Las encuestas lo confirman: la inseguridad es la preocupación número uno de los residentes en Bogotá. ¿Por qué? Porque los problemas de salud, educación, transporte y trabajo los puede solucionar cada persona por su cuenta, los de seguridad no. Basta ver cualquier noticiero para descubrir cada mañana y cada atardecer una nueva víctima de alguna modalidad de robo, que últimamente se tornan cada vez más violentos y más descarados: atracos masivos en los buses de Transmilenio, o asesinatos al medio día por resistirse al hurto de un teléfono celular. Es obvio, para cualquiera que viva en esta ciudad, que la policía simplemente no es capaz de controlar la desbordante cantidad de criminales que no perdonan el más mínimo descuido para dar el zarpazo artero, que violento o no, deja a la víctima en un estado lamentable de indefensión y postración, y que solo empeora al escuchar desconsolada el consejo descarado que los representantes de la ley suelen dar en estos casos: ¨deje así¨. Triste.
Pero el problema fundamental no es, por supuesto, el número de efectivos de la policía, que siempre luce insuficiente. El problema es el ineficiente sistema de justicia colombiano que no es capaz de juzgar a criminal grande, ni pequeño. Y como reportan a diario en Bogotá, a los atracadores que cojan hoy, los sueltan mañana, y mañana mismo, como si nada, seguirán aprovechándose de la indefensión judicial y criminal en la que se encuentra la ciudad y el país entero.
Por eso no me sorprende que la ciudadanía, harta del desgreño oficial, opte por tratar de hacer justicia por mano propia, a ver si por fin estos maleantes empiezan a sentir algún tipo aprensión por la reacción violenta que los ciudadanos puedan tener, porque a la justicia del estado no le teme nadie en Colombia. El salvaje oeste, dirán algunos, y si, así luce nuestra realidad lamentable, síntoma inequívoco del fracaso de un estado voraz que pretende cobrar más y más impuestos sin garantizar el servicio mínimo de justicia y seguridad a que debe aspirar todo ciudadano decente.
Por eso encuentro un sin sentido que entre tanto el estado no sea capaz de garantizar la vida y bienes de los ciudadanos, este pretenda prohibirles el uso de armas en defensa propia, con el argumento falaz de que a más armas más crímenes. Basta revisar las estadísticas de los asaltos en países o estados con un alto índice de ciudadanos armados como Suiza o Texas, para comprobar que funciona como un disuasivo efectivo contra los delincuentes.
Entiendo que esta no sea, tal vez, la solución ideal y civilizada que mucho editorialista, olvidando que no vivimos en Londres, reclama estos días en los principales diarios del país, pero Colombia está muy lejos de los niveles de civilidad necesarios para permitirnos confiar en un sistema de justicia que nos defienda del permanente acecho criminal que nos rodea. Por eso, y mientras llega la justicia, al menos permitan que nos defendamos: no se pongan del lado de los tipos malos del cuento.
@johnglondono
Indefensos, sometidos, desarmados
Jue, 18/06/2015 - 10:47
Las encuestas lo confirman: la inseguridad es la preocupación número uno de los residentes en Bogotá. ¿Por qué? Porque los problemas de salud, educación, transporte y trabajo los puede soluciona