Colombia no ha sido planeada con lo que la hace potencia: su biodiversidad. Y esta planeación no es algo que se logre de la noche a la mañana. Representa un cambio de visión que impacte la cultura, la economía y la política.
Aun cuando la economía ha estado basada en el principio de la escasez, lo que hoy tiene Colombia es abundancia. Y esto conlleva un gran reto para la nación, y una responsabilidad con la humanidad.
Según expertos ambientales, Colombia ocupa el 0,68% de la superficie terrestre del planeta y en este espacio concentra más del 11% de la flora y la fauna del mundo.
Sin embargo, es evidente que se quedan cortas las acciones para evitar que esta privilegiada realidad sea afectada por los monocultivos a gran escala, la extracción de recursos naturales, los proyectos de infraestructura y la biopiratería.
Dos grandes ejemplos de cómo se actúa en nuestro país desde la inmediatez, como si se tratara de una caja menor, son una alerta para encontrar soluciones sostenibles que tengan vigencia en el tiempo y sin sacrificar lo que realmente nos hace potencia.
El primero de estos son los cultivos extensivos de aguacate Hass en el Valle de Cocora (Quindío), santuario de la Palma de Cera y que ponen en peligro el árbol nacional. El segundo, a pesar de que no se trata de una actividad económica, es el sistema coralino de Gorgona.
Sin duda, este es uno de los más importantes del planeta y que hoy está en riesgo por la construcción de un muelle para fortalecer el control sobre el narcotráfico. No olvidemos que es el mar y específicamente estos ecosistemas los que producen más oxígeno en el planeta.
"Somos el producto de una reducida visión"
¿Por qué no aprovechamos lo que realmente nos hace fuertes? La respuesta a esta pregunta posiblemente se encuentre en la reducida visión de quienes toman las decisiones. Concebir el desarrollo desde el corto plazo nos impide planear un país poderoso, porque el corto plazo es recurrir una vez más a la extracción de petróleo por medio del peligroso fracking, a la minería y otras actividades económicas de las cuales tenemos que dejar de depender, solo por la necesidad del ‘flujo de caja’.
Por lo anterior se debe crear una economía viva y recuperar los bienes comunes (el aire, el agua, el territorio, una nueva matriz energética y la cultura como un gran generador de valor agregado para la productividad de los territorios). ¿A partir de qué? A partir de la creatividad y la innovación.
Pero, de acuerdo con el Departamento Nacional de Planeación (DNP), el nivel de inversiones que presenta Colombia en materia de ciencia, tecnología e innovación representa tan solo el 0.5% del PIB, en tanto que los países OCDE invierten en promedio el 2.4%.
De allí que la economía colombiana sea poco diversificada y compleja en cuanto a exportaciones se refiere, con una elevada concentración en la exportación de productos primarios, de bajo nivel de sofisticación y baja en manufacturas de alta o media intensidad tecnológica.
Entre 2012 y 2013 las exportaciones de bienes primarios del país han representado en promedio el 67,5% de las ventas externas totales del país, mientras las manufacturas de tecnología alta y media han participado tan solo con 1,5% y 8,4% respectivamente.
El camino de la contemplación
Colombia no ha desarrollado la tecnología requerida para poder emplear toda la abundancia en biodiversidad que tiene y como producto de la transformación de su biodiversidad, caminos exploratorios como el de la bioprospección representan un riesgo que aún no se ha calculado y que podría generar daños colaterales como los que genera el actual modelo económico extractivo.
Por el contrario, el país tiene otro escenario que no requiere de la intervención y manipulación de la biodiversidad y es el de la contemplación, que puede transformarla en insumo -desde la estética- para enriquecer la economía creativa (Bioriginalidad): Paletas de color, compendios de texturas y formas, bancos de sonidos y todo el potencial narrativo que tiene -en nivel amplificado- ser el país más megabiodiverso del planeta.
Así las cosas, el flujo de caja de la pobre economía extractiva debe ser reemplazado por el flujo de ideas de una nueva economía que lleve a Colombia a ser un potencia creativa.