No hay que ir muy lejos para vislumbrar que la razón ha fracasado y que nos enfrentamos a un renacimiento de lo medieval. Basta con echar una ojeada rápida a nuestro alrededor. Vivimos bajo el mito post-moderno de lo cierto y de lo justo, un mito que no puede sostenerse a sí mismo y se decolora en las palmas de las manos. Para la muestra un botón, o muchos botones: en Uganda estudios científicos justifican la ley contra la homosexualidad; en Bogotá la ley «divina» de un Dios rencoroso condena las muestras de afecto de personas del mismo sexo en el centro comercial Avenida Chile; la sociedad venezolana se debate en terribles disputas mientras los dueños del petróleo impulsan el boom inmobiliario en Miami; Rusia movilizando tropas hacia Crimea; España privatizando la energía solar... ¡Uf! La lista continúa... no olvidemos el debate sobre la pertinencia de buses rosados para separar hombres y mujeres en la capital colombiana, una idea brillante que demuestra nuestra incapacidad racional para encontrar solución a un asunto que parece tan sencillo, como el respeto por el otro.
En otras palabras, tenemos todos los ingredientes de un Re-oscurantismo, término que resulta preciso para describir el momento en el que vivimos. En este sentido nuestro destino es incierto, pues nos encontramos en manos de una fe ciega y del abuso de los poderosos. Lastimosamente, Nietzsche no tenía razón. Dios no ha muerto, continúa paseándose como «Pedro por su casa» y haciendo de las suyas. Ahora tenemos el dios dinero, la diosa verdad, el dios guerra y el Dios al que las iglesias y mezquitas representan y que conjuga a todos los anteriores. A este escuadrón de la muerte le debemos la mayor parte de los crímenes de la humanidad. Dios es la base perfecta que condimenta este eufemismo racional.
Para decirlo de otro modo, nos han y nos hemos mentido. La historia de la humanidad ha estado bañada de una constante oscuridad e iluminada débilmente por el arte. No lo digo con fines peyorativos, sin el arte seguramente ya habríamos desaparecido. Me refiero a que su influencia, aunque poderosa, no va a evitar la siguiente catástrofe racional: el próximo dictador de turno o la siguiente invasión en pos de la democracia. Ya Kafka nos había advertido de los abusos y poderes del estado y la burocracia, pero de nada ha servido. Lo que sigue es imposible de predecir, quizá alguna nueva mentira de la razón con ínfulas progresistas, un eufemismo para justificar alguna nueva matanza.
El fracaso de la razón
Jue, 06/03/2014 - 10:51
No hay que ir muy lejos para vislumbrar que la razón ha fracasado y que nos enfrentamos a un renacimiento de lo medieval. Basta con echar una ojeada rápida a nuestro alrededor. Vivimos bajo el mito