Segundo día a bordo del barco de Greenpeace

Sáb, 17/03/2018 - 15:19
Kienyke.com, a bordo del barco de la organización Greenpeace, está en la Patagonia chilena; un viaje que busca conocer daños al planeta en este paraíso. Una aventura que será contada en v
Kienyke.com, a bordo del barco de la organización Greenpeace, está en la Patagonia chilena; un viaje que busca conocer daños al planeta en este paraíso. Una aventura que será contada en varias entregas. Esta es la segunda parte... Para mí sorpresa, la primera noche en el Arctic Sunrise fue muy tranquila. La vibración del barco y el sonido de los motores en lugar de irrumpir el sueño lo alienta. Desperté a las 7:30 a.m., es decir, a las 5:30 a.m., hora colombiana. El cuarto estaba oscuro, pero la luz entraba por el ojo de buey y el paisaje afuera me dejó sin palabras, fue pura felicidad visual: enmarcadas por el mar, unas montañas nevadas completaban la imagen que nunca se borrará de mi mente. Sin sentirlo me transporté 60 millas, unos 108 kilómetros, desde Punta Arenas hasta las cercanías de la Isla Capitán Arasena, desde donde se puede observar el punto más austral del continente americano: ese lugar se llama Cabo Frowar. En la noche, el Arctic Sunrise siguió su trayectoria por las aguas de la Patagonia chilena. Tras esa imponente imagen, tomé una ducha rápida en una especie de cabina de un metro cuadrado, que no es nada diferente a la de una casa. La única instrucción, para evitar accidentes, es empujar con una suerte de limpiavidrios, pero para el piso, el agua que no alcanza a irse por el desagüe.  La tripulación tenía la orden de estar en pié a las 9 a.m., para tomar el desayuno hasta las 9:30 de la mañana. Un pequeño lujo que se dio por ser lunes y haber tenido un fin de semana ajetreado, ya que, me contaron, el barco estuvo abierto al público durante el sábado y el domingo, para que los locales conocieran el trabajo de Greenpeace.   [single-related post_id="858942"] Yo tomé un café con unas rebanadas de pan acompañadas con queso, jamón y peperoni. Luego, me dediqué a conocer en detalle la embarcación.  El Arctic Sunrise tiene unos 50 metros de largo, es un rompehielos que pesa mil toneladas y, según el capitán, Joseph Barbal, puede navegar por muchos lugares, desde la Antártica hasta el Amazonas (este hombre merece capítulo aparte, les contaré su historia). De hecho, fue el encargado de dirigir la más reciente campaña de la organización en esas difíciles aguas para evitar la caza de krill, el alimento de las ballenas, por parte de navegantes ucranianos. Con cada hora que paso en esta nave, empiezo a familiarizarme con la dinámica finamente calculada, cómo la mecánica de un reloj, que permite que todo funcione.  Luego del desayuno, ya era una más de la tripulación. Cada día, luego de la primera comida, se asignan labores de limpieza para mantener todo en orden. Elegí encargarme del lounge, un pequeño espacio dedicado al disfrute en el que hay televisión, instrumentos musicales y se puede escuchar música, tomar una cerveza o una copa de vino. En palabras simples, es un lugar para compartir con los compañeros de viaje. Allí mismo, el primer oficial, un argentino llamado Ignacio Soaje (de cariño, Nacho), nos dio a los nuevos un pequeña charla sobre las normas de convivencia: en el barco hay que actuar como buenos marineros, ser aseados, pensar en el otro, no se permite el uso de drogas y tampoco el abuso de alcohol y, como en él deben convivir 33 personas, es necesario respetar cada espacio, además informar si algún comportamiento o comentario de una persona genera malestar para evitar malas energías y encontrar una solución. Esto último con el fin de mantener un buen ambiente.  Cumplida la limpieza, llegó un momento divertido. Buscar el traje adecuado para salir de expedición en el exterior: debido a que el agua está a una temperatura de cinco grados centígrados, caer a ella, sin la indumentaria adecuada, asegura la muerte por hipotermia. La primera capa conserva el calor, es una especie de mameluco felpudo sobre él que se pone un traje grueso y aislante. También tuve que hallar botas. Mi talla, 39 - 40, justo fue la más difícil de encontrar. Todo el proceso tomó 45 minutos, quedé sudando, pero más tarde me di cuenta de lo necesario que es usarlo. El frío afuera cala en los huesos.  [single-related post_id="854969"] Llegó la hora del almuerzo, es estilo buffet, cada quien toma su plato y se sirve lo que desea, come y lava los utensilios que utilizó. Ronnie Ferrer, un filipino buena onda que oye Bob Marley y otra buena música mientras cocina, fue el encargado de preparar una deliciosa sopa de espinacas, arroz con algas, garbanzos, papas al horno, vegetales salteados y ensalada. ¡No les digo lo rico que estaba todo! Sin tiempo para descansar, la orden fue estar listos a la 1 p.m. para salir de expedición. De nuevo me 'empaqué' en el traje al que le sumé gorro de lana y guantes para abordar una de las dos lanchas que nos trasladarían hasta el punto donde Estefanía González, una geógrafa chilena, al lado de Ernesto Monlina, un oceonógrafo de la misma nacionalidad, tomarían muestras del agua y observarían, con equipos especializados, lo que ocurre en el ecosistema aledaño a una antigua concesión para el cultivo de salmón. Aquí el tema se pone serio. La Patagonia chilena está siendo utilizada para el cultivo de este pez que, a pesar de que es delicioso, es exótico en estás tierras y su presencia ya ha causado daños ambientales graves. Su producción no solo contamina el agua, ya que es alimentado por una especie de cuido hecho de harina de pescado, que se concentra en el fondo del mar y puede empeorar la presencia de algas tóxicas en la zona, sino que deja porciones del océano sin oxígeno y también representa un riesgo al escapar. Cómo es carnívoro, puede alterar los ecosistemas de especies como el Huillín -Lontra provocax-, una especie de nutria de agua dulce presente solo en Chile y en Argentina, el delfín chileno -Cephalorhynchus eutropia-, que es una de las especies más pequeñas que se puede encontrar en la costa sudamericana, y otros grandes mamíferos presentes en la región, como los lobos marinos que son asesinados o mueren atrapados en las redes que contienen a los salmones cuando intentan comérselos.  La operación para bajar los botes al mar fue meticulosa. Desde el puente de mando, el capitán Barbal dirigió toda la operación y, una vez en el agua, dio la instrucción para abordarlos.  [single-related post_id="852693"] Es increíble. Mientras el aire helado golpeaba la cara, la majestuosidad del paisaje solo me permitió pensar en congelar las imágenes en la memoria para recordarlas o volver a ellas en los sueños. Me siento diminuta en medio de este lugar inhóspito, tan poderoso y al tiempo tan vulnerable a las acción humana.  A unas tres millas del Arctic Sunrise estaba nuestro destino. Se cumplió con el propósito sin contratiempos y, mientras los científicos cumplían con sus tareas, los invitados regresamos al barco para reponernos del frío abrazador.  Tras dos tazas de café entré en calor y aproveché para visitar el puente de mando. Allí estaba Yeonsik Kim, el simpático segundo oficial coreano que posó para una foto. Desde allí pude observar el retorno de las lanchas y conocer nuestro próximo destino: tras transitar 200 kilómetros en la noche, para el día tres estaremos cerca a la isla Desolación y el golfo de Xaltegua, en donde esperamos observar el espectáculo de los pingüinos, las aves y la fauna de la zona. Pero esa buena noticia solo pudo ser superada por lo que vino a continuación. A las 6:30 de la tarde, para cerrar la jornada, la Patagonia me regaló la segunda postal para la memoria de esta travesía: el horizonte dejó de ser horizonte para convertirse en un lienzo con inspiración divina. Los miles de destellos de luz se multiplicaron en las aguas del mar para convertirse en marco de unos magestuosos nevados que solo tenían chance de mejorar con las nubes y el cielo azul que se fundieron en un mágico atardecer.
Más KienyKe
Ignacio Baladán, novio de La Segura, entró a La Casa de los Famosos para pedirle matrimonio.
Un grupo de sujetos no identificados intentó quemar una de las estaciones cercanas a la Universidad Nacional.
Laura Sarabia, mano derecha de Gustavo Petro, denunció una campaña de difamación en su contra de la que es víctima desde hace varios meses.
La abogada Carolina Carrillo y las periodistas Laura Hincapié y Mauréen Maya advierten que John Poulos podría quedar en libertad.
Kien Opina