
En mi última columna escribí acerca de la dieta mental, en la que ponía de presente la necesidad de hacer una pausa en los estímulos que le damos a nuestra mente con el fin de poder centrarnos en escuchar esa voz interior que nos indica por dónde debemos proceder para solucionar las cosas que se nos presentan en la vida. En esta reflexión fue gratificante encontrar muchas personas que me escribieron para compartirme sus pensamientos y complementar la idea.
Una de las cosas que conversé con algunos lectores fue acerca de la necesidad de indagar sobre la causa de muchas enfermedades que tienen un origen emocional. Encontramos que muchas dolencias aparecen por miedos, traumas, asuntos sin resolver y en una gran mayoría por la culpa. La culpa es un sentimiento que aparece cuando en nuestro albedrío de la vida tomamos decisiones contrarias a lo que entendemos como correcto y por ello sentimos vergüenza, pena e incertidumbre.
Para nadie es fácil compartir o asumir los errores cometidos y mucho menos tener la capacidad de arrepentirse y pedir perdón; quizá nuestra cultura nos ha enseñado a que asumir las culpas es un acto de cobardía o fragilidad cuando en realidad es todo lo contrario. Si algo es claro en el mundo en que vivimos es que a pesar de que queremos hacer las cosas bien, ser buenos y buscar la perfección, estamos todos en riesgo de cometer errores pues aún somos humanos.
Por lo general cuando aparece el error la primera reacción, casi como reflejo, es buscar un culpable u obtener una justificación, que la mayoría de las veces implica evadir la responsabilidad o hacerla caer sobre otra persona; sin embargo cuando se asume la responsabilidad, la mayoría de las veces despierta en quienes escuchan un acto de solidaridad en vez de un acto de retaliación, quizá porque muy en el fondo todos sabemos que no somos perfectos y entendemos, e incluso admiramos, a quien se arrepiente.
La invitación de esta columna es a reconocer nuestros errores, arrepentirnos, perdonarnos y/o pedir perdón y lo más importante es que por cada error que cometamos el paso a seguir sea la corrección y el aprendizaje para no volver a cometerlos. Debemos ser conscientes que el perdón requiere cambio y reparación porque el error debe ser un maestro que enseña con dolor pero no una costumbre que guíe nuestras vidas.