Un grupo de niños corre por la casa gritando, jugando, de arriba para abajo. Duro y serio, mirando las noticias, el abuelo está sentando en la sala. La abuela y las tías, en la cocina, casi que una sobre otra, discuten si se le debe poner esto o aquello a la comida. Los tíos y los primos mayores andan por ahí, dispersos, unos hablando en el comedor, otros en la calle, con los vecinos, y un par más tratando de conectar el equipo de sonido.
Cuando todo está listo, una tía empieza la titánica tarea de juntar en un mismo lugar, quietos y en silencio, a toda esa tribu. Hay que llamarlos varias veces, calmadamente al principio y luego a gritos. La tarea se logra por fin luego de insistir mucho.
En la sala hay un silencio ritual. La abuela los mira con seriedad para lado y lado y luego, se persigna despacio. Entonces una prima, que ha tenido que hacerlo esta noche porque se ganó la rifa, empieza: “Oración para todos los días. Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tú hijo la prenda de vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio”.
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Y por nueve días de diciembre se repetirá la escena en muchos hogares del país. No siempre serán tíos y primos, también caben en la escena el selecto grupo de amigos que va de novena en novena, y que lo acepta, además, pensando más que nada en comer.
¿Por qué se celebra la Novena de aguinaldos?
Sáb, 16/12/2017 - 02:53
Un grupo de niños corre por la casa gritando, jugando, de arriba para abajo. Duro y serio, mirando las noticias, el abuelo está sentando en la sala. La abuela y las tías, en la cocina, casi que una