Buñuelos en Buenos Aires

Mar, 14/01/2014 - 08:35
El domingo 15 de diciembre de 2013 me encontraba de vacaciones. Me senté a descansar y a tomarme una cerveza en un restaurante de la Plaza de San Telmo en Buenos Aires. Era un día soleado, mucha gen
El domingo 15 de diciembre de 2013 me encontraba de vacaciones. Me senté a descansar y a tomarme una cerveza en un restaurante de la Plaza de San Telmo en Buenos Aires. Era un día soleado, mucha gente en la calle admirando artesanías, artesanos y antigüedades, algún bandoneón acompañaba la tristeza de un cantante de tangos cuando de repente escuché las palabras “buñuelo” y “pan de bono”. Las palabras en sí no me impactaron tanto como el acento del que las espetaba. Era un acento paisa, de montaña, como el acento de los oriundos del Viejo Caldas. Lo miré con atención mientras se acercaba; un hombre de más de cincuenta años y menos de sesenta, con la piel curtida por el sufrimiento y el trabajo pero de mirada inmaculada y  sonrisa diáfana. Sombrero vueltiao, bolso de tela y actitud de trabajo. Al darse cuenta que lo observaba me ofreció sus productos, me acercó una pajarera artesanal que despedía el aroma de los buñuelos. IMG_9968 f   Los más de treinta y cinco grados de temperatura lo traían agotado. Le ofrecí una cerveza y me dijo que no, que prefería una gaseosa. Lo invité a sentarse y acto seguido le ofrecí un cigarrillo y sus ojos brillaron cuando descubrió que se trataba de un PielRoja.  Hugo Francisco – el nombre y las imágenes han sido alteradas por seguridad y sugerencia del entrevistado – llegó a Buenos Aires en los primeros días de noviembre del 2013. Como muchos llegó a rebuscarse, dejó a su esposa en Colombia y con orgullo me contó que ya había podido hacerle un giro de dinero, me dijo cómo era ella y con solo escucharlo supe que la ama más que a su vida. Actualmente en la Argentina hay más de 15.000 colombianos legalmente radicados; algunos estudiando y otros trabajando. Hugo Francisco ya estaba haciendo las gestiones para legalizar su estadía en Argentina y así poder trabajar y obtener una mejor remuneración. Desde los gobiernos Kichneristas, primero el de Néstor Kirchner y actualmente de Cristina Fernández de Kichner, el proceso legal para la obtención de la ciudadanía es más fácil, razón por la cual no solo los colombianos, también bolivianos, paraguayos y peruanos se han ido en busca de mejores opciones. Él se fue para allá con la idea de trabajar y rebuscarse, ya ha visto el medio y se ha enterado de sus problemáticas, sus necesidades, sus falencias y sabe qué puede hacer allá. Con un estimado de quince millones de pesos colombianos puede empezar una microempresa y en eso está trabajando. IMG_9969 f A Hugo Francisco  lo han tratado bien los argentinos, los miles de turistas que recorren las calles porteñas le compran sus productos, algunos turistas colombianos le compran con orgullo por el sentimiento patriótico que significa ver o gozar de uno de los íconos de nuestra cultura. Sin embargo, no ha encontrado la misma familiaridad, el mismo apoyo de los nacionales que como él están rebuscándose. Frente a una de las sedes de la cancillería de Colombia que están en Buenos Aires hay una mujer que vende arepas, ella le dio aviso a la policía de que Hugo Francisco estaba trabajando sin papeles y todo porque él se había puesto a vender sus productos a las afueras de la cancillería cerca a donde ella vende. La mezquindad es bárbara, esa mujer que vende las arepas y se cree dueña de ese espacio público a las afueras de la cancillería. Mientras me contaba lo sucedido a Hugo Francisco se le aguaban los ojos de solo recordar la felonía de la vendedora de arepas. A pesar de eso Hugo Francisco no le guarda rencor a la vendedora, solo siente dolor por el episodio que le hizo sufrir. Por poco la policía le destruye la pajarera en la que guarda el producto, por fortuna la salvó. Cuando le pregunté qué era lo que mejor definía a un colombiano me respondió: la honestidad, el trabajo y el rebusque. Este manizaleño se ha rebuscado de muchas maneras, me contó que intentó buscar éxito en Paris, que una noche mientras se fumaba un PielRoja mirando la Torre Eiffel preguntándose qué carajos tenía de raro la dichosa torre solo sintió nostalgia. Nostalgia de su Manizales del alma, de la que salen los mejores conductores del mundo, de la que lo vio nacer, de la que tenía más cosas hermosas para él que la fría París. A esa Manizales que es la que quiere visitar cuando vuelva a Colombia. Para Hugo Francisco O.G. Mandino es un charlatán con el libro de El vendedor más grande del mundo, considera que es un charlatán porque no lo conoce a él, porque no conoce a un paisa. Un día estaba vendiendo pan de bono en el estadio Palogrande y no le prestaban atención, entonces dijo: “o me los compran o me los como” la formula resultó efectiva, entre risas y en menos de quince minutos vendió todo el producto que llevaba. Hugo Francisco me hizo sentir orgulloso, es un tipo valiente y osado, se acabó su gaseosa y se fue a vender el resto de producto que le quedaba. No me aceptó una segunda gaseosa porque después conseguir un baño se podría convertir en un problema. No sé qué estará haciendo en estos momentos, así como llegó se fue, con seguridad debe estar rebuscándose para sostenerse y enviarle dinero a su esposa. Colombianos como él hay muchos: estudiando y trabajando, muchos se van con la idea de encontrar un mundo lleno de oportunidades, en un país moderno e industrializado, pero la realidad es otra. Argentina maravilla con su arquitectura y su cultura, pero al igual que Colombia y muchos de los países de Latinoamérica sufre de la inconsecuencia de los gobernantes y se mantiene más por  el esfuerzo del pueblo. La vida en Buenos Aires es costosa y mantenerse es muy difícil. Para los mismos argentinos que viven en alguna de las villas marginadas de la ciudad conseguir un trabajo o laburo es imposible si revelan el lugar del que van, razón por la cual tienen que falsear datos y documentos. De los colombianos que andan fuera de nuestro país, sean turistas, estudiantes o rebuscadores, la gran mayoría añora con volver y disfrutar mejor de su patria. El problema es que le han perdido la fe a un país que dejó de creer en sí mismo.  
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