Hace un par de semanas me refería al enorme parecido que existe entre los seres humanos y las ratas de laboratorio que aprenden a esperar la adversidad en sus jaulas, refiriéndome al experimento diseñado por Seligman para explicar la desesperanza aprendida. Qué le vamos a hacer, si como decía Camus "el hombre es la única especie que se niega a ser lo que realmente es"
Por eso acudo nuevamente a la Psicología comparada para explicar en dos partes cómo los seres humanos suelen tomar sus decisiones financieras, pero esta vez con base en los experimentos realizados por investigadores de la Universidad de Yale, quienes han trabajado con monos capuchinos para tratar de entender la conducta selectiva frente al riesgo en términos de ganar o perder.
Según los investigadores, la especie humana se caracteriza por ser increíblemente brillante cuando de crear soluciones se trata; las grandes obras artísticas, los avances tecnológicos y el despertar de la conciencia por el cuidado del planeta así lo demuestran. Pero en contraposición a semejante inteligencia también pareciéramos infinitamente estúpidos al tomar decisiones, y si no me cree pregúntese ¿cuándo fue la última vez que tomó una decisión equivocada?, seguramente se sorprenderá que fue en las últimas 24 horas y tal vez en más de una ocasión, o bien puede revisar a quienes invirtieron en DMG, sobre todo en su declive, o en Interbolsa, o en la elección de su Presidente y su Alcalde, o en su matrimonio fallido, y así sucesivamente; son tantos los ejemplos como personas habitan el planeta.
Lo más tenaz de los errores que cometemos al tomar malas decisiones es creer que se trata de casos aislados, debidos generalmente a causas externas a nosotros; un par de altos ejecutivos moviendo dinero de fondo en fondo, un grupo de obtusos con ideologías políticas diferentes a las de nosotros, y cualquier otra suerte de explicaciones donde todos son culpables, menos nosotros.
Sin embargo, las investigaciones están demostrando que en determinados contextos los errores que cometemos son predecibles pero seguimos cometiéndolos, y a pesar de los resultados negativos, cuando volvamos a enfrentarnos a dicho contexto volveremos a cometerlos. Pero ¿cómo puede ser posible que "la especie más inteligente del planeta" sea tan reiterativamente estúpida?, ¿siendo acaso tan listos no deberíamos encontrar una solución a dicho problema? Entonces ¿de dónde vienen nuestros errores realmente?
Los investigadores dicen que posiblemente no es culpa nuestra, y que a pesar de crear sistemas bastante complejos, como instrumentos financieros cargados de terminología sofisticada, y fenómenos económicos o políticos ininteligibles, cuando nos ubican en entornos difíciles buscamos adaptarnos, cambiándolos hasta hacerlos más sencillos, reforzando el hecho de ser "la especie más inteligente del planeta". Inquieta que algo más distinto a los entornos y contextos esté mal diseñado, y que seamos nosotros como especie los que tengamos errores de diseño, porque de ser así no estaría muy claro cómo poder solucionarlo, y tal vez sea necesario aceptar dicha condición para crear entornos adaptables en consecuencia.
Esas son fundamentalmente las hipótesis en uno de los trabajos realizados, ¿son nuestros entornos los que están mal diseñados o somos nosotros los del diseño defectuoso? Plantearse siquiera estas preguntas supone, desde el punto de vista teológico, una profanación a la naturaleza divina del ser humano como obra máxima de la creación, pero no quiero abrir interminables discusiones religiosas, así que solo haré referencia a los experimentos realizados.
Para sus estudios los investigadores acudieron a los monos capuchinos (cebus capucinus), una especie emparentada con el homo sapiens pero separada por 35 millones de años en proceso evolutivo. Esta especie reconocida por su habilidad para manipular objetos es capaz de tomar decisiones, y lo mejor de todo para los experimentos es que los monos no están influenciados por elementos culturales como la tecnología o lenguajes humanos, lo cual la hace ideal para averiguar cómo se comportarían en medio de un contexto típicamente humano. ¿Cometerían acaso los mismos errores?, ¿aprenderán o no de estos?, y ¿con cuál escenario comenzar?
Habiendo iniciado la investigación al momento de la turbulencia económica descrita por el Exdirector de la FED, Alan Greenspan en su libro, los investigadores decidieron introducir a los monos en un contexto económico para estudiar sus decisiones financieras, con la idea de ver si cometían los mismos errores que solemos cometer los homo sapiens, aunque encontraron un pequeño obstáculo metodológico; ¿cómo lograrlo si los monos no utilizan dinero? Pues bien, entregaron pequeños discos de metal que actuaron como monedas, y al igual que a usted le son inútiles en la mitad del desierto si no tiene con quien comerciar, o a un niño que aun no va a la escuela porque no conoce su valor, para los monos al principio fueron juguetes inservibles, hasta que se dieron cuenta que entregándolos a ciertas personas en el laboratorio podían intercambiarlos por comida, convirtiendo un momento casual en un hábito muy frecuente, ¡habían entrado en una dinámica de mercado!
Al igual que los humanos los monos se vuelven rápidamente expertos en ese tipo de intercambios, pero ¿realmente se puede afirmar que se trata de un mercado simulado, o es solo un truco barato de circo? Para eso era necesario analizar si los monos se comportan como lo hacemos los humanos, cambiando dinero entre ellos, llevando registro de sus operaciones y pensando antes de tomar decisiones en términos de costo/beneficio.
El escenario era bastante sencillo y muy similar al de un juego de mesa basado en la compra y venta de bienes o servicios tipo Monopolio. A ingresar al lugar del mercado se entregaba a los monos una bolsa llena de monedas que podían intercambiar por comida con estudiantes de laboratorio que simulaban ser vendedores, los cuales estaban vestidos de forma diferente para que pudieran ser también diferenciados por los monos.
En principio cada vendedor se comportó de forma constante pero conservando ciertas particularidades; la idea era que uno generara más confianza que el otro y que los monos aprendieran a qué atenerse cuando negociaban con cada quien. Igual que hace usted cuando invierte en portafolios de renta fija (CDT) o variable (acciones), donde en el primero no gana mucho y el riesgo es bajo, mientras en el segundo puede ganar más o igual perder por la volatilidad y el riesgo implicados. En el caso del mercado para monos cada ficha compraba lo mismo, un plato con uvas, solo que algunas fichas compraban más uvas que otras.
El mercado abría a una hora específica y de inmediato se presentaba un problema que obligaba al mono a tomar una decisión, ¿comprar el plato con una uva o con dos uvas? No hay pierde, si cada moneda vale lo mismo sería muy conveniente preferir a quien le da más por el mismo precio, ¿Acaso usted no haría lo mismo?, pues bien la mayoría de los monos fue con quien les daba más, es decir que se preocupaban por hacer rendir su dinero, y así parece no haber diferencias entre una especie u otra.
Interesante es que al hacer equipo con economistas y utilizar sus herramientas para analizar los datos obtenidos del mercado para monos, había coincidencias cualitativas y cuantitativas con humanos en mercados reales, hasta tal punto que si se compararan los resultados no podría decirse si pertenecen a unos u otros, lo cual podría llevarnos a concluir que los investigadores introdujeron un elemento que actúa para monos y humanos como un instrumento financiero real. ¿Pero acaso los monos tienden a complicar las cosas tomando decisiones financieras equivocadas como nosotros?
Eso, mi estimado lector, se lo contaré la próxima semana, porque los resultados son realmente sorprendentes.
@maobayona
www.infopsicologica.com
¿Cuándo fue la última vez que tomó una decisión equivocada?
Vie, 23/08/2013 - 00:45
Hace un par de semanas me refería al enorme parecido que existe entre los seres humanos y las ratas de laboratorio que aprenden a esperar la adversidad en sus jaulas, refiriéndome al experimento dis