Escuchando la radio camino al trabajo, conocí la noticia del colombiano Israel Hernández, un joven de 18 años que vivía en la ciudad de Miami, artista, estudiante, alegre y con un gran potencial, un gran futuro como lo manifestó su hermana en diversas entrevistas dadas a medios de comunicación. Israel, había decidido con otros dos amigos ir a pintar o grafitear una pared de un negocio. Se empezaron a vislumbrar las primeras líneas en la pared y acto seguido también un par de policías, quienes al notar la presencia del joven, emprendieron la arremetida con electrochoques y por si las dudas, había que rematarlo a palazos. Si!, había que matarlo, a este Barranquillero radicado en Estados Unidos hace un par de años, porque “podría ser un amenaza” “un delincuente”.
Inmediatamente se me vino a la cabeza el caso de Diego Felipe Becerra, también grafitero, asesinado a manos de policías, hecho ocurrido el 19 de agosto del 2011 en el norte de la ciudad de Bogotá. Diego había decidido llenar la ciudad, la fría capital de Colombia, de color, de vida, de historias, a través del arte, del grafiti, y meses antes de su muerte, los murales de un barrio en Bogotá – Pontevedra - contaban ya con tres símbolos: el Gato Félix, una mano que representa las consignas de paz y amor y su firma personal: 'Tripido'.
Pero un 19 de agosto a las 10:45 pm, los padres de Diego, supieron que sus sueños habían sido apagados por un grupo de agentes de policía, que esta vez no usaron choques eléctricos – como en tiempo pasado lo había sugerido Francisco Santos que se hiciera con quienes se movilizaran – sino que está vez fue por la espalda, sin mirar a los ojos, en un acto de vil cobardía, estos policías dispararon al joven en dos ocasiones. En la actualidad a la investigación se ha ido vinculando a uniformados, incluso de alto nivel. Pero también se intenta premiar actos de este tipo, postulando ascensos como el del General Francisco Patiño, quien era el comandante de la policía para la época de los hechos de Diego Felipe Becerra, pero además es investigado por presuntamente manipular la escena del crimen.
Otro ejemplo de la brutalidad policial, es Nicolás Neira, joven asesinado por el ESMAD, cuando apenas tenía 15 años. Estudiante de noveno grado del Liceo Hermano Miguel de la Salle, soñador, alegre, crítico y lector. Un primero de mayo de 2005, Nicolás decide unirse a las esperadas y multitudinarias marchas por el día del trabajo, sin saber que sería fuertemente atacado, primero con gas lacrimógeno y luego tendido en el piso con patadas e impactos de bastones que tenían los policías que integraban el grupo antidisturbios sobre la carrera séptima, a la altura de la calle 18, en Bogotá. Días después, 5 exactamente, Nicolás dejó un último suspiro de sueño de un país diferente. Y aunque el Estado colombiano fue condenado por el juzgado 37 administrativo de Bogotá, nunca nadie podrá volver a disfrutar de las sonrisas, de las esperanzas, del andar coherente de un joven como Nicolás.
Son tan sólo 3 casos de la brutalidad policial, dos en Bogotá, una en Miami, de tres jóvenes, soñadores, alegres, inteligentes, artistas, y es que es el arte un arma contundente para los que no quieren que a través del color se diga la verdad, se narren nuestras historias, nuestras desgracias, se cuestione el sistema o por ejemplo se critique a los delincuentes de cuello blanco.
Mientras yo escribí esto y usted luego lo leyó, las cifras aumentaron, aumentan. Los más de 3000 casos de los mal llamados “falsos positivos” son tan sólo una muestra de ello o los indígenas que durante las movilizaciones pacíficas sucedidas durante el 2009 terminaron en medio del dolor, llanto y sufrimiento.
Según datos recientes, en Colombia, se destina el 5.3% del PIB para inversión en guerra y es claro, a mi modo de ver, que no se necesita más inversión en armamento, en efectivos policiales, en aeronaves fumigadoras. Querido Estado, queridos gobiernos de turno, el país necesita más inversiones en educación que el irrisorio 0.3% que invierte del PIB para ése tema. Pero también se requiere urgentemente que la salud sea un derecho que se respete sin necesidad de derechos de petición o tutelas. Que se invierta en recreación, en deporte, en cultura.
No más brutalidad policial. No más inversión para la guerra (que para el año 2013 augura una inversión de un poco más de 372 millones de dólares, según el portal militar webinfomil.com), no más asesinatos, no más atropellos. Porque dice una famosa canción: “Hay poco dinero, pero hay muchas balas, hay poca comida, pero hay muchas balas, hay poco gente buena, por eso hay muchas balas. Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!).
¿Ejemplos de la brutalidad policíaca?, aquí se los muestro
Sáb, 17/08/2013 - 01:00
Escuchando la radio camino al trabajo, conocí la noticia del colombiano Israel Hernández, un joven de 18 años que vivía en la ciudad de Miami, artista, estudiante, alegre y con un gran potencial