
Desde afuera, el ajedrez de madera plegable luce inofensivo. No lo es. El juguete, abandonado estratégicamente por un grupo armado colombiano al margen de la ley contiene en su interior intensificadores como puntillas, cadenas y pedazos de piñones de bicicletas que, acompañados de materia fecal -algunas veces cianuro- y una potente carga explosiva que detona después de que la víctima lo abre, es uno de los muchos aparatos utilizados para atentar contra la población civil y los miembros de las Fuerzas Armadas del país.
Por cuenta de este tipo de señuelos, bautizados por el Ejército Nacional como “arma trampa”, Colombia registra 11.629 víctimas a lo largo del conflicto armado. El año más crítico fue el 2006 con 1.229 afectados. Aunque, en la última década, la tendencia decreció con excepción del 2012.
En el marco del posconflicto y tras iniciar un proceso de desminado conjunto entre operadores civiles y las Fuerzas Armadas, Colombia pasó de segundo al octavo puesto en la lista de las naciones con mayor cantidad de afectados por este flagelo.
[single-related post_id="988161"]
Pese a los esfuerzos gubernamentales y a la firma del acuerdo con la extinta guerrilla de las Farc en el 2016, el alto comisionado para la Paz de Colombia, Miguel Ceballos, reveló que en lo corrido del año hubo 113 víctimas por minas antipersona, traducido en un incremento del 245% con respecto al mismo periodo de 2017, cuando la cifra se ubicó en 46 heridos.
Entre tanta fluctuación, el departamento del Putumayo, al suroeste de Colombia, avanza en la dirección correcta.
Esta región presenta números alentadores. Por ejemplo, los municipios de Colón, Sibundoy y San Francisco (en el alto Putumayo) nunca registraron afectación por cuenta de las minas antipersonales.
“Si vamos a hablar del Putumayo, dentro de los 13 municipios que componen al departamento, tenemos cerca de 400 hombres (7,4% de la capacidad nacional) trabajando en el desminado humanitario. Municipios como Santiago (con 3.495 mts cuadrados trabajados) y Mocoa están libres de sospecha de contaminación. Este último será declarado libre de minas a principios de diciembre”, le asegura a la Agencia Anadolu el teniente coronel Jhon Fredy Correa, comandante del batallón de desminado humanitario No 5.
“También estamos desarrollando actividades en municipios como Villagarzón, Orito y Valle del Guamuez -dice Correa-. El desminado en Villagarzón está en un 70% y pretendemos declararlo libre de sospecha este año. Para el caso del Valle del Guamuez se espera tenerlo sin minas a mediados del 2020".
Además, agrega el militar, "los seis pueblos restantes (Puerto Asís, Puerto Caicedo, Puerto Guzmán, Puerto Leguízamo, La Hormiga y San Miguel) son trabajados por operadores civiles de desminado como la Campaña Colombiana Contra Minas y The Halo Trust, ambos certificados por la Organización de los Estados Americanos (OEA) y avalados por Descontamina Colombia del departamento administrativo del la Presidencia de la República”.
Para alcanzar estos dígitos, a comienzos de 2018 el gobierno de Juan Manuel Santos aprobó la primera campaña total e integral de desminado para un departamento en Colombia. Allí, en Putumayo, inició la intervención de 2,7 millones de metros cuadrados con presunta contaminación por minas y se destinaron USD 16 millones para cumplir con dicha meta.
Como resultado, desde noviembre de 2016, Putumayo no ha presentado heridos por minas antipersonales.
Antes del acuerdo de paz unas 600 personas realizaban las tareas de desminado en el Putumayo. Ahora, son 5.400 individuos del ejército y una compañía de la Armada Nacional de Colombia, sin sumar a los agentes de los operadores civiles, quienes se dedican a reducir a cero el número de contaminación por minas.
Cifras significativas si se tiene en cuenta que en el marco del conflicto hubo 435 damnificados por minas antipersonal contabilizados en el Putumayo y, de estos, 110 fallecieron.