Laura veía y oía cosas que nadie más veía ni oía. Tenía 16 años. Pensaba que las alucinaciones, la ansiedad, las imágenes y las voces, no significaban nada serio y que se le quitarían con el tiempo. Esa rara alteración de la realidad, para ella, podría ser producto de una imaginación desarrollada por el hábito de leer mucho. Pero no: los síntomas cada vez resultaban peores. Entonces entendió que tenía una enfermedad. Cuando fue al médico y luego de algunos exámenes le confirmaron el diagnostico terrible: esquizofrenia.
Esquizofrenia: el sólo nombre aterroriza, impacta. Apenas lo supo, se metió en la juiciosa tarea de averiguar cuanto fuera posible de la enfermedad. Tenía la idea de que un esquizofrénico era una especie de loco aislado, peligroso, proclive a causar algún daño a los otros o a sí mismo. Pero ella no se sentía así. Ella se sentía normal.
A otro paciente le descubrieron la enfermedad cuando tenía 32 años. Lo primero que sintió fue que “lo estaban persiguiendo”. El miedo lo llevó a encerrarse en su casa. No abría las ventanas. No salía. Su familia no sabía qué le estaba pasando. Luego aparecieron las voces dentro de su cabeza. Varías voces; algo así como una especie de terrible murmullo que no lo dejaba en paz y que él no podía controlar. Después, y en medio de su angustia terrible, empezó a “ver gente muerta”. De pronto ya no pudo diferenciar entre los muertos y los vivos: “como en la película El Sexto sentido”. Y también, igual que en la película, él consideró que tenía “poderes mentales”.
El cuadro, espantoso por todos los ángulos, lo llevó a la que, quizás sería, para él, la única salida posible: el suicidio. Se tomó muchos medicamentos. Alcanzó a llegar vivo a los servicios médicos. Estuvo un mes hospitalizado. El mismo diagnóstico de Laura: esquizofrenia.
¿Qué es la esquizofrenia?
De acuerdo con el diccionario, esquizofrenia es “una enfermedad mental caracterizada por la disociación síquica, despersonalización y alteración de la conducta y el pensamiento”. En la raíz de la palabra está el prefijo ‘schizein’ que significa dividir, escindir, hendir, romper, y el sufijo ‘phrēn’, que significa razón, entendimiento, mente.
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De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, actualmente hay más de 21 millones de personas con esa enfermedad en el mundo. 8 de cada 1000 la desarrollará en el curso de su vida. En Colombia, serían 300 mil.
Una de las características de la esquizofrenia, como otras enfermedades mentales, es que por la existencia de los síntomas, las personas pierden la funcionalidad laboral. Quienes la padecen, con el paso del tiempo, se ven incapacitados para trabajar. “Como le da a la gente tan joven; son personas que muy tempranamente se quedan sin la posibilidad de un empleo estable”, explicó a Kienyke.com la Doctora Marcela Alzate, presidente de la Asociación Colombiana de Psiquiatría.
‘Intentar’ vivir con Esquizofrenia
Cuando uno se lastima de alguna forma, se corta, por ejemplo, se fractura, sabrá que hay una solución: sutura, una bandita, una férula. Si tiene dolor de cabeza, se toma una aspirina. Para el cáncer hay quimioterapia. “¿Pero cómo curar una enfermedad que siente uno que se le ha pegado al alma?” –Se pregunta Laura–. "No hay forma. Pero hay que intentarlo. Las medicinas, la terapia y la familia ayudan. Pero aun así es muy difícil. Uno no lleva una vida normal”.
Uno de los problemas más graves de padecer una enfermedad mental es dejar de ser productivo. Al interior de un grupo social como la familia hay necesidades que deben ser resueltas y no poder hacerlo frustra al paciente. Además, o por lo menos en la mayoría de los casos, hace falta que ellos tengan un cuidador. A ese cuidador también le queda muy difícil trabajar porque “se carga y se desgasta; y al cargarse y desgastarse se enferma y habría otro costo que asumir”, explicó la doctora Alzate.
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Un esquizofrénico también se debe enfrentar, además de a su propia cabeza, a los señalamientos y prejuicios de una sociedad que poco entiende sobre la realidad de las enfermedades mentales. Es importante, en ese sentido, aceptar que, con los propios cuidados, como los que se requieren para cualquier enfermedad, un paciente con esquizofrenia puede –y debe– llevar una vida normal. “Hay que conocer bien la enfermedad para evitar la estigmatización”, explicó la psiquiatra.
Los mitos y las verdades
Suele decirse que una persona con esquizofrenia podría ser peligrosa y proclive al suicidio. Sin embargo, en cuanto a ese tipo de enfermedades mentales hay muchos mitos que, en su mayoría se basan en imaginarios colectivos construidos erróneamente.
“El intento de suicidio en esa población es un poco más alto que en la población general. Cerca del 10% de los enfermos de esquizofrenia ha tenido algún intento. –explicó la doctora–. Por lo general una persona con esquizofrenia no es una persona violenta, pero, sí la persona, por alguna razón, su naturaleza o comportamiento, tiende a reaccionar agresivamente, y además tiene la enfermedad, sí podría reaccionar con agresividad ante algunas situaciones”.
Es importante que quienes tienen esquizofrenia realicen otras actividades artísticas o deportivas como complemento del tratamiento. Sin embargo, no se beben descuidar las recomendaciones médicas, es decir la toma, si hace falta, de algunos medicamentos, ni los lineamientos que se den en las terapias psiquiátricas. “Las personas que tienen enfermedades mentales necesitan un tratamiento integral; y dependiendo de la fase, o del momento de la enfermedad, se puede hacer énfasis en otras formas de manejar la enfermedad, sin dejar de seguir las recomendaciones del médico”.
El tratamiento
La enfermedad se manifiesta de dos formas. Por un lado están los síntomas de la fase aguda: los delirios, las alucinaciones, la conducta motora aumentada. Hay un segundo tipo, quizás más perjudicial, que se llama “Síntomas negativos”: las personas se retiran de la vida social; se encierran en sí mismos, se aíslan; no son productivos, no comparten con sus familias. Aislamiento total.
Generalmente se identifican con más facilidad los primeros síntomas; los otros en cambio, permanecen ocultos, lo que hace que sean más delicados.
El tratamiento de la esquizofrenia tiene varios pilares. El primero es el tratamiento farmacológico, que básicamente lo que busca es que los síntomas agudos disminuyan o desaparezcan, sin que se empeoren los otros, es decir el aislamiento.
También hace falta un programa que apoye la “rehabilitación social”. Ellos deben aprender oficios, artes, actividades; que se les enseñe la mejor manera de relacionarse. En ese sentido, “son mucho más difíciles estos programas porque casi siempre el paciente los tiene que pagar porque no están cubiertos por el sistema actual de salud”, comentó la doctora Alzate.
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Una vez que ha sido descubierta en algún paciente, y empieza a ser tratada, se vuelve espontanea, es decir que se presenta en episodios concretos o recaídas. No es que la persona vea o escuche o sienta cosas todo el tiempo. Los momentos más delicados son las alucinaciones, las alteraciones en la motricidad, y en el sueño. El aumento de esos síntomas va a requerir tratamiento farmacológico o, incluso hospitalización.
De acuerdo a cómo el profesional médico o la familia asuman el tratamiento, un paciente podrá llevar una vida común y corriente; una vida normal.
[caption id="attachment_723257" align="alignnone" width="1024"] Foto: Shutterstock[/caption]
A la esquizofrenia no hay que tenerle miedo: hay, más bien, que enfrentarla. Un paciente con ese diagnóstico debe saber que, si siente que su salud mental no está bien, debe asistir lo más pronto posible a una consulta médica. “Retardar el momento de la consulta no es una buena idea. Mientras más temprano se haga el diagnóstico y el tratamiento, que no sólo incluye medicamentos, más temprano se logrará la recuperación de la persona”.
El paciente que creía tener el “poder mental de ver gente muerta” es ingeniero civil. Por la enfermedad no ha podido ejercer su profesión, y vive las ventas por catálogo. Laura aún no ha terminado sus estudios universitarios. Dice que es buena en lo que hace y que, al graduarse, quiere tener un trabajo normal; “un trabajo como el que tiene cualquier persona. Yo sólo quiero que me vean como una persona normal. Porque soy una persona normal”.
Es importante, entonces, y esa es la recomendación de los expertos, incluida la doctora Marcela Alzate es que, junto con la adecuada atención médica y social, un enfermo con esquizofrenia necesita respeto y oportunidades. Se refiere, por su puesto, a las justas oportunidades a las que todo mundo tiene legitimo derecho.
Mitos y realidades de la esquizofrenia
Mié, 19/07/2017 - 13:01
Laura veía y oía cosas que nadie más veía ni oía. Tenía 16 años. Pensaba que las alucinaciones, la ansiedad, las imágenes y las voces, no significaban nada serio y que se le quitarían con el