Una asociación civil les brinda acompañamiento a los refugiados que llegan a Ciudad de México y los ayuda en su proceso de adaptación a un nuevo país.
Miles de personas de distintas partes del mundo que huyen de los conflictos de sus países llegan cada año a una pequeña casa colorida, llena de murales, rodeada de árboles, localizada en un parque de Ciudad de México.
Se llama “La Casita” y fue levantada en 1994 por la asociación civil Casa Refugiados, la cual ha colaborado con Amnistía Internacional y la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
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Se trata de una red que aglomera voluntarios, organizaciones, albergues y organismos internacionales.
Desde Asia, África y América Latina llegan diversos extranjeros que se encuentran con una placa de metal a la entrada que dice: “Hay personas refugiadas de todas las edades, razas y religiones en todos los países del mundo”.
Cuando los refugiados tocan la puerta, el equipo de “La Casita” los atiende, evalúa sus necesidades, así como su nivel educativo y socio económico, y a partir de ahí empieza a hacer un acompañamiento de cada caso.
Los ayudan en sus trámites y los instalan en alguno de los cinco albergues que colaboran con la asociación, mientras el gobierno mexicano les aprueba su estatus de refugiados.
Gerardo Talavera, el director, recibió a la Agencia Anadolu en su oficina y habló sobre los tres ejes del proyecto: asistencia humanitaria, integración y educación para la solidaridad.
“Tenemos como objetivo trabajar con personas en movimiento, donde iniciamos procesos de integración, siempre manteniendo nuestro enfoque inicial de educación para la misma, y temas de interculturalidad”, explica.
Según cuenta, a partir del año 2015 hubo un “boom” en el número de los refugiados, la mayoría de los cuales provienen de Guatemala, Honduras, El Salvador y Venezuela. Sin embargo, también han pasado por este techo algunos ciudadanos de Siria, Camerún, Nicaragua, Congo, Cuba, Ghana y Nigeria.
En el marco del Día Internacional del Refugiado, el 20 de junio, la asociación celebró con la red de colaboradores y con los refugiados a través de actividades colectivas.
Pedagogía para refugiados
“Cada historia de vida tiene necesidades amplias”. Así lo considera el equipo de “La Casita”. Por ejemplo, hay que tener en cuenta el choque cultural con los alimentos del país. Sumado a ello, cuando los solicitantes no saben leer ni escribir, esto significa un grado más de “vulnerabilidad”, por lo que reciben clases de idiomas a través de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar). También hay que tener en cuenta que para muchos no es fácil enfrentarse a Ciudad de México, con más de 20 millones de habitantes, la cuarta ciudad más poblada del mundo, después de Tokio, Nueva Delhi y Shanghái. Por lo anterior, el equipo, conformado por 28 personas, imparte tres talleres. El primero se llama “Conoce tu nueva ciudad”, en el que les enseñan a movilizarse en la ciudad mediante el transporte público, así como la tabla de costos de los servicios o productos, debido a que en ocasiones algunos mexicanos elevan los precios cuando escuchan sus acentos. [single-related post_id="895466"] En coordinación con el programa “Sonrisas”, del gobierno de Ciudad de México, también les ofrecen acceso a museos y los trasladan a la exposición Ciudad Futura, en la que les explican esta metrópoli.“Eso para nosotros ha sido una buena experiencia, porque la gente empieza un proceso de resiliencia, de dignificación. Un procesos de trato digno”, señala Talavera.El segundo taller brinda herramientas para obtener empleo y conocer los rangos salariales del país. “El empleo es indispensable para ese momento en su vida. Cuando llegan con nosotros a recibir asistencia es un reloj de arena. Nosotros no podemos cubrir todo el tiempo a la persona, pero sí podemos ayudar para que generen sus ingresos y tengan una capacidad de movilidad en la ciudad”, añade el director de la asociación. En tercer lugar, se imparten espacios de atención terapéutica en grupos enfocados hacia la comunidad LGBT, mujeres y hombres.
Alza de refugiados
Talavera asegura que desde el año 2015 las peticiones “crecieron exponencialmente”. Ese año hubo 241 peticiones; luego, en el 2016, fueron 746, mientras que en el 2017 se registraron 1.000. En lo que va del 2018 ya son 760. “Hoy ya llevamos más atenciones que en el año 2016. Te puedo decir que es un crecimiento que ha sido bastante operativo. Estamos a la mitad del año, la lógica es que atenderíamos 1.500 personas si continúa la tendencia”, relata. Casa Refugiados ha recibido personas de 40 nacionalidades distintas. En el periodo 2015 - 2016 el 90% de las personas atendidas fueron de origen centroamericano.“Para 2017 sí se dio una diversificación porque además de un alto porcentaje de centroamericanos se incrementaron las personas venezolanas. También personas de Camerún: atendimos entre 30 o 35 personas. Es un reto institucional”, explica.El director de la asociación civil asegura que, según las estadísticas, por lo general el 90% de los refugiados proviene de tres o cuatro países, mientras que el 10% restante es diverso. “Particularmente en el 2018 están divididas las solicitudes de asilo: el primer grupo es una tercera parte de personas venezolanas, y después personas de Centroamérica”, dice. Lo cierto es que cada persona refugiada se enfrenta a diversos paradigmas y vive un proceso de integración distinto. A veces conviven entre sus mismas nacionalidades o, debido a los contextos de sus países, lo hacen de manera solitaria. Actualmente los refugiados enfrentan discriminaciones por el color de piel, el origen, la forma de hablar, el aspecto, situación que deben enfrentar principalmente los centroamericanos o los africanos. Talavera apunta que llegar a otro país no es fácil, por lo cual cada día se enfrentan a nuevos retos. Uno de ellos es que la sociedad mexicana sea cada vez más sensible a las necesidades de los refugiados.