
Las personas no triunfan por lo inteligentes que son, lo hacen por sus altos niveles de disciplina.
Muchos padres muestran una preocupación comprensible por la forma de disciplinar a sus hijos y enseñarles a ser disciplinados en sus actos y reacciones. Esta preocupación es lo más natural, en vista de la gran falta que hay de este valor en la sociedad, en especial entre los jóvenes. La inmensa mayoría de los padres preguntan sobre la mejor forma de castigar a los hijos, cómo y cuándo hay que reprenderlos.
Hay muchísima diferencia entre adquirir disciplina mediante la identificación con las personas a las que se admira y que la inflijan dolorosamente. Disciplina es la capacidad que puede ser desarrollada por cualquier ser humano, que implica, para toda ocasión, la puesta en práctica de una actuación ordenada y
perseverante, con el fin de obtener un bien o fin determinado. Es decir, para conseguir una meta en la vida, cualquiera que nos propongamos, por más perseverancia o fortaleza que se tenga, resulta indispensable disponer de un orden personal para alcanzarla de una forma más concreta y sin fisuras.
Lo verdaderamente importante en educación no es saber mantener la disciplina sobre los demás, sino actuar de tal manera que los demás aprendan a controlarse; es decir, que la disciplina sea interior, que la persona sepa regirse por sí misma… La disciplina es necesaria y positiva, pero no ha de ser represiva ni tiránica. Debe conducir a la adquisición de hábitos de discreción, de trabajo y de buen juicio.
A continuación, algunas pautas básicas para saber cómo ejercer la disciplina en el hogar:
- Mantenga un carácter firme. A ningún ser humano le gustan las personas débiles. Al igual que los adultos, los niños prefieren padres y madres justos y firmes.
- No contradiga a su esposo o esposa frente a los hijos. Siempre existirán diferencias, pero cuando uno de los padres ya tome una decisión, el otro debe “limitarse a respirar”.
- La disciplina debe ser aplicada personalmente. Cuando una madre dice al niño: “¡Cuando llegue tu papá, ya verás!”, es lo mismo que si estuviera diciendo: “Yo no sé disciplinarte, sólo tu padre es capaz de hacerlo”.
- Sea consecuente y perseverante. Se deben establecer normas de conducta sencillas, realistas y atenerse a ellas. Los niños deben saber que hay un límite para los comportamientos incorrectos.
- Amor, amor y más amor. Cualquier tipo de educación que se le quiera inculcar a los hijos, debe estar acompañada por altas dosis de amor, de caricias, de palabras de afecto. No hay ninguna contradicción entre amar y exigir.
- No es necesario gritar. Los gritos y malas palabras son entendidos por los niños y adolescentes como “cantaleta”.
- Fortalezca lo positivo. Los padres son los responsables de crear en el niño una buena imagen de sí mismos. Una palabra de ánimo puede ser el punto de partida para el mejoramiento de la conducta.