
La relación entre Estados Unidos y Colombia atraviesa su momento más delicado en años. El secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, convocó este jueves de manera “urgente” a consultas a John T. McNamara, jefe interino de la misión diplomática en Bogotá, tras las declaraciones del presidente colombiano, Gustavo Petro, sobre un presunto complot internacional para sacarlo del poder con apoyo de políticos republicanos estadounidenses.
La medida marca un giro inusualmente tenso en los lazos bilaterales entre ambos países, tradicionalmente aliados en temas de seguridad y lucha contra el narcotráfico.
Acusaciones de golpe de Estado
En una publicación en su cuenta oficial de X (antes Twitter), el presidente Gustavo Petro aseguró que existe “un golpe en fragrancia” —una aparente confusión con la expresión “flagrancia”—, y solicitó formalmente a la justicia estadounidense investigar una supuesta conspiración en su contra. Según Petro, el plan habría sido orquestado por su exministro de Relaciones Exteriores, Álvaro Leyva, quien presuntamente buscó apoyo entre congresistas republicanos de Florida, como Mario Díaz-Balart y Carlos Giménez, para presionar su salida del poder.
La denuncia del mandatario colombiano fue alimentada por un reportaje publicado el fin de semana por el diario El País, que detalló un presunto encuentro entre Leyva y Díaz-Balart en EE.UU., hace dos meses. Según esa versión, Leyva también habría intentado reunirse con el congresista Giménez para pedir respaldo en la promoción de un cambio de liderazgo en Colombia, favoreciendo a la vicepresidenta Francia Márquez como sucesora constitucional de Petro.
Respuesta de Estados Unidos: preocupación y rechazo
La reacción del gobierno estadounidense no se hizo esperar. En un comunicado breve, pero firme, el Departamento de Estado calificó de “infundadas y reprensibles” las acusaciones del presidente Petro, y anunció que el secretario Marco Rubio había llamado a consultas a John McNamara, actual encargado de Negocios en la Embajada de EE.UU. en Bogotá.
“La Administración de Trump está adoptando otras medidas para dejar clara su profunda preocupación por el estado actual de la relación bilateral”, añade la nota, en referencia a la nueva administración republicana que asumió en enero de este año.
No obstante, el mismo comunicado subraya que “Colombia sigue siendo un socio estratégico esencial” y reafirma el compromiso de EE.UU. con una cooperación estrecha en materia de seguridad regional, desarrollo económico y estabilidad institucional.
Rechazo desde el Congreso estadounidense
Tanto Díaz-Balart como Carlos Giménez han negado cualquier participación en la presunta trama. En sendos comunicados, calificaron de “invenciones” las acusaciones de Petro y denunciaron que se trata de un intento del mandatario colombiano por desviar la atención de los problemas internos de su gobierno, que enfrenta críticas por su ambiciosa, pero estancada, agenda de reformas.
“No he tenido ninguna reunión con Álvaro Leyva y rechazo tajantemente estas acusaciones sin fundamento”, señaló el congresista Díaz-Balart.
Implicaciones para la relación bilateral
El llamado a consultas de un diplomático de alto nivel es una señal diplomática grave que, aunque no implica una ruptura formal, evidencia una desconfianza profunda entre ambas administraciones. La decisión ocurre en un momento de creciente polarización en Colombia, con el gobierno de Petro enfrentando críticas desde sectores conservadores y acusaciones de autoritarismo desde la oposición.
Desde Washington, analistas advierten que la actual tensión podría tener consecuencias en áreas clave como la cooperación en seguridad, la asistencia en lucha contra el narcotráfico y los programas de desarrollo rural.
¿Qué sigue?
El futuro de las relaciones entre EE.UU. y Colombia dependerá en gran medida de la evolución de esta crisis diplomática. Mientras Petro insiste en que se investigue el presunto golpe, Washington busca reafirmar su apoyo institucional sin validar acusaciones que considera infundadas.
A pesar de las diferencias ideológicas, ambos gobiernos han reiterado la importancia de mantener el diálogo abierto. Sin embargo, la llamada a consultas de McNamara deja claro que el margen de tolerancia diplomática se ha estrechado peligrosamente.