Comenzar a escuchar jazz por el Kind of Blue es condenarlo. No importa si este álbum haya sido reconocido como el mejor en toda la historia del jazz –para una fanática como yo, de la música. No interesa, tampoco, que el saxofonista tenor sea el Santo J. Coltrane ni que los dedos de Bill Evans hayan sido los que tocaron el piano (menos en Freddie Freeloader) en el 30th Street Studio, en New York. Y no, ni siquiera importa la famosa frase de Jimmy Cobb, el drummer, que, al referirse a este álbum, dijo: “Must have been made in heaven”. Nada de eso importa; nada de eso llevará a alguien a amar el jazz.
No es el jazz un género que se alimenta de afuera hacia adentro. Sí uno que se unge a sí mismo. En palabras fáciles: Usted quedará anclado a cualquier –al menos la mayoría– género musical si comienza por los one hit wonders. De hecho, y muy probablemente, las bandas que ahora escucha las conoció por eso mismo, por sus éxitos. Bien, esto no sucede con el jazz. No sucede porque los silencios, las notas faltantes, saltadas, no son lo suficientemente atractivas como primera impresión; porque pasar de So What, canción número uno del Kind Of…, y de Freddie Freeloader, segunda canción que parece una suerte de continuación de la primera; a una cuarta que a pesar de llamarse All Blues no tiene mucho de blue (s), y luego saltar a un par de Flamenco Sketches, es, sencillamente, como o para irse a dormir, o sentirse realmente estúpido. Y no son estas las sensaciones que se esperan recibir de todo un éxito.
Paciencia. Ver es haber visto, leer es haber leído, y con el jazz, escuchar con paciencia es haber escuchado. Quizá lo suficiente como para sentirse en medio del cielo cuando la trompeta de Davis irrumpe para crear silencio; cuando los primeros segundos de improvisación conectan con los últimos de un humilde sketch; y, cuando, finalmente, la meticulosidad de cada movimiento ha logrado poner en orden un rostro asimétrico, el del jazz. Y ahí, justo ahí, es cuando se puede comenzar a amarlo.
Hago ahora, porque dudo que pase un tiempo corto antes de escribir algo más acerca del jazz, una muy breve enumeración de cómo alguien interesado en él, no debe comenzar a escucharlo.
1) No lo cargue con usted. Esto significa no comprimirlo en su reproductor de música portátil. Si va camino a dónde sea que vaya, siempre tendrá elementos distractores, molestos, como un trancón o una aglomeración de personas. Esto le causará estrés, y el estrés de la calle más una trompeta o un saxofón desahuciado, de seguro no lo aliviará; al contrario, será como una tormenta dentro de su cabeza.
2) No sea barato. Está muy bien, porque es lo natural, que comience a buscar en YouTube nombres como A Love Supreme o Summertime; o Miles Davis o Charlie Parker, mientras se toma su tiempo para conocer. Pero, procure comprar los CD’s, mejor aún, los LP’s: Enumerar las ventajas del sonido quizá sea un pleonasmo.
3) No sea glotón. Así como no se debe beber un whiskey de 18 o más años de un golpe, tampoco se deben pasar, para empezar, horas y horas escuchando jazz. Se hastiará sin remedio, y encontrar el camino de regreso desde el hastío es una derrota declarada.
4) Sea selectivo con el dónde y el cuándo. Piense que va a salir con esa persona que le fascina y, por ende, debe encontrar tanto el momento y el sitio adecuado, todo con el ánimo de crear una atmosfera propicia a sus intenciones –que, en este caso, son buenas. Usted se va a encontrar con ese alguien esperado; usted se va a sentar a escuchar jazz. No quiere ser interrumpido ni pasar por infortunios.
5) No diga que escucha jazz, sobre todo si es a alguien que lo hace. Decir que escucha jazz no lo hará más interesante. Sea humilde y diga que está comenzando a hacerlo. Por un lado, si descubren lo contrario, usted no pasará de ser otro punto más en el mapamundi humano y se proyectará como un idiota prepotente. Y por otro lado, ¡no sea irrespetuoso! Decir la verdad acerca de algo que interesa es un principio de respeto.
Cómo no escuchar jazz: Del alabado Kind of Blue a una breve enumeración
Jue, 06/02/2014 - 13:08
Comenzar a escuchar jazz por el Kind of Blue es condenarlo. No importa si este álbum haya sido reconocido como el mejor en toda la historia del jazz –para una fanática como yo, de la mús