Malala: la voz que una bala no logró callar

Mié, 18/12/2019 - 11:07
En 2014 se convirtió en la persona más joven en recibir un Premio Nobel de Paz.

Era 9 de octubre de 2012. Malala Yousafzai regresaba de la escuela a su casa ubicada en Mingora, en el valle del Swat de Pakistán. Estaba a bordo del autobús cuando, a mitad de camino, unos hombres lo detuvieron y preguntaron: “¿quién es Malala?”. Ella respondió sin pensar que segundos después sería blanco de un brutal ataque.

Los sujetos eran talibanes. Uno de ellos le apuntó con un arma en la cabeza y le disparó tres veces. Una de las balas entró por su frente y le destrozó el cráneo. Dos niñas que estaban a su lado también resultaron heridas.

Malala, de 15 años de edad, fue trasladada en helicóptero a un hospital militar donde, después de varias intervenciones y haber estado en coma inducido, logró salir con vida.

Seis días después tuvo que ser sacada de su país. La enviaron a Inglaterra para hacerle otros procedimientos médicos y continuar con su recuperación. Duró más de tres meses en el hospital de Birmingham. Tuvo que padecer largas terapias y exámenes de salud.

El lado izquierdo de su rostro quedó sin funcionamiento. Desde ese entonces no escucha por un oído y le cuesta sonreír. Sin embargo, no lleva sentimientos de odio en su corazón y las cicatrices no han sido un impedimento para que su voz se alce en favor de los derechos de las niñas y mujeres a acceder a la educación en ese país.

Eso es, precisamente, lo que los talibanes extremistas querían callar. No lo lograron. La joven regresó mucho más fuerte y se enfrentó con valentía a una cultura en la que la mayoría de mujeres son analfabetas, se cubren el rostro por vergüenza y no son escuchadas.

Nació para ser poderosa

Malala lleva el nombre de Malalai de Maiwand, una heroína de Afganistán que no desistió y se enfrentó a las tropas británicas en la guerra de 1880.

Nació en julio de 1997 en medio de una familia musulmana sunita. Su padre es Ziauddin Yousafzai y su madre Toorpekai Yousafzai. Creció junto a ellos y sus dos hermanos pequeños en Swat, al noroeste de Pakistán.

Desde pequeña amaba ir a la escuela, sentía que era su hogar. Su papá, poeta y profesor, es su mayor inspiración. Le gustaba escucharlo hablar sobre política, defensa de derechos humanos y rebeldía contra las tradiciones.

De él aprendió a no callar frente a las vulneraciones. Tomó ejemplo y, con el mismo ímpetu, comenzó a hablar de lo que pasaba en su territorio; sobre cómo los talibanes promovieron la idea de que la educación de las mujeres era una amenaza para el islam.

Una bloguera oculta

Desde 2007, los talibanes, liderados por Maulana Fazlullah, destruyeron más de 400 escuelas para impedir que las niñas estudiaran. Además, amenazaron a los maestros que permitieron que ellas tuvieran acceso a este derecho.

Las personas vivían atemorizadas. Sabían que si se atrevían a desafiarlos acabarían asesinadas, pues ellos controlaban la zona.

Los talibanes hacían uso de la radio para compartir su ideología. Decían que las niñas no podían estudiar porque “avergonzaban a sus familias”. Así fue como ordenaron cerrar todos los colegios femeninos.

Era el año 2009 y la violencia en Swat llamó la atención internacional. Un reportero de la BBC llegó a ese territorio para proponer una nueva forma de contarle al mundo lo que pasaba en esa ciudad. Tenía la idea de que un estudiante escribiera un blog para ser publicado en el medio de comunicación.

Una niña se animó, pero a los pocos días desistió por órdenes de su padre, debido a que temían ser atacados por los talibanes.

Malala no tuvo miedo. Ella, a sus 11 años, se ofreció a seguir con el diario bajo el pseudónimo Gul MakaiEn él describió el día a día de Swat, cómo vivía la comunidad bajo el mando de los talibanes y el temor que sufría la gente.

Su nombre fue revelado a finales de ese año. El rostro de Malala se volvió público y se convirtió en sinónimo de lucha por los derechos de las mujeres. Comenzó a participar en diálogos abiertos, foros, hizo varias declaraciones ante cientos de personas y en televisión.

“¿Cómo se atreven los talibanes a quitarme el derecho a la educación?”, expresó en una de sus intervenciones. Estas palabras casi le cuestan la vida tres años después, cuando ocurrió el atentado en su contra.

Un referente mundial

La recuperación de Malala fue satisfactoria. Después de varios meses logró regresar a la escuela, pero esta vez, en Inglaterra, donde su familia decidió radicarse por seguridad. Los talibanes advirtieron que si la joven volvía a Pakistán sería asesinada.

En 2013, Malala celebró su cumpleaños número 16 compartiendo un inspirador discurso en la Organización de Naciones Unidas (ONU). Ante cientos de personas, habló sobre su lucha para que la educación sea un derecho para todos y la fuerza que consiguió tras ser víctima de la violencia de los talibanes.

“Los terroristas pensaron que cambiarían mis metas y detendrían mis ambiciones. Pero nada cambió en mi vida excepto esto: la debilidad, el miedo y la desesperanza murieron. La fuerza, el poder y el coraje nacieron”, manifestó.

Su mensaje llegó a los oídos del mundo. Presidentes de diferentes naciones la llamaron para que compartiera sus experiencias y reflexiones. Es más, fue una de las participantes de la campaña de liberación de cientos estudiantes nigerianas secuestradas por el grupo terrorista islámico Boko Haram.

Su activismo y poder la llevó, en 2014, a ser la persona más joven en recibir un Premio Nobel de Paz. Con ese premio, Malala ratificó que su lucha no es propia y que habla en nombre de aquellos que no tienen voz para ser escuchados.

Escrita por: Gabriela García.

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