Sanar la herida de la coca con chocolate

Jue, 15/04/2021 - 09:21
Más de mil familias campesinas de diferentes regiones apuestan al cacao como forma de sustitución voluntaria de coca y como paso a una vida libre de violencia.

Ad portas de que el Gobierno colombiano retome la fumigación aérea de cultivos ilícitos en medio de críticas por su impacto en la salud humana y el ambiente, más de mil familias campesinas de diferentes regiones apuestan al cacao como forma de sustitución voluntaria de coca y como paso a una vida libre de violencia.

La iniciativa incluso es impulsada por el propio Gobierno, que sostiene que recurrirá a las fumigaciones aéreas sólo en zonas como la Amazonía (sur), Norte de Santander (nordeste) y el Bajo Cauca (suroeste), donde se han encontrado cultivos industriales y tecnificados de coca, pero que mantendrá la erradicación manual y la sustitución voluntaria de cultivos en otras regiones, de acuerdo a lo establecido en el Acuerdo de Paz suscrito en 2016.

"El programa (de sustitución de coca por cacao) comenzó en el 2017 a través de la Fedecacao (Federación Nacional de Cacaoteros), así que como líder comunitaria reuní a varias familias de mi vereda (aldea) y les conté de la iniciativa, se entusiasmaron y al día de hoy aquí seguimos", dijo a esta agencia Yaneth Holguín, una de las beneficiadas con el plan de Sustitución de Cultivos Ilícitos en el municipio de Briceño (Antioquia, noroeste).

Transformación de territorios

En total, 1.050 familias de zonas campesinas de Antioquia, Nariño, Guaviare, Meta, Norte de Santander, Caquetá y Putumayo hacen parte del programa, gestionado por el Gobierno y ejecutado por Fedecacao para transformar los territorios que antes fueron cultivos de coca y que ahora cuentan con familias comprometidas con la legalidad.

Sólo en Antioquia un total de 646 familias le apostaron a cambiar la coca por cacao, de las cuales 304 están en los municipios de Tarazá, 180 en Cáceres y 162 en Briceño, que comprende la aldea en la que se encuentra Yaneth, quien es madre cabeza de hogar y ha sido testigo de excepción de la transformación de la región.

"La coca llegó a esta vereda en el año 2002, luego de que unos cultivadores que trabajan en el Bajo Cauca Antioqueño trajeron la semilla y nos invitaron a cultivarla también. Tras ver los beneficios que dejaba, otros más se sumaron y al final todos por acá la cultivamos", recuerda Yaneth.

Admite que aunque la coca les dejaba ingresos suficientes para comprar alimentos y sostener a sus familias, la práctica terminó por desterrar la siembra de cultivos tradicionales como el maíz, el frijol, el plátano y la yuca, los cuales entonces compraban en los mercados.

"Nos dedicamos a cultivar coca exclusivamente y nos olvidamos de todo lo demás. Eso al final fue malo, porque nos apartamos de nuestras prácticas ancestrales, pero también lo fue porque a partir de entonces llegó la violencia, los desplazamientos forzados, los asesinatos y la presencia de grupos armados ilegales", agrega.

Las cosas para su familia y otras de la región empeoraron cuando en el marco de la fumigación de cultivos ilícitos "un avión militar pasó un día de 2014 y asperjó la mayoría de las plantaciones", lo que las dejó "sin recursos para trabajar".

Por entones las fumigaciones aéreas eran una práctica habitual como parte de los objetivos del Gobierno por contrarrestar el avance del narcotráfico, hasta que en octubre de 2015 fueron suspendidas por la administración de Juan Manuel Santos (2010-2018) con base en un fallo de la Corte Suprema de Justicia, que sostuvo que tales aspersiones podían derivar en cáncer para las personas y afectaciones al medioambiente.

No fueron tiempos sencillos para nadie, tampoco para aquellos cultivadores de coca, pero en 2017 la situación dio un giro a raíz de la propuesta de sustitución, que ha permitido que cada familia siembre mil árboles de cacao.

Proceso con dificultades

El consejero presidencial para la Estabilización y la Consolidación, Emilio Archila, destacó en un comunicado reciente que la participación de Fedecacao en la sustitución de cultivos ilícitos ha sido determinante, y que "con toda su experiencia en la cadena de producción del cacao los proyectos productivos de las familias que dejaron atrás ese cultivo maldito (la coca) realmente cuentan con todas las herramientas para ser grandes productores".

Sin embargo, el proceso no ha estado exento de dificultades. Yaneth, como vocera de los cultivadores, dijo que "el Gobierno no ha cumplido a cabalidad" lo que les prometió en el programa, por lo que algunos cultivadores han pensado incluso en desistir del mismo.

"Muchos han pensando en retirarse, pero la verdad es que pese a las dificultades e incumplimientos que se han dado somos más los que pensamos seguir en la siembra de cacao, porque nos ha costado mucho esfuerzo mantenerlo. En lo personal le he invertido demasiado tiempo como para dejarlo perder ahora", remarca.

La verdad sea dicha, no es fácil impulsar una iniciativa de tales dimensiones, pues según el presidente de Fedecacao, Eduard Baquero López, para incentivar la sustitución de coca debieron crearse once viveros en diferentes regiones para sembrar un millón 70.000 plantas de cacao injertadas de alta calidad.

El director gremial dijo también, a través de un comunicado reciente, que junto con la entrega de tales viveros se realizaron también giras y eventos de capacitación en desarrollo "para resolver situaciones puntuales de manejo de plantaciones de cacao" por parte de los antiguos cultivadores de coca.

Pese a las dificultades de la iniciativa, el Gobierno alienta "a estas comunidades y a estas familias que se beneficiaron (…) a que continúen por la senda de la sustitución voluntaria, para que dejen atrás esos cultivos ilícitos que tanto daño le han hecho a nuestra sociedad", dijo para esta agencia el director de la estatal Sustitución de Cultivos Ilícitos de la Agencia de Renovación del Territorio (ART), Hernando Londoño Acosta.

Cultivadores como Yaneth esperan que, como se dice en Colombia, "las cargas se acomoden en el camino" y puedan seguir cultivando cacao y, con ello, olvidar el sabor amargo que para sus vidas y para el país significaron aquellas hectáreas de coca que alguna vez cultivó.

Por: Sputnik 

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