El mundial de fútbol es construido por esclavos de la FIFA

Mié, 16/10/2013 - 02:59
Desde 2010 se están construyendo ciudades enteras, estadios y hoteles, que funcionarán en el mundial de fútbol ‘Catar 2022’. Toda esa infraestructura se está levantando con mano de obra esclav
Desde 2010 se están construyendo ciudades enteras, estadios y hoteles, que funcionarán en el mundial de fútbol ‘Catar 2022’. Toda esa infraestructura se está levantando con mano de obra esclavizada, sin condiciones laborales, con bajos pagos salariales y soportando los 50°C que se presentan durante el verano. Más de 1000 inmigrantes han fallecido en sus lugares de trabajo. La gran mayoría llega de India, Nepal y Sri Lanka. Trabajan por menos de 250 dólares al mes, y de ese dinero tienen que pagarles a sus jefes por conceptos de “estadía y alimentación”. En una sola habitación deben acomodarse 14 trabajadores, no comen bien, y cuando comen se pueden enfermar. Los baños y cocinas están infestadas de gusanos, moscas y cucarachas. Desde hace dos años no se hace aseo en estos lugares, ni se les han dado sabanas nuevas a los explotados trabajadores. Se les niega el agua en medio del calor. El tema ha tomado importancia gracias a la denuncia del diario inglés ‘The Guardian’ y los informes presentados por Human Right Watch, el Departamento de Estado de Estados Unidos, y la Confederación Sindical internacional. La información del periódico inglés reporta la muerte de 44 empleados entre el 4 de junio y el 8 de agosto de este año. Las embajadas reciben a los explotados, que no pueden salir de Catar sin el  permiso de sus empleadores. El consulado de la India ha reportado 82 ciudadanos de su país muertos en Qatar durante los primeros 5 meses de este año y ha recibido 1.460 quejas por explotación laboral. Desde 2010 hasta ahora, se han registrado más de 700 ciudadanos indios que han fallecido en los campos de trabajo del emirato árabe con el ingreso per cápita más alto del mundo. El 10 % de los muertos se ha suicidado, el 17 % ha tenido muertes relacionadas con accidentes de trabajo, y el 72 % ha muerto por situaciones “desconocidas”. Se han logrado pocas necropsias, y las verdaderas causas de muerte van desde paros cardiacos, pasando por infecciones intestinales, hasta problemas de agotamiento por exposición al calor extremo. No hay responsables por esas muertes, y si bien los organismos internacionales procuran el apoyo de la FIFA, los inmigrantes esclavizados no le importan a nadie. Se están adelantando campañas para cambiar las leyes de ese país, pues le da potestad absoluta al empleador sobre los trabajadores, pero la situación es muy difícil. Catar es un pequeño emirato árabe, su tamaño es el de la mitad de Cundinamarca y es un desierto que se enriqueció en los últimos años por cuenta del petróleo. No hay alcaldes, ni gobernadores, el país es gobernado por el emir, quién también designa al 33 % de los integrantes de la Asamblea Consultiva (una especie de Congreso). Hasta los años 40 era un miserable desierto, y desde entonces gracias a los inmensos yacimientos de petróleo, se enriqueció rápidamente. No quieren transformar las leyes, pues quienes tienen el poder son menos de 15 familias, una de ellas dueña de Al Jazzera. A Catar llegan los españoles, italianos, franceses y portugueses para trabajar como taxistas, meseros y vigilantes, pues la crisis europea los ha llevado a servir a los países árabes que antes eran rechazados por la pobreza de sus desiertos. En menos de un siglo, se han convertido en el nuevo “sueño árabe”, una suerte de “sueño americano” posmoderno. Por el momento las cosas no pintan muy bien. Las leyes de Catar permiten que los empleadores les quiten a los trabajadores sus pasaportes, y les nieguen las tarjetas de identidad. Con ello les niegan acceso a la salud y la educación. Si un empleado quiere volver a su país, debe pagar su propio pasaje. Nadie puede obligar a los empresarios cataríes, trabajan según sus leyes. Ellos no las quieren cambiar. La FIFA amenazó con cancelar el mundial por el calor que se podría presentar, pero más tardó Blatter en hablar, que el emir en callarle la boca con unas cuantas monedas. Los medios y las embajadas seguirán denunciando las muertes, mientras ellos las seguirán negando como reza el lema de su bandera: “Jurando por Dios, que erigió el cielo”.
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