El recuerdo del Cacique

Hoy no voy a escribir sobre fútbol, para variar. Esta semana Colombia, o al menos media Colombia, lloró por la muerte de Diomedes Díaz, "el Cacique de la Junta", uno de los más grandes y reconocidos exponentes de la música vallenata en la historia de Colombia. Mientras tanto, la otra mitad se dedicó a criticar a los que lloraban, por glorificar a una persona cuyos valores y proceder son no menos que reprochables -para ellos-. Como siempre ocurre en el país del Sagrado Corazón de Jesús, la pelea se acaloró: los unos reprochaban a los otros, o bien por apátridas o bien por villanos morales. Que Diomedes es un tesoro nacional, decían estos; que es un asesino y estamos condenados mientras glorifiquemos anti-héroes, decían otros. Y yo recordaba con cada comentario las sabias palabras de mi abuela: "Cada quien habla por como le fue en la fiesta". Yo haré lo mismo que he hecho estos últimos años en los que no se supo mucho de él: lo recordaré con nostalgia y brindaré por los buenos momentos que me ha hecho pasar, siempre que suene una canción suya. Y nunca tendré una foto suya en la billetera, o seré fiel seguidor de la Virgen del Carmen para seguir su legado, pero siempre tendré uno de sus vallenatos en mi iPod. Y es que Diomedes el cantante trascenderá siempre a Diomedes el personaje. Y los que hoy se indignan con la vida licenciosa y las malas decisiones del "Cacique", seguramente este fin de año, o en próximas fiestas, estarán prestos a entonar "Oye bonita", o "Tu eres la reina", al son de unos buenos tragos. Y no creo que eso sea mojigatería o doble moral, sino la naturaleza de lo que somos, y es la parte más bonita del perdón inconsciente: sus canciones fueron sus hijos, y los hijos no deben pagar por lo errores de los padres. Su usted cree que Diomedes era un zátrapa está en todo su derecho, así como aquellos que recibían de él regalos navideños y lo recordarán como el "Niño Jesús". Yo no lo conocí en persona, y me parecería canalla recordar a una persona por lo que los medios de comunicación me contaron que hizo o no hizo. Pero independiente si usted hace parte del primer grupo o el segundo, lo que tenemos en común es que siempre estaremos prestos a terminar esta frase: "'Pero usted no sea tan sapo, tan lambón!..." Al final eso es lo que importa.