Entre 2010 y 2013, una serie de revueltas en varios países del norte de África y de Oriente Medio dieron lugar a lo que se llamó en la prensa "Primavera Árabe". Todo empezó en Túnez por un incidente menor y se fue extendiendo a Egipto, Libia, Yemen, Siria… ¿Qué buscaba aquella espontánea revuelta popular? Sacudirse de encima a unos gobiernos sátrapas cuyos valores no pueden estar más lejos de los que profesamos en Occidente.
Muchos en Oeste celebraron aquella convulsión, ingenuamente, creían que llegaba por fin a esos países la democracia como la conocemos en Europa y en casi toda América, con respeto a los derechos humanos, separación de poderes públicos, elecciones libres, etc. ¿Y cuál fue el resultado de aquellos tumultos, muchas veces violentos y con resultado de víctimas mortales? Que todo siguió igual.
Sucedió que en Siria se encendió un conflicto que aún continúa, con una estela de cientos de miles de víctimas y el tirano Al Assad sigue en el poder. Y sucedió que llegaron otros sátrapas o se quedaron los que había y en algún país, como Libia, fue peor el remedio que la enfermedad: la muerte del tirano Gadafi sumió al país en un caos del que no se recupera.
Suele ocurrir con los entusiasmos de los occidentales cuando calibran los valores de otras sociedades, que se equivocan, que pecan de ingenuos. En el caso de la "Primavera Árabe", la intolerancia y el fundamentalismo siguen tan campantes, el odio a Occidente, la represión a las mujeres, el totalitarismo religioso están al orden del día.
Es más, hemos visto a Donald Tump firmar un acuerdo de venta de armas a Arabia Saudí por 100.000 millones de dólares para modernizar su ejército. Y hasta nos parece normal. Recordemos, sin embargo, que de ese país procedía la casi totalidad de la veintena de atacantes que el 11 de septiembre de 2001 derribaron las Torres Gemelas. Estas cosas no se entienden pero por lo visto el negocio es el negocio.
En todo caso, y volviendo a la famosa "Primavera Árabe" que tanto entusiasmó a algunos, rescaté en estos días el trino que publicó en su momento el ideólogo de un partido de extrema izquierda en España llamado "Podemos", deseando que aquel conflicto (él lo llama lucha) se extienda a Europa y Estados Unidos.
El trino en cuestión, que a mí más que trino me parece un rebuzno, dice lo siguiente: “Qué la lucha del pueblo árabe crezca en todo el continente. Y, como la pólvora, salte a Europa y Estados Unidos”. Lo puse en una red social coincidiendo con el nuevo atentado islamista que en Londres ha dejado esta semana siete víctimas mortales y decenas de heridos porque creo que es bueno recordar los disparates que escribe a veces la gente sin medir la consecuencias.
Entonces me saltaron a la yugular algunos simpatizantes de Podemos acusándome de descontextualizar aquellas palabras. Y me pregunto: ¿Qué puede importarle a las víctimas y familiares de este nuevo atentado el contexto de la Primavera Árabe en que fueron escritas?, ¿Habrá valorado su autor lo incendiario de ese trino?, ¿Qué tienen que ver unos inocentes y desprevenidos transeúntes en las calles de Londres con un conflicto ajeno y lejano en Oriente Medio? y ¿Por qué invocar los demonios de una guerra a las calles de Europa y Estados Unidos?
Pues bien, para algunas gentes de izquierda europea parece que sí existe relación entre esos dos polos, y que gente inocente, escogida como víctimas al azar por el terrorismo islámico, debe pagar por las culpas de viejas disputas territoriales en Oriente Medio, por los negocios turbios con el gas o el petróleo hechos en su momento por los políticos, por los errores del colonialismo del siglo XIX, etc.
El terrorismo islamista ya ha conseguido llevar el miedo y la incertidumbre a las calles europeas. A lo mejor ese es el mundo ideal que sueña cierta izquierda del viejo continente. Pues ya lo tienen, disfrútenlo.
