Son las seis de la mañana y la brisa del mar acompaña los pasos de más de 200 niños que van en busca de sus sueños. Todos se dirigen a una escuela ubicada en Isla Grande, Cartagena. Algunos lo hacen en lanchas, otros en buses. Lo importante es llegar.
La puerta de la Institución Educativa Islas del Rosario se abre y casi sin emoción empieza el día. Las sillas están deterioradas, como si hubieran pasado años sin ser utilizadas. Los niños, sin otra opción, se sientan en el piso. Los cuadernos quedan en el aire y con la espalda encorvada están atentos a las instrucciones de los docentes. Serán largas horas de estudio.
El profesor no puede utilizar el tablero, sus condiciones son tan precarias que un mal movimiento puede levantar las pequeñas astillas y causar heridas. Todos los pequeños se apoyan en la imaginación para entender los temas. El panorama en las aulas no varia, hay un ambiente de tristeza y frustración. Desolación.
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Sobre el mediodía la temperatura no da tregua, oscila los 30°, las palmeras están quietas. El viento es ausente en el lugar. Es casi imposible mirar al cielo, pareciera que las nubes estuvieran pintadas por el sol.
Y como si no fuera suficiente los niños ven clases de sistemas desde un cuaderno. La falta de recursos para adquirir sillas y mesas no les facilita el uso de los computadores. Como trastes viejos quedaron los ordenadores, arrumados sin saber cuándo podrían ser utilizados nuevamente.
[caption id="attachment_925806" align="alignnone" width="1024"] Computadores sin uso en el colegio.[/caption]
Ese es unos de los recuerdos que aún está en la memoria de los niños de la Institución. Pero ya fue superado porque para ellos "un día llegó la esperanza".
Todos estaban en el colegio cuando llegó un camión cargado de sueños. Eran pupitres, bibliotecas, escritorios, sillas para la sala de cómputo, mesas hexagonales y casilleros. Los niños y profesores estaban incrédulos por lo que pasaba frente a sus ojos.
Uno a uno entraban los mobiliarios para los estudiantes. Cada uno de los que presenciaba ese momento reflejaba esperanza. Era un nuevo comienzo para miles de anhelos que estaban por moldearse.
Había una persona que entendía lo que pasaba: el rector de la Institución Educativa, Ricardo Torres. Después de ocho años de olvido, Postobón había materializado el deseo que meses atrás parecía una utopía. Con el programa MiPupitre conocieron las condiciones diarias en las que tenían que estudiar los pequeños. Por fin entendieron por qué ir a la escuela podía ser divertido.
[caption id="attachment_925807" align="alignnone" width="1024"] Condición de los mobiliarios antes de la llegada del programa MiPupitre.[/caption]
Esto motivó a Postobón a llevarles mobiliarios "de esperanza" o así lo recuerda el rector. La gran sorpresa fue el material del que estaban hechos los moblajes. Aunque no lo creían era Tetra Pak. Aquellas cajas de jugos Hit que consumían a diario se habían convertido en algo que sería útil por muchos años más.
"Nos sentimos mucho más cómodos en el aula y eso facilita tanto la concentración como el rendimiento. Es importante el entorno y el ambiente en el que estudiamos", explicó la personera Aida Valeria.
Los estudiantes de este colegio son solo algunos de los 49.093 beneficiados con el programa MiPupitre. Hoy en día todos perciben de otra manera la importancia de reciclar. Los pequeños saben que tienen una responsabilidad con el medio ambiente y que cualquier grano de arena será un gran aporte.
Los sueños escritos en mi pupitre
Mar, 14/08/2018 - 13:01
Son las seis de la mañana y la brisa del mar acompaña los pasos de más de 200 niños que van en busca de sus sueños. Todos se dirigen a una escuela ubicada en Isla Grande, Cartagena. Algunos lo ha