Donde “el hombre” ha sido muy bien representado por las erradas directrices de una serie de gobiernos inocentones, timoratos, facilistas, faltos de entereza, que, en vez de extirpar ese tumor —porque qué más pueden ser las FARC para Colombia que un terrible cáncer—, tratan de dejar atrás el penoso y cuasi eterno episodio del conflicto a punta de palmaditas en el hombro y de compresas; “la piedra”, acaso falta explicación, por el nefasto y anquilosado grupo guerrillero; y a la enésima potencia por nuestros innumerables y siempre nuevos tropezones.
De ahí que, conmigo, muchos colombianos, afincados intuitivamente en la sabiduría popular que encierra dicho anónimo aforisma, hubiéramos adoptado una postura escéptica frente al objetivo supremo de la paz que pretendía, y aún pretende, alcanzar el gobierno Santos. Escepticismo que con el correr de los días se ha convertido en una amarga —porque en últimas hasta nosotros, los escépticos, habíamos dejado encendida una velita de esperanza— certeza: el hombre, y con él Colombia entera, tropezó con la misma piedra.
Y prueba de ello es que después dos elecciones presidenciales, la segunda de Álvaro Uribe Vélez y la del actual gobierno, sin que este grupo narco-terrorista hubiera tenido mayor injerencia en el resultado, ahora, cuando se avecina una nueva contienda electoral, las FARC vuelven a ser protagonistas de excepción. ¡Sin duda, un terrible retroceso!
Y aun así hay quienes como don Daniel Samper Pizano defienden este eterno tropezar bajo una lógica simplona: “Todo pasa”. Y como todo pasa, quizá, tal vez, algún día, de tanto tropezar, o no habrá piedra o no habrá hombre. O mejor, la piedra se habrá convertido en hombre y el hombre en piedra y, entonces, seremos la sucursal más importante del pueblo venezolano, que a su vez es la sucursal más importante del pueblo cubano…
Porque qué más se puede desprender de un artículo en el que se lee: “… no sé si las FARC firmarán o no la paz, y tampoco sé si, en caso de firmarla, cumplirán lo pactado. Pero sé que la mejor manera de hacer la paz es intentándolo de nuevo. La otra, la de exterminar al contendor, en este caso no es posible ni garantizaría nada…”
¡Por Dios, don Daniel! ¡Qué garantía nos da usted frente a las FARC con: “no sé si firmarán”, “no sé si cumplirán”! Y lo peor: ¿de dónde saca usted que no es posible derrotarlas? Dígame, ¿de la filosofía samperista o de las quinielas pastranistas? Porque, pregunto: ¿acaso así no se terminan también algunas guerras? ¡Venciendo al contendor! Sobre todo, digo yo, cuando la historia reciente de Colombia muestra que cuando por fin, sí, por fin, un gobierno asumió la tarea de enfrentar el terrorismo, cosa de la que innumerables compatriotas fuimos testigos de excepción, Colombia vislumbró un halo de esperanza.