No fue una marcha del silencio. Fue un estruendo colectivo.

Lun, 16/06/2025 - 08:39
A muchos les vendieron la imagen de una marcha callada, casi invisible. Pero Colombia habló. Y habló fuerte. No fue un tema de Bogotá o Medellín, de ciudades grandes o pequeñas. Fue el país entero el que salió.
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A muchos les vendieron la imagen de una marcha callada, casi invisible. Pero Colombia habló. Y habló fuerte. No fue un tema de Bogotá o Medellín, de ciudades grandes o pequeñas. Fue el país entero el que salió. Desde todos los rincones, con diferentes acentos, edades y formas de pensar, millones de personas se hicieron presentes con un mismo mensaje: ya no más.

Lo que se vivió este domingo no fue un acto de silencio, fue un grito masivo contenido durante meses. Fue la gente ocupando el espacio público no para dividir, sino para reclamar. Para exigir. Para decir basta. El dolor se transformó en fuerza cívica. Y sí, había rabia, pero también había claridad: la vida no se negocia. La democracia no se mendiga. La libertad no se silencia.

Y en medio de ese clamor nacional, quedó claro algo aún más poderoso: no hubo espacio para el oportunismo político. Aquellos que intentaron instrumentalizar esta jornada con fines personales o partidistas no encontraron eco. Su protagonismo forzado se desvaneció frente a una ciudadanía que ya no quiere ser usada ni manipulada. En cambio, quienes guardaron respeto por el momento y por el dolor, quienes acompañaron desde la coherencia, no desde la conveniencia, fueron los verdaderos líderes de este proceso.

Porque el país está cansado. De la violencia disfrazada de discurso. De la impunidad protegida por retóricas. De un Estado que parece más dispuesto a dividir que a escuchar. Esta llamada “marcha en silencio” terminó siendo todo lo contrario: un estruendo colectivo. Un acto de conciencia nacional. Un recordatorio de que aún hay ciudadanía despierta, viva, unida por lo esencial.

No podemos cerrar este Radar sin rechazar con claridad un hecho que no puede pasar desapercibido: la expulsión de un periodista de RTVC durante la marcha. Así como defendemos el derecho ciudadano a movilizarse y expresarse, también defendemos el ejercicio libre del periodismo, sin señalamientos ni agresiones. Esta jornada, que pretendía ser un llamado nacional a la paz y al respeto por la vida, no puede mancharse con actos que contradicen ese espíritu. El país necesita más puentes, no más vetos. Más argumentos, no más exclusiones. Y más que nunca, necesita proteger el oficio del periodista como parte esencial de la democracia.

Colombia entera se miró al espejo y se reconoció con dignidad. La pregunta es: ¿Quién está escuchando?

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