Alguien más que un nuncio

Lun, 25/02/2013 - 11:35
El nombramiento de Ettore Balestero como nuncio del Vaticano en Colombia no ha sido un acto rutinario como suele ocurrir con los cambios de destino de los diplomáticos. Porque monseñor Balestero no
El nombramiento de Ettore Balestero como nuncio del Vaticano en Colombia no ha sido un acto rutinario como suele ocurrir con los cambios de destino de los diplomáticos. Porque monseñor Balestero no es un prelado más ni un diplomático cualquiera. Ha sido hasta ahora brazo derecho del secretario de Estado vaticano, Tarcisio Bertone, que es a su vez cabeza visible de una de las dos corrientes dentro de la Iglesia en cuya lucha soterrada muchos creen ver el origen de la renuncia al papado de Benedicto XVI. La otra corriente es la que encabeza el decano del colegio cardenalicio, el también Secretario de Estado de Juan Pablo II y del actual papa, al comienzo de su pontificado, Angelo Sodano. Para muchos “vaticanólogos” el nuevo destino de Balestero resultó un sorpresa, durante unas jornadas –los últimos días del papado de Benedicto XVI- no exentas de emociones y decisiones sorprendentes. Y es que, efectivamente, resulta llamativo que con el cúmulo de preocupaciones que debe tener el pontífice en los últimos diecisiete días de su mandato, tenga tiempo para ocuparse del nombramiento de un enviado vaticano al lejano y -¿cómo decirlo diplomáticamente?- no muy importante destino que es Bogotá. En otras palabras, para alejar lo más que era posible a monseñor Balestero de la curia romana. Pero ¿quién es Monseñor Balestero? El nuevo nuncio en Bogotá tiene 46 años, se formó bajo la guía de quien fuera durante cuarenta años obispo de Génova, el conservador y muy influyente cardenal Giuseppe Siri.  Era hasta esta semana una “estrella ascendente” en la diplomacia vaticana y su traslado a Colombia ha sido destacado por los especialistas en temas vaticanos. En principio se trata de un ascenso y su categoría es más alta que la de nuncio, pero lo que subrayan no es su nombramiento sino su destitución en la curia de Roma. Cercano al movimiento Comunión y Liberación, el cardenal Balestero tuvo hasta hace poco la responsabilidad de llevar las relaciones con Moneyval, entidad que ha avalado parcialmente la transparencia del Instituto para las Obras de la Religión, el IOR o banco vaticano. Con fama de diplomático refinado habla cinco idiomas, era subsecretario de Estado desde 2009 y como tal se ocupó particularmente de las relaciones del Vaticano con los demás Estados en donde  destacan muy especialmente las difíciles relaciones con China e Israel. Pero, ¿qué hizo Balestero mientras tuvo el encargo de sacudir al banco vaticano el desprestigio de ser una lavandería de dinero? Misterio. Y no precisamente de fe. ¿Por qué se toma el papa el trabajo de enviarlo a Bogotá en su tiempo de descuento como pontífice? A los observadores en el Vaticano llaman la atención las enérgicas decisiones, en sus últimos días, de un Papa que parecía haberse plegado a la voluntad de su secretario de Estado. Hace un año se hizo pública una carta de julio de 2011 en la que el arzobispo Carlo María Vignó advertía al Papa de la corrupción dentro del Vaticano y le pedía quedarse en Roma para luchar contra ella. Benedicto XVI, no obstante, no quiso oponerse a la decisión que ya había tomado el secretario de Estado Bertone y lo destinó a Washington. En los últimos días de su pontificado, sin embargo, Ratzinguer actúa con una energía casi desconocida y toma decisiones que contradicen la voluntad Tarcisio Bertone; como nombrar en el banco vaticano al alemán Ernst von Freyber y luego, alejar de las finanzas de la iglesia a Balestero. Dos golpes de mano contra el parecer de Bertone y que parecerían querer allanar el camino al nuevo papa. El papado de Ratzinger pasará a la historia en primer lugar, por una dimisión que no se veía hace 600 años en la Iglesia y luego, por las tensiones que han aflorado de grupos de presión al interior de la curia con un episodio tan grave como los llamados “vatiliks” o fuga de documentos altamente reservados que tienen que ver con la lucha por el poder y la falta de transparencia en el manejo del dinero vaticano. Benedicto XVI, en un gesto sorprendente, renuncia al papado, meses después de este escándalo,  con el argumento de falta de fuerzas físicas para manejar la barca de la Iglesia.  Una barca que navega, habría que agregar, en aguas turbulentas. El papa, que prácticamente manejó –no hay que olvidarlo- la iglesia Católica durante los últimos años de un Juan Pablo II tremendamente disminuido por la enfermedad, quizá sacó consecuencias de aquella experiencia; vio lo que le espera a un pontífice débil físicamente y  afrontó con gran valentía dos graves asuntos obviados por su predecesor como son el tema de la pederastia en la iglesia y –sobre todo- el tema del banco vaticano, antes de dimitir de su cargo. Y tocando el banco vaticano el papa llega al núcleo del problema de su pontificado: el dinero. He aquí –como en casi todos los escándalos-  el elemento que satisface las necesidades primarias, lo que hay que buscar primero cuando se habla de corrupción, por más que estemos hablando de una comunidad de creyentes. Allí hay hombres de Dios tentados por el poder, algo muy humano pero muy peligroso para la institución. Por eso en abril de 2011, Benedicto XVI encarga a una comisión compuesta por tres cardenales de su máxima confianza, una investigación sobre las famosas filtraciones. Los “detectives” del papa son el español del Opus Dei Julián Herranz, el eslovaco Jozef Tomko y el italiano Salvatore De Giorgi quienes a finales del pasado año, entregan al papa el resultado de su investigación. Su lectura había causado en el pontífice tal impacto que habría influido en su clamorosa decisión. El papa ha dispuesto que ese documento –que sólo conocen él y los tres cardenales investigadores-  sea entregado al nuevo papa. Y, según el portavoz vaticano, Federico Lombardi, con un añadido interesante: los tres cardenales “sabrán en qué medida pueden y deben dar a quien lo requiera” en el curso de los encuentros antes del cónclave, “elementos útiles para valorar la situación y escoger al nuevo papa”. El contenido de ese documento y, en general el manejo del dinero vaticano será clave en la elección del nuevo sumo pontífice. Cuando la magistratura romana investigó a los banqueros laicos que salieron del IOR, el blance del banco varticano no quedó claro. “Uno de ellos –dice Concita de Gregorio en el diario Reppublica- asegura que en la caja del banco vaticano podría haber dinero de Bin Laden y de Riina (capo di capi de la mafia siciliana)”. En este contexto es que se da la “promoción” del cardenal Ettore Balestero al cargo de nuncio en Bogotá. Llegará a Colombia, pues, un prelado a quien seguramente no oiremos una palabra más alta que la otra y de quien sólo cabe esperar declaraciones prudentes, amistosas y comedidas pero que sabrá, como pocas personas en este mundo, los entresijos de la curia romana y quizá las verdaderas razones del final tortuoso del último pontificado.  
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