y sintió que su nariz se estaba rompiendo. El escuadrón estaba formado en una chancha de fútbol y tenían como orden resistir, contener la respiración y cerrar los ojos. Sin embargo, la angustia se apoderó de ella. Veinte segundos después de que tiraron la granada, Nancy corrió desesperada y comenzó a llorar por los efectos químicos del gas. Confiesa que también lloraba cuando hablaba con su mamá por teléfono y le contaba del temor que tenía de enfrentarse al gas. El ejercicio se repetía cada dos días. Con el tiempo aprendió a relajarse y a controlar las respuestas de su cuerpo.
La vanidad hace parte de su profesión. No salen a ningún procedimiento sin retocarse el maquillaje.
El comisario Héctor Forero del ESMAD dice que se sorprendió al ver mujeres tan resistentes. Todas se acoplaron a un entrenamiento diseñado para un grupo masculino. No faltaron los desmayos, ni aquellas que bajaron de peso por cuestiones de rigor. Pero se sometieron a los mismos ejercicios de los hombres como la caminata ida y regreso desde Santa Rosa de Viterbo hasta Duitama y los simulacros de ataques violentos con piedras y palos.
Durante la formación se comenzaron a ver las habilidades y condiciones físicas de cada una. Así se definieron los roles dentro del escuadrón. Lady García es una de las catorce mujeres que hace parte de la escuadra de intervención, aquella que siempre va al frente y lleva consigo el escudo y la tonfa. Esta santandereana de 21 años que mide 1.70 metros y pesa 70 kilos es una de las líderes del ESMAD. Aunque su trabajo es rudo, Lady solo refleja feminidad. Tiene los ojos de color amarillo, la nariz respingada, las uñas pintadas y un anillo con una piedra de color morado en forma de corazón.
El temperamento calmado de Rosa Clavijo o ‘Rosita’ le otorgó esta responsabilidad de llevar un fusil lanza gas. Mientras que no para de sonreír cuenta que lleva un chaleco verde con cinco kilos de gases de diferentes tipos. Su traje es como el de sus compañeras, pero tiene protección especial por el manejo de químicos. Usa guantes antideslizantes y anti flama. También lleva puesto un pasamontañas que la protege en caso de que le lancen un ácido en la cara.
Durante el entrenamiento fueron expuestas a gases lacrimógenos.
Una de las integrantes más jóvenes del grupo, Diana Pico, hace parte del esquema dedicado a la seguridad, protección e intervención (SPI). Dentro de este grupo también hay una enfermera profesional. Ella es una de las encargadas de hacer capturas, remover barricadas y evacuar heridos. Diana no es tan alta como muchas de sus compañeras, pero su formación como atleta la convirtió en una mujer ágil, fuerte y de reacción rápida.
La idea del ESMAD femenino nació como un experimento que resultó exitoso. Los altos mandos tuvieron en cuenta algunos referentes internacionales de Suramérica y Centroamérica. Así se inició en el segundo semestre de 2010, la selección de cincuenta mujeres recién egresadas y cinco con trayectoria en la Policía para integrar el grupo. Cada una de ellas fue entrevistada por psicólogos, trabajadores sociales, miembros de la dirección de Talento Humano e Incorporación de la Policía. La conformación de esta tropa mejoró las relaciones entre el ESMAD masculino, que vive en el mismo edificio que ellas, y obligó a la institución a pensar en el desarrollo de un protector que se acomode a las curvas de las mujeres.
La primera vez que se enfrentaron a una experiencia real fue el 1 mayo durante la conmemoración del día del trabajo.
Este escuadrón que no sale a la calle sin maquillarse, afronta con la misma valentía los ataques de piedras, palos y “papas bomba” que los insultos como “cerdas hp”, “putas bien pagadas” o “putas decentes”. Jamás piensan en la diferencia de género porque tienen claro que al bajar su visera y esconder su feminidad, parecen de acero.