La droga no se ha ido, solo ha mutado. Y lo ha hecho con cifras brutales. El nuevo informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) no deja margen para interpretaciones: 2023 fue el año con la mayor producción de cocaína en la historia, con 3708 toneladas registradas, lo que representa un aumento del 34 % frente al año anterior. Y en el corazón de esta maquinaria sigue latiendo un país: Colombia.
El documento explica que este aumento se debe, en gran parte, al crecimiento de la superficie sembrada con coca en el país y a la actualización de los datos de rendimiento, que arrojaron una estimación de producción un 50 % superior a la calculada en 2022. En otras palabras: Colombia no solo tiene más cultivos, sino que está produciendo más cocaína por hectárea.
En el discurso oficial, se insiste en la “transformación del territorio” y la “paz total”, pero en las regiones cocaleras —como el Catatumbo, el Pacífico nariñense, el sur del Meta y Putumayo—, la realidad es otra: avance de grupos armados, economías ilegales más sofisticadas, y una población campesina atrapada entre el miedo, la necesidad y la ausencia del Estado.
Y mientras Colombia lidera la producción, el consumo global también se dispara. Según la UNODC, en 2023 alrededor de 316 millones de personas usaron alguna droga ilícita (sin contar alcohol y tabaco). Esto representa el 6 % de la población mundial entre 15 y 65 años, frente al 5,2 % en 2013. El cannabis sigue siendo la droga más consumida (244 millones de usuarios), seguido de los opioides (61 millones), las anfetaminas (30,7 millones), la cocaína (25 millones) y el éxtasis (21 millones).
Las rutas se expanden, los métodos se perfeccionan, y los decomisos aumentan, pero también lo hace la impunidad. El negocio sigue siendo rentable y silenciosamente intocable para muchos de sus beneficiarios reales. Lo que muestra este informe no es solo el fracaso de las políticas antidrogas, sino la consolidación de un sistema que ha aprendido a convivir con la ilegalidad como parte de su estructura.
La cocaína está al tope. La pregunta es: ¿también lo está la indiferencia?
