Pongamos los puntos sobre las íes: las autoridades escolares y gubernamentales han sido blandas respecto al matoneo infantil. (Y esa fue mi forma blanda de decir: todos se lavan las manos). El rector culpa a los padres por ausentes, los padres al rector por incompetente, el matón a la víctima por indefensa, y la víctima al matón por matón.
Mientras que estos supervillanos en plena pubertad se pasean como si los colegios fueran Palacios de Inquisición, los directivos responden con canciones y carteleras. NO ES SUFICIENTE. Destruir el autoestima de otro no es "cosa de pelaos." No es "normal". No es "chistoso". No "les enseña a defenderse" (frase típica del matón adulto).
Escribo este artículo para los testigos, en adelante "los callados". Lo escribo para que hablen, intermedien, interrumpan al matón, en adelante "el enfermo". Les escribo porque en ustedes, "los callados", está la única credibilidad capaz de detener al "enfermo". La víctima está demasiado ocupada recogiendo los pedazos que le quedan de amor propio, y a los adultos se les va el día culpando a la vaca.
Mi propuesta es una guerra de frente contra el matoneo, no contra el matón ("el enfermo"), y estas son las razones:
1. La dignidad humana no es una corbata que uno se pone a los 18 años.
Me preocupa la doble moral de llamar a algo matoneo escolar antes de undécimo grado y llamarlo acto discriminatorio punible a partir de ahí. No creo que quede claro que nos investimos de dignidad desde el día en que abrimos los ojos en este planeta. Me preocupa que pensemos que "dignidad humana" es un concepto de adultos, como el impuesto predial, o la vida crediticia. NO nacemos con predios, ni con tarjetas de crédito (gracias a Dios), pero sí nacemos con el derecho inalienable a ser quien somos-- hasta donde ese derecho permita que el otro haga exactamente lo mismo.
2. El matoneo acaba, muy temprano, con la diversidad que nos hace ricos.
Me preocupa vivir rodeada de adultos que "no pudieron ser". No deberíamos permitirle a ningún niño enfermo frustrar el desarrollo del otro: su afición por algún arte, deporte, instrumento, hobby o área de conocimiento. La sociedad no se puede dar el lujo de considerar "normal" la represión de sus talentos nacientes a manos de etiquetas como "ñoño", "nerd", "bobo" o sus derivados. Pero es más cómodo decir que "eso es normal", "es una etapa", o que "le va a servir". ¿A qué le apuntamos entonces, a la supervivencia del más matón?
3. Hoy es un matón, mañana un preso.
Es importante entender que el matoneo escolar de hoy será el crímen de mañana. 3 años de cárcel son el castigo por violar la Ley Antidiscriminación en Colombia. Y eso es sin haberle tocado un pelo a nadie. Hace poco universitarios en Bogotá dejaron a otro ("pelo largo") en coma empujándolo por un ascensor. Pero aveces un empujón emocional puede ser igual de trágico. Un estudio en Yale concluyó que niños y niñas víctima del bullying son entre 2 y 9 veces más vulnerables a tener pensamientos suicidas que un joven normal. Joel Morales se colgó a los 12 años presionado por un matón que lo molestaba por "enano".
4. En cada niño depresivo está la semilla de un adulto errático.
Y no lo digo yo. Acaba de salir un estudio de Duke University que siguió la vida de 1,500 estudiantes a lo largo de 10 años y mostró un vínculo muy cercano entre su victimización como niños y su ansiedad, depresión y pensamientos suicidas como adultos.
5. En la atribulada mente de un matón no cabe entender los múltiples y profundos efectos de la victimización.
Recordemos: está enfermo. Es responsabilidad del resto comprender la gravedad de lo que pasa y ponerle freno. Coincido con Enrique Chaux, de la Universidad de los Andes, en que los "callados" (testigos pasivos) son los llamados a mediar. Chaux demostró que ni los castigos ni las amenazas institucionales funcionan. La respuesta está en los que miran.
6. Lo más doloroso de los golpes al alma es que no suenan.
Nos han enseñado a voltear a mirar la violencia solo cuando hay sangre. Nadie nos dijo que las víctimas de violencia verbal sufren en silencio, y a menudo por mucho más tiempo, porque están cubiertas de un manto de invisibilidad: no tienen moretones. Los moretones van por dentro. La única evidencia está grabada en la mente. Nada más triste y desesperanzador que pensar en el alma moreteada de un niño.
7. Malas noticias: al matón no lo van a arreglar los papás.
¿Cuál es la probabilidad de que un niño que llega a un hogar lleno de amor, tolerancia y comprensión despierte poseído por Chucky? Seamos conservadores y digamos "baja". La realidad es que uno cree que algunos niños están enfermos hasta que conoce a algunos padres. Los niños absorben como esponjas conductas como el racismo, la homofobia, xenofobia y otras formas de discriminación. Así las cosas, que no nos sorprenda ver escenas de padres matoneando profesores. Repito: detener el matoneo es misión de "los callados".
A quienes leen esto y aún pasan por esa tenebrosa etapa que llamamos "bachillerato": aguanten. Aférrense con todas sus fuerzas a cada uno de los colores de su personalidad. Respiren hondo: en la vida real los que "la montan" eventualmente descubren que hay alguien con el poder de montársela a ellos. En la vida real estas personas consiguen empleos, tienen jefes imposibles, maduran. En la vida real se someten a la triste realidad de quienes no desarrollaron mayor talento que la ofensa: ser bully no es una carrera. No es un talento. No habla bien de tí. Ser bully es ser un enfermo.
Un matón no es nadie sin la aprobación de al menos otro enfermo. No seas el que se ríe. Llegó la hora de que "los callados" emprendan una campaña de matoneo contra el matoneo.
@laurabusche
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Este artículo va dedicado a @SomosdelAIS, un grupo de estudiantes en Barranquilla que decidieron dejar de ser "los callados" y dijeron #STOPBULLYING