Antes de empezar debo confesar que, para concebir y escribir estas líneas, fue tal el aturdimiento, que me costó mucho trabajo y me devolvió en el tiempo a las épocas malditas, en que, por cuenta de la violencia incesante de este país, venga de donde venga, junto con los desgraciados gobiernos que hemos padecido, hoy nos tiene en la calificación inequívoca de un ESTADO FALLIDO.
Qué más quisiera yo, que he vivido la sangre inocente de mi padre esparcida por la insania de unos actores demenciales, que ser portador de buenas nuevas; de bienaventuranza. Pero se hace imposible cuando nadamos en coca y esquivando balas, no tratar un asunto tan doloroso como el que vivimos el sábado pasado.
Grosso modo, diré que un Estado Fallido, es aquella Unión que ha perdido la capacidad de ejercer su poder efectivo sobre su territorio y asociados, incapaz de garantizar funciones básicas como la seguridad, el cumplimiento de la ley, la provisión de servicios públicos, y la protección de los Derechos Humanos (punto de gran importancia). Entre sus características traigo a la mesa que, un Estado Fallido supone un gobierno debilitado (en este caso desviado y cegado por la ambición de poder autoritario del dictadorzuelo con ínfulas imperiales), alto nivel de corrupción, conflictos internos, falta de acceso a la administración de justicia -hoy el poder judicial, politizado y birlado por el ejecutivo-, a los servicios básicos y una gran vulnerabilidad y debilitación de las relaciones internacionales y de la inversión extranjera, que a la postre advierten e indican la intervención foránea, para alcanzar el restablecimiento institucional. Esto desde lo jurídico y académico. En síntesis, estamos viviendo un Estado de Cosas Inconstitucional (ECI), que pide a gritos el escritor, sea declarado cuanto antes por la Corte Constitucional, habida cuenta del aberrante descalabro social, político, jurídico y de los estamentos, que hoy nos tiene como estamos.
Señalo, repudio y condeno de la manera más categórica y contundente posible, el atentado aleve y miserable contra la vida de Miguel Uribe Turbay. Esta familia que ya había transitado por el infierno del secuestro, la extorsión, y el homicidio, entre otros vejámenes, ahora repite desgracia. Una joven promesa de la política decente y sana, quiso ser callada. Algunos dicen: “hemos vuelto a la época del narcoterrorismo”, les pregunto: ¿CUÁNDO HEMOS SALIDO DE ELLA? Si acaso, tuvimos una pausa por un par de periodos de gobierno del presidente Uribe, pero desde que tengo uso de razón, este país ha padecido de este terrible mal. No en vano, nos hemos ganado esa fama a nivel internacional. No nos llamemos a engaños, que esto suma negativamente; llamemos las cosas por su nombre: no es sano y menos en medio de una situación tan alarmante, pretender ver el sol en medio de la negra noche: nuestro principio de realidad es que este país está al garete; a la deriva, a expensas de los bandidos, a merced de la delincuencia y lamentablemente, ¡con tendencia a empeorar si no reaccionamos YA!
He venido pensando si la maldad del colombiano es adquirida o tiene que ver con componentes genéticos, porque la mezcla entre indio, negro y europeo podría dar como resultado, en un contexto de colonización por la fuerza y su posterior sangrienta emancipación, una raza con componentes cromosomáticos violentos y teñida de mala fe. Esa tal “malicia indígena”, no es otra cosa que ser una mala persona, un avivato, un tramposo, un ventajoso y aprovechado del otro. Esto no tiene nada de bueno, así cuando se mencione se deje salir una risita socarrona, lavadora de culpas. No, no y nooo…la fila hay que hacerla, el semáforo se respeta, las vueltas hay que devolverlas y las normas, incluso las que no tengan carácter coercitivo, SON PARA CUMPLIRLAS¡!
En una conversación hace un tiempo con alguien a quien quiero mucho, me dijo un cliente: “Dr. pero nosotros sí somos los mejores en algo: somos los mejores malos” … y me dejó pensando. Como se siente, mis letras hoy encarnan mi dolor, mi rabia, mi desazón, mi impotencia y desgaste de una lucha por un mejor porvenir, que a veces aparenta ser estéril. Hoy elevo mi voz de reclamo airado, pero herido profundamente, mi desilusión nacional y, para resumir: me siento descorazonado.
El Dr. Miguel fue mi compañero y mi competencia en la conquista por un escaño en el Consejo de Bogotá. En esta gesta por el codiciado cabildo distrital, pude conocer a un muchacho inteligente, lleno de ganas, de amor, de valores y principios, de iniciativa y fuerza, de ingenuidad (sin malicia indígena), pero corajudo. Con su hermana Carolina he compartido espacios de víctimas en desarrollo de mi trabajo como defensor de estas y de los DDHH. A doña Nidia siempre la admiraré y Diana fue un ejemplo. Le ruego al cielo por la vida de Miguel y por la de los demás precandidatos a la primera magistratura de este Estado Fallido, al que difícilmente, por la excelencia en la macabra tarea de Petro, podrán retomársele las riendas.
Cada semana en esta penosa realidad, es peor que la anterior. No puedo dejar de referirme con reprobación absoluta, sobre las 5 bombas en Cali en menos de 30 días y el Cauca azotado. Resulta que en zona rural de Jamundí tenemos 2000 hectáreas de coca sembradas con alta tecnología agrícola con cultivos preciosos, mientras los terroristas revientan a Santiago de Cali a punta de explosivos, asesinado a la población civil. Esto es deleznable por decir lo menos y no hay solución a la vista. Hay consejos de seguridad, declaraciones, manifestaciones, anuncios de recompensa y nada de eso sirve. Dicen: “identificamos a las disidencias de las FARC” y acaso eso qué soluciona? Qué panorama más despreciable. En el Valle del Cauca tenemos 5 municipios bajo alerta, pero siguen matando gente inocente. Tan aberrante como evidente es el fortalecimiento de los grupos narcocriminales. Quisiera saber cuáles son las manifestaciones de paz de las que hablan y cuáles las medidas del gobierno para contener el terrorismo: pues ninguna; contrario sensu, a través de medidas absurdas, le recorta el presupuesto a las FFMM y limita el accionar legítimo de nuestros garantes constitucionales de la vida, honra y bienes de los asociados.
Y mientras escribo estas líneas van desfilando en su arribo a la capital vallecaucana y se van agolpando las estrellas de la minga indígena antisocial, en sus flamantes chivas, que con seguridad como en ocasiones anteriores, deben venir aprovisionadas de material bélico, drogas y alcohol suficientes para no quedarse cortos sus bacanales: que comience la fiesta en homenaje a su líder.
No me alcanzarían los editoriales del mes, para enunciar al menos la lista de los homicidios, perpetrados en los últimos días. El homicidio de la patrullera en Valdivia (Antioquia), dolorosamente se convierte en un guarismo más de la fatal estadística que nos ronda.
Recuerdo las palabras de César Augusto Londoño al cierre de la última emisión del noticiero CM& el día del homicidio de Jaime Garzón. También, tristemente cada día cobra más vigencia la frase del Dr. Echandía refiriéndose compungido, como yo hoy, a nuestra dolorida patria. “Hasta aquí los deportes, país de mierda” y “Colombia es un país de cafres”, dijeron respectivamente.
Imposible no estar triste, con el corazón empañado y el alma erosionada y reviviendo las ganas de buscar la realización personal y profesional en otras latitudes. Duele la patria señores…y como dijo el maestro Eugenio Arellano en su Bambuco Lunar: “es muy triste inspirarse en la guerra y cantarle a la paz”. Doloroso vivir en un país tan hermoso, pero lleno de gente tan mala, con excepciones claro…porque ya veo venir el reclamo…Qué Dios nos bendiga en este Estado Fallido...