Crónica del Imperio del Centro (4)

Vie, 18/01/2019 - 07:35
La “colonización” que hicieron los cubanos de la radio en Latinoamérica tiene pues, su razón de ser, como queda dicho en la entrada anterior. ¿Y quiénes fueron esos cubanos? Un crisol de cult
La “colonización” que hicieron los cubanos de la radio en Latinoamérica tiene pues, su razón de ser, como queda dicho en la entrada anterior. ¿Y quiénes fueron esos cubanos? Un crisol de culturas, un melting pot que dicen los anglosajones. Así, todos los personajes arquetípicos del teatro bufo de la isla pasaron a la radio en forma de voces que aun se oyen de vez en cuando, aunque sea solo para evocar viejos tiempos del medio. En mi época de corresponsal de televisión en México, a finales de la década de los 90, me llevé la sorpresa de saber que una emisora local  emitía a diario La tremenda corte, una serie cómica de los años 40 y 50 ideada por Cástor Vispo, un cubano de origen gallego, cómo no. Porque gallego era uno de los personajes  protagonistas de ese programa, que los especialistas consideran la mejor comedia radifónica de mediados de siglo pasado en Latinoamérica. El Gallego, la Mulata, el Negrito y el Chino fueron esa mezcla étnica y cultural que luego dio el salto a todas las estaciones de radio del continente. El último no llegó por casualidad, como ya hemos visto. Tras la avalancha de los asiáticos a Cuba en la segunda mitad del siglo XIX, el componente chino se convirtió en el tercero y de gran significado para la cultura cubana. Con el paso del tiempo, los chinos que llegaron a Cuba en condiciones de semiesclavitud, se regaron con su descendencia por toda la geografía de la isla, con fama de trabajadores y aquella aparente inocencia que quedó plasmada en la frase “Te engañaron como a un chino manila”. Pero en el oriente cubano, en Santiago de Cuba, nació un chino diferente más listo que el hambre, un chino al que precisamente no engañaba nadie, que se movía por el aire y al que muchos idealizaron. Fue en 1934 cuando la emisora CMKD, que transmitía desde el Palacio de la Torre en el centro de Santiago, lanzó al aire la serie Chan Li Po. Y fue así como Félix B. Caignet dio comienzo al género detectivesco en la radio cubana. Como muchos elementos de la época, Chan Li Po fue el resultado del mimetismo que impuso la cultura foránea de mayor influencia entonces en Cuba, la norteamericana, manifestada particularmente en los productos de Hollywood que llegaban a todas las salas de cine del país. El precedente inmediato del personaje radiofónico inventado por Caignet fue Charlie Chan, que se encarnaba en un actor llamado Werner Oland, cuyo verdadero nombre era Johan Verner Öllun y cuya nacionalidad nadie adivinaría. Ese chino hollywoodiense ¡era sueco! Sin embargo, el chino cubano que paralizaba de 8 a 8:30 de la noche a Cuba con sus aventuras inverosímiles en la radio era criollísimo, comía flijole neglo dolmido, plátano madulo y chilindlón de chivo; y fue descrito así por su creador: “Era una figura alta, gallarda y simpática, de ojos pequeños y escrutadores que revelaban una mezcla de bondad y decisión, de tenacidad: una tenacidad tranquila, que parece estar por encima de todas las flaquezas”. Y como todos los chinos, además de su sagacidad, uno de los principales atributos de Chan Li Po era la pacieeencia, muuucha pacieeencia. Así recitaba su lema prolongando las vocales con una cadencia caribeña y oriental a la vez. En la radio santiaguera fue el actor de teatro Aníbal del Mar el encargado de poner voz al personaje, y también el responsable de interpretar el papel del detective chino en el primer largometraje de ficción del cine cubano que se tituló La serpiente roja,  de la que apenas se conservan algunos fragmentos en La Habana. Por otra parte, en los episodios de radio de Chan Li Po aparece por primera vez el narrador como figura omnipotente que todo lo sabe y todo lo ve. Esto hace de la serie la auténtica predecesora de las radionovelas. El locutor cubano más destacado de la época, Matías Vega, tuvo el privilegio de ser aquella primera voz, describir las peripecias del astuto chino y reproducir los escenarios en los que se desarrollaba cada episodio. En Colombia, en los años 50, la emisora CMQ produjo y transmitió los dos grandes éxitos de Félix B. Caignet, El derecho de nacer y Chan Li Po. Aquí la iniciativa fue de Fernando Londoño Henao en Emisoras Nuevo Mundo. Otras estaciones como Nueva Granada —que luego se transformó en RCN— y Todelar compitieron por los guiones de Caignet, buscando ampliar la audiencia en el único medio que había entonces de información y entretenimiento. Desde una de aquellas estaciones, en una radio de malaquita marrón con estrías horizontales como una gran tableta de chocolate, y con un dial redondo en medio como el ojo solitario de un cíclope, fui de los niños que idealizaron a Chan Li Po al volver a casa del colegio. El taimado detective chino fue el primero en pasearmeme entre golpes de gong y epigramas orientales, por los fumaderos de opio y los callejones siniestros de Hong Kong.
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