A prueba de bala

Mar, 02/11/2010 - 19:01

-¿Quién quiere que le peg

-¿Quién quiere que le pegue un tiro?

Pregunta Miguel Caballero, a medida que avanza por el pasillo del tercer piso de su fábrica de confección de prendas blindadas que lleva su mismo nombre. Sus empleados de nómina y contabilidad, levantan la cabeza sin respuesta y sonríen entre ellos. Caballero, el propietario y gerente con su bata blanca se prepara para tomar un revólver Magnum 38 mm y una caja de balas. Hará un solo disparo.

¿Quién quiere que le pegue un tiro? Repite ahora la pregunta en forma de orden frente a Oswaldo, analista de nómina y uno de los 220 empleados que laboran en la sede principal en Bogotá. El hombre alza la mirada y se pone de pie.

Vaya que lo alisten, ordena  Caballero. El hombre se pierde en el pasillo.

La empresa nació producto de una tesis de grado de Administración de Empresas de la Universidad de Los Andes hace 18 años con tres empleados.  Era 1991 y la guerra  contra el narcotráfico estaba en su peor momento. Morían  asesinados anualmente 28.000 colombianos, así que el producto, en contravía de la oferta tradicional de blindaje ofrecía prendas discretas, cómodas y con diseño. Caballero se concentró en perfeccionar la técnica del blindaje de mayor protección que debía ser más liviano. Pasó de 4 kilos a 1 ½, y también diversificó el diseño y la confección. De ofrecer una sola prenda pasaron a la tres líneas diseño:  fashion, prendas a la medida como las guayaberas blindadas que confeccionaron para el Presidente del Ecuador, Rafael Correa, la túnica blindada para el presidente de la república africana de Yibuti, o una abrigo a cuadros para un dirigente árabe; y las dotaciones de uniformes para los cuerpos de seguridad estatales, el estamento militar y empresas de seguridad privada.

Oswaldo regresa y de su camisa de cuadros solo se ven partes. Lleva puesta una elegante chaqueta de gamuza negra, con blindaje tipo 4 y una protección adicional para que el disparo no deje rastros de hematomas en el cuerpo. De fallar el experimento, Oswaldo y su familia podrían cobrar un seguro de US10 millones, que viene incorporado a cada prenda, y que se reconoce a quien la porte en caso de lesión o muerte por falla del blindaje. La prueba, para la que Oswaldo ha prestado su humanidad, es una especie de ritual humano presidido por un altar con una virgen en yeso al que se somete un empleado, un periodista, o un extranjero curioso que llega a visitar la fábrica y cuyo objetivo es probar la eficacia de la prenda.

Respire. Diga uno y tome aire. Luego cuente, dos, tres y bote el aire. Relájese y respire otra vez. Son las últimas instrucciones que da el jefe con el revólver en la mano. Junto a él,  Carolina, su esposa y diseñadora de profesión, comprueba con un imán que la punta de las balas no lleve acero para evitar la perforación del blindaje. Reparte tapones para los oídos, que en el futuro se convertirán en souvenires marcados con el logo de MC para quienes se sometan a la prueba.

Oswaldo suda. Mira a la virgen. En la pared hay un letrero que dice: Colombia, el país más seguro del mundo, que forma parte de la escenografía de las fotos oficiales de todos esos que llegan a la fábrica, por su trabajo o por curiosidad y paran allí para que Miguel les pegue un tiro.

Estamos listos, dice por último.

Caballero se persigna y Oswaldo, asombrado, imita el gesto de su jefe.

-Uno, grita el jefe.  Oswaldo aprieta los ojos.  Suena el disparo de la Magnum a quema ropa y en el blindaje queda la bala atrapada y aplastada como una moneda

La chaqueta que lleva Oswaldo hace parte del catálogo con 40 prendas antibalas, y desde hace unos días antipuñal, que a través de 28 distribuidores, se vende en 50 países del mundo, México es una de las mejores plazas. Opera allí desde hace dos años con una boutique y en los próximos días inaugurará la fábrica, la primera en el extranjero, para satisfacer una demanda creciente de ropa blindada. Allí desde el año 2006 han muerto violentamente 30.000 personas por cuenta de la guerra contra el narcotráfico que se libra en los estados de Sinaloa, Guerreo, Chiapas y Veracruz, principalmente y donde Caballero produjo parte de las chaquetas y chalecos antibalas para su policía. Mientras que el año pasado su boutique en México vendía cinco prendas semanales hoy esa misma cantidad se despachan diariamente: chaquetas, camisetas Polo, esqueleto, camisas, vestidos, por el momento,  todos confeccionados en su bodega de 1.300 metros cuadrados y más de 150 operarios, en las afueras de Bogotá.

Aunque Caballero no acepta que se asocie su negocio a la inseguridad y la violencia, lo cierto es que su negocio crece en países en guerra o con serios conflictos, como Colombia hace una década, México y países en el Medio Oriente a donde envían el 70% de sus exportaciones.

¿Qué pasa si la prueba falla? Nunca falla, dice Caballero, que hace 15 días le disparó al periodista autor del libro Las 100 cosas que hay que hacer antes de morirse. Él vino hasta Colombia, vistió el chaleco y recibió el balazo de Miguel Caballero. Luego tomó la bala aplastada, la guardó de recuerdo y en la próxima edición del libro incluirá la experiencia como la cosa 76 que hay que hacer antes de morirse.

 
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