El país escucha y admira al buen periodista Gustavo Gómez, la revelación de la radio (en los últimos 10 años) y una de las estrellas de Caracol. A partir de hoy será ejemplo de padre responsable, esposo ideal y miembro principal en la limitada lista de hombres capaces de derrotar su propio ego, especialmente en esta profesión tan narcisista.
Gustavo declinó la dirección de noticias de Caracol TV, un puesto por el que algunos colegas darían la vida, porque quiere dedicarles más tiempo a Gustavo y Francisco, sus niños de 6 y 4 años.
El proceso fue el fruto de la consulta a varios amigos porque Gómez se negó a dar declaraciones al respecto, con el argumento válido de que no es noticia que un periodista acepte o rechace un cargo.
Permítanme –con todo respeto– hablar desde el corazón del amigo, a quien conozco “al aire”, con quien he compartido poco (ni un tinto) pero de quien solo he recibido buenos comentarios de sus colegas, donde abunda el canibalismo. Lo que digo enseguida es la suma de muchas voces:
“Tengo dos hijos que quiero mucho. No los acabo de descubrir por esa coyuntura, pero sí tuve que optar por seguir con los horarios de hoy, o dedicarle mi vida a sacar adelante una tarea que exige dedicación completa, todos los días, incluyendo los fines de semana.
Lo discutimos con mi mujer, Ligeia (ese es su nombre, raro pero ese es) y aunque siempre cuento con su apoyo, solidaridad y comprensión, decidí que Francisco y Gustavo se merecen tener un padre que los cuide, en época de sus vidas tan determinantes.
La oportunidad profesional era envidiable, un cargo el hp. También el sueldo. ¿Pero cómo compensarle a mis hijos los años que estaría dedicado a lucirme en televisión, a crecer mi nombre, a agrandar la imagen, mientras ellos caminan solos, del brazo de su mamá pero sin la figura paterna?
Yo creo que ese puesto debe tenerlo alguien con más de 50 años, con hijos grandes, que pueda dedicarle la vida entera. Sinceramente yo no quiero que Gustavo y Francisco se vuelven adultos sin verlos crecer. Mi mujer, con la que llevo casado un siglo, participa en todas mis decisiones, incluyendo las de trabajo.
Después de recibir la propuesta de Caracol TV, decidí que primero debía hablar con mis empleadores de hoy, para lo cual teníamos que esperar a Ricardo Alarcón (el presidente de la Cadena, quien estaba fuera del país) y con Darío Arizmendi. Con Ligeia cerrábamos el ciclo de consultas, antes de finiquitar algún acuerdo.
La reunión con Ricardo y Darío, en un almuerzo, se prolongó por cinco horas. No para convencerme de una cosa u otra sino para analizar entre amigos mis posibilidades del presente y del futuro que vendría, partiendo de la base de mis fortalezas. Yo soy un hombre de radio, con algún conocimiento y estudio de televisión.
Ellos dieron sus opiniones, que consideré sinceras y profundas. Para mí fue honroso que me invitaran a quedarme en la radio, porque hubieran tenido la oportunidad de darme las gracias.
Superado esa etapa de proceso, y horas antes de que se venciera el plazo para dar una respuesta, decidimos en familia lo que ustedes ya conocen. Lo hago con el corazón en la mano. La gente sabe que no soy fantoche, ni que pretendo convertirme en nada distinto a lo que soy.
La vida es una tómbola, como usted dice en la radio. Mañana –de pronto– me cae otra lotería, que no se interponga con la felicidad familiar, lo que más me importa como hombre y padre.
Por lo pronto sigo sólido, firme. Chao, chao. Nos vemos mañana”.