Cuando Internet empezó a llamarse así y dejó de ser gubernamental para extenderse a la academia y más tarde al ponzoñoso estatus comercial, ya era inevitable que con él pasara lo mismo que con el planeta. Como toda intervención humana se fue alimentando de diversas fachadas que se convertirían en escombros. Y es que el peor virus informático que existe son los cibernautas. No obstante, la publicación escalonada de contenidos resultaba agradable, seguramente porque en los noventa nadie estaba acostumbrado a leer cosas en una pantalla.
Pero luego todo ocurrió demasiado rápido. Previendo el lío de las búsquedas, Larry Page y Sergey Brin se inventaron Google, con resultados tan efectivos que hasta los periodistas hemos cambiado la frase “Ante la duda, absténgase”, por “Ante la duda, Google”. Para completar, entre Mark Zuckerberg con la invención de Facebook en 2004; de los tres genios de PayPal con You Tube en 2005; y de Jack Dorsey con Twitter en 2006 (para citar unos mínimos ejemplos), no es raro que el 75% de la información que se publica en Internet cada año corresponda a contenido montado por los 1.200 millones de usuarios de la red y que el crecimiento en el número de datos bordee el 60% anual.
Pero, ¿realmente todo está en Internet? Wikipedia es lo menos confiable que hay, así hayan podido corregir errores que la Enciclopedia Británica nunca podrá enmendar; y aunque muchas cosas estén en la red, Internet es un mundo más caótico que el real, con información más tergiversada y con un efecto gravísimo en la sociedad: una humanidad que enfrenta la peor crisis de atención de su historia.
Internet es un medio de consulta que hay que saber consultar. Sin embargo, así como en la vida real uno acostumbra a armar algún tipo de biblioteca (así sea musical), en el ciberespacio valdría la pena ir haciendo un apartamento propio.
A ese apartamento muchos ya le llamamos “La Nube”, un término que me encanta, se refiere a una cosa que nadie entiende cómo funciona, pero que sabe manipular. La Nube es un concepto para denominar todas las plataformas que hospedan información en Internet, y es lo que nos permite aceptar que en Internet nadie es autosuficiente y que hoy, más que información, necesitamos ayuda para administrarla.
Nadie sabe que en La Nube se puede integrar todo, desde una empresa con sus clientes, problemas, catálogos, bodegas, despidos, etc., hasta la vida de un individuo desde que es el bebé de Winny y se convierte en un adulto institucionalizado. Lo curioso es que todos sabemos qué es Internet, aunque La Nube lo antecede, porque los correos electrónicos existían mientras se hacían pruebas online en los sesenta (cuando se hablaba de Arpanet).
Lo mejor de la nube es su lema de un mundo ciento por ciento social, móvil y abierto; y su capacidad para domesticar un cataclismo de información que ya ni siquiera es medible en Gigabytes, sino en Zettabytes (un millón de millones de Gigabytes).
El ciberespacio merece una civilización que evolucione dentro de él, que pase de ser nómada a sedentaria (ya lo hemos hecho con los e-mails y las redes), y que empiece a diagramar vecindarios, ciudades, países, con todo integrado dentro de sí y con los visitantes. Internet nos malacostumbró a darnos todo, pero estamos saturados. La Nube es administrar sin ser experto en administrar. Es como alquilar un apartamento, y decorarlo a nuestra medida. Muchos dirán que eso es ñoño. Estoy de acuerdo. Pero ser geek no debería ser una moda producto de “The big bang theory”, sino el modelo profesional y de negocios de nuestra generación.
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@mariantonialeon
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